Memorias de Chihuahua
Con la muerte del general Francisco Villa entre las calles Juárez y Gabino Barrera de Parral, Chihuahua, una mañana del 20 de julio de 1923, una serie de rumores se desataron para localizar a los culpables, tanto autores materiales como intelectuales, todo en un ambiente de incertidumbre por lo que fuera a suceder después.
En el Archivo Histórico Municipal de Parral se localizan al menos dos documentos que dan proximidad de los murmullos que se escuchaban en las calles, habían matado al Centauro del Norte y la mayoría de los parralenses se creían parte de la historia, muchos de ellos afirmaban saber quiénes fraguaron la emboscada, desde vecinos conocidos hasta políticos
.
Estos dos testimonios escritos que les presentamos hoy en Memorias de Chihuahua reflejan el interés que tienen los diferentes sectores de la población para manifestar su versión de los hechos e incluso, se suman a las indagatorias, todo con el fin de que se diga la verdad y no se oculte a los verdaderos culpables.
El primero de ellos es un oficio que envió la comandancia militar al ministerio público de Parral, para informarle sobre un anónimo que recibieron y el cual expresaba tener datos importantes sobre el asesinato de Villa.
“He visto los esfuerzos que ha hecho usted por descubrir asesinos del General Villa. Por temor a ser asesinado por los mismos individuos que cometieron este horrendo crimen o por algunos otros de los muchos enemigos que tenía el General Villa, no le doy mi nombre…”, expresa de inicio la redacción.
Luego, el delator anónimo menciona que él pasaba por el lugar de los hechos al momento de la tragedia y vio a una persona que reconoció como José Vara, de entre 20 y 22 años, que salía del corral con una carabina en la mano. Dijo que este sujeto implicado en el caso trabajaba en el rancho “Amador” y que a la mamá se le había visto antes en la casa del General.
De acuerdo con el documento fechado el 26 de julio de 1923, es decir, seis días después del crimen, el General de División destacado en Parral pidió que se tomara nota del informe con la finalidad de que se esclarecieran los hechos.
Otro individuo que también se interesó en aportar datos para la investigación del asesinato de Francisco Villa fue el duranguense Mario G. Ochoa, quien el 16 de agosto de ese mismo año escribió a la dirección de “El Mañana”, un periódico de circulación nacional, para que éste se apegara a los principios del periodismo y dejara en claro la causa que originó el crimen, así como sobre quienes habían perpetrado el homicidio.
En su texto, manifestó que la prensa estaba engañando a la gente al publicar que el diputado Jesús Salas Barraza era el matador de Francisco Villa, “la mentira más grande que hasta ahora se haya conocido”. Sobre el legislador, Ochoa declaró que “este hombrecillo por que no es completo” había sido sugestionado a causa de su ignorancia, además de que era un sujeto demente y que debería estar en un manicomio.
Facebook: Archivo Histórico Municipal de Parral
Asimismo, aseguró que Salas Barraza no mató al Centauro del Norte, sino que los responsables eran tres de las figuras más importantes del gobierno en ese entonces, algo que refirió ser bien sabido por el pueblo. “La única culpa del ya dicho humildemente diputado demente fue aceptar $1,200 que le dio Jesús Agustín Castro (Por desgracia gobernador de nuestro desventurado estado) para que hiciera el papel que hoy hace”, externó.
Pero la crítica no termina ahí, sino que continúa: “Pero repito, ese sólo tiene esta culpa e injerencia en el asunto de la muerte del Gran Villa, no que haya matado este mariquita, de que son conocidos sus antecedentes, el ser descalzo no es degradación, pero afeminado sí y pretender ser político con cerebro tan obtuso también”, concluyó.