La historia del basquetbol de Chihuahua tuvo dos épocas especialmente marcadas por grandes generaciones que dejaron sentado un precedente digno de recordar: la de 1939-44, que ganó seis títulos nacionales federados en forma consecutiva, y la de 1983-87, que hilvanando cinco, se quedó a uno de empatar aquella añeja marca.
Esta última generación se destacó, al igual que aquella, por contar con una camada de jugadores que llegaron a ser únicos en su posición y que juntos se convirtieron en el eterno rival a vencer en cada uno de los torneos convocados por la FMB, así como en el extinto Circuito Mexicano de Basquetbol.
Hoy, a más de 30 años de aquellas gestas en la duela, Alberto Gerónimo Bernal Arzate, mejor conocido como “el Chorro” Bernal, nos comparte sus recuerdos en una amena entrevista exclusiva para El Heraldo de Chihuahua, que seguramente volverá a revivir en la afición momentos bellos y experiencias amargas, desde que comienza sus andanzas en el deporte ráfaga a los 9 años de edad, hasta que se retira como jugador en 1993, a los 33 años.
SUS INICIOS
“El Chorro” Bernal da sus primeros pasos en el baloncesto cuando cursa tercer grado de primaria en el Colegio Patria, en la Ocampo y Julián Carrillo.
“El profesor Eusebio Báez nos daba educación física y con él comienzo a jugar basquetbol, para salir del aburrimiento de las clases”, recuerda con humor. “Por esos tiempos yo era un flacucho y mi estatura aún no sobresalía”. Pocos años después cae en las manos del profesor Servando “Güero” Rojas, quien se encarga de moldearlo, enseñarle fundamentos y con él juega los torneos juveniles ya con una estatura de 1.78 metros hasta llegar a la prepa.
“El Güero” Rojas lo incluye como jugador de los Prospectos de la UACh y cuando ya anda en los 1.92 metros de estatura es cuando comienza a abrirse paso entre los grandes de la época.
Alberto Bernal hizo la mayor parte de su carrera como jugador de la UACh y priorizó sus estudios en la Facultad de Ingeniería sacrificando muchos de los compromisos que debía cumplir en su momento con la Selección Nacional ante la convocatoria de la FMB. Sin embargo, eso no evitó que al poco tiempo se convirtiera en el número uno de México en la posición de poste, sirviendo tanto al sector estudiantil como al federado.
Fue también su entrenador de entonces, Homero Moriel Santiesteban, quien terminó por definir su estilo al permitirle, según comenta “el Chorro”, tener un libre desempeño en la cancha. “El profesor Homero me dio la confianza, la seguridad, la libertad de jugar y ser yo mismo. Al él debo eso y mucho más”, dice agradecido.
LO MEJOR ESTABA POR VENIR
Nacido el 25 de enero de 1960, en la capital de Chihuahua, Alberto Bernal se abre paso entre los grandes que a principios de 1980 comenzaban a brillar.
A los 23 años, en 1983, termina por ganarse el respeto apoyando a los Dorados en la conquista del primero de los cinco campeonatos nacionales consecutivos que marcaron esa década. Y fue en esta capital, en el Gimnasio Quevedo.
Bernal sabe que su aportación al equipo en ese año es fundamental y ahora se traza una meta personal: ser el mejor jugador en su posición de poste. “Me dediqué a ser un poste al cien por ciento y logré que el centro del área fuera de mi total dominio, siendo ofensivo y defensivo”, dice, y recuerda cómo en su afán por ser el mejor lo llevó a escalar una fama que muchos recuerdan, por haber desplegado un tipo de juego de mucha fuerza y carácter que lo convirtió en una verdadera muralla defensiva.
A partir de entonces, los Dorados ya están llamados a ser el equipo de la década. Y los torneos selectivos estatales de primera fuerza abren cada año un panorama rico en material humano, que termina por consolidar una poderosa escuadra, unos Dorados que marcan la pauta en los siguientes cuatro campeonatos nacionales.
Con estrellas como José Luis “el Satanás” Arroyos enorgulleciendo a su natal Casas Grandes, Enrique Ortega poniendo en alto su terruño de Flores Magón, el coreback Ángel “el Pompis” González haciendo retumbar los tambores juarenses y Alberto “Chorro” Bernal erigiéndose como una torre chihuahuense infranqueable, los Dorados tendrían allanado su camino hacia grandes conquistas.
Con esa imagen y capacidad arrolladora, más la llegada de otras figuras como el mariscal hidrocálido Norberto Mena, Rafael Holguín, Toño Esquivel y los ya establecidos Pancho Guillén, José “Pillo” Corral, Nacho Moreno, Memo Márquez, Jesús García y otros, Chihuahua no tiene problemas para sumar los próximos cuatro títulos (Monterrey 1984, Hermosillo 1985, Chihuahua 1986 y Tijuana 1987).
EL MEJOR EQUIPO, LA INDISCIPLINA Y EL SUEÑO FRUSTRADO
Cuando en 1987 Chihuahua regresó de Tijuana con el quinto trofeo en sus alforjas ya tenían agendada una cita con la historia.
Empatar la marca de seis campeonatos consecutivos (1939-44) se convertía en un asunto de Estado.
Chihuahua empleó todos los recursos y dispuso de una maquinaria que en automático conformó a la llamada selección de la década, con equipo técnico de lujo comandado por el legendario Raúl Palma Cano y flanqueado por dos grandes teóricos del baloncesto, Homero Moriel Santiesteban y Francisco “Rufo” Torres.
La misión era clara, ganar el nacional de 1988 en Ciudad Juárez y ponerse a la par con sus ancestros.
La ruta parecía fácil y el torneo en la frontera avanza con unos Dorados que van paso a paso haciendo a un lado a sus primeros adversarios, hasta instalarse en la antesala de la gloria. Llegan a la final y con ellos, sus acérrimos rivales de la Ola Roja del Distrito Federal, dirigidos por quien fuera el enemigo número uno de Chihuahua en materia de basquetbol: Jorge Toussaint.
Y sucede lo impensable, lo no previsto, lo jamás imaginado: la Ola Roja, armados con jugadores de grueso calibre apuntalados por sus francotiradores Julio Gallardo y Roberto “Bob” González, el gigante de 2.18 metros Toñito Reyes, el mariscal Polo Torres y su también poste y canastero Arturo “Nazi” Sánchez, vence a Chihuahua y sepulta el sueño dorado.
Entonces.. ¿qué pasó?, ¿por qué perdió Chihuahua si todo lo tenía? Alberto Bernal tiene su hipótesis: “Hubo desconcentración, exceso de confianza, pero lo que más afectó al equipo fue el ambiente fiestero que reinó no únicamente la noche previa al juego final, sino a lo largo de todo el campeonato”, confiesa.
Y sin pretender quitarse una responsabilidad, Bernal afirma que él en lo personal nunca incurrió en problemas de indisciplina, pues su compromiso era siempre llegar al cien por ciento a cada juego, no se iba con la inercia pachanguera del grupo y sólo se concretaba, desde su habitación, a ser mudo testigo de las trasnochadas festivas de algunos de sus compañeros.
“El equipo salió esa vez a la cancha mostrando un bajo rendimiento, era algo inusual ver una productividad muy baja de nuestra parte, mientras que el DF se nos echaba encima. Yo esperé que mi equipo reaccionara e hice todo lo posible para restarle fuerza al ataque rival, pero eso no pasó”. ¡Fracaso consumado!
DOS ANÉCDOTAS INOLVIDABLES
Alberto Bernal escribió una historia rica en experiencias sobre la duela y hay dos anécdotas que guarda con especial emoción y que aún al recordarlas se le pone la piel chinita.
UNA PREMONICIÓN, UN MAGO Y UNA CANASTA SOÑADA
Era el año de 1984 y los Dorados de Chihuahua reciben a la Ola Roja del Distrito Federal con Jorge Toussaint al frente. El gimnasio Quevedo está a reventar ante el Clásico Nacional del entonces Circuito Mexicano de Basquetbol.
Así la describe: “A 3 segundos de terminar el juego, DF nos gana por un punto y luego de una acción reñida el árbitro decreta un salto entre dos en la mitad de la cancha. Jimmy ‘el Mago’ Hearns está listo para saltar y buscar el balón ante su rival. En un instante se me cruzan imágenes por la mente como si fueran de video, imagino al ‘Mago’ Hearns ganando el balón, me la pasa, la tomo, me perfilo y saco el disparo. La chicharra suena mientras el balón va en el aire y ¡zas!, entra limpia, cuenta la canasta y ganamos el juego.” ¡Y pasó! Así como lo vio en su mente, así ocurrió, tal y como describe que iba a pasar. Fue una premonición. El gimnasio estalló en júbilo, su nana Delfina estaba en las gradas y se desmayó de la emoción, por fortuna un amigo médico de la familia Bernal estaba con ella y la atendió. Esa noche, los astros se alinearon para que esta secuencia de hechos saliera perfecta.
Bernal fue el héroe, salió del Quevedo como un torero del ruedo que hace la faena de su vida, a hombros, con rabo y orejas en cada mano. Dos días después, aunque no fue una hazaña lograda con la camiseta de la UACh, su Alma Mater lo reconoce como Deportista del Año y todo por esa milagrosa canasta.
“SE SACA LA LOTERÍA” EN EL NUEVO QUEVEDO
Dos años atrás, en 1982, el nuevo Gimnasio Rodrigo M. Quevedo ya había sido testigo de otra hazaña del “Chorro” Bernal. En la inauguración del inmueble, Bernal defiende la casaca de la UACh que enfrenta a los Indios de la UACJ en el juego de apertura.
Sin ser un canastero, mete la primera canasta que registra la historia del inmueble, haciendo quedar mal a todos los francotiradores que hicieron hasta lo imposible por llevarse esa distinción, entre ellos Norberto Mena y el mismísimo José Luis “el Satanás” Arroyos.
PARA BERNAL TODOS ERAN LOS MEJORES, PERO… ¡AGUAS CON EL DIABLO!..
Alberto Bernal no tiene preferencias en cuanto a cuál o cuáles jugadores podrían haber sido algo así como sus ídolos. “Para mí, todos éramos los mejores en nuestra posición”, afirma.
“Norberto Mena era un jugadorazo, un coreback muy inteligente que controlaba el juego, que hacía ver mal al rival, con una visión de campo única”, agrega.
¿Y Arroyos?, le pregunto.
“Ese era punto y aparte”, responde y enseguida lo describe: “Si ha habido un jugador que va contra toda la lógica del basquetbol, ese era José Luis. Era un espectáculo ver la forma en que se alzaba para lanzar la pelota, tiraba cayéndose, tiraba al momento en que lo empujaban, con las piernas cruzadas, saltando hacia atrás, girando en el aire, tiros imposibles… ¡y todas le caían! Esa era sin duda la fortaleza de Arroyos, que a pesar de ir contra toda la lógica que exige el basquetbol, que aún con la poca técnica que reflejaba su estilo de juego, siempre encontraba el aro y era un espectáculo verlo”.
Y en efecto, aquellos que lo vimos jugar también recordamos su explosiva manera de correr, de cómo anticipaba el balón antes de arrancar para dejar atrás a sus rivales.
SU VISIÓN DEL BASQUETBOL ACTUAL: “HOY SE NECESITAN CINCO BALONES EN UN JUEGO, PORQUE CADA JUGADOR QUIERE TENER EL SUYO”
“El Chorro” Bernal no está ajeno a lo que pasa hoy en día con el basquetbol.
“Veo mucho daño al jugador desde el momento en que se trazan como meta a seguir la espectacularidad. Tienen un ferviente deseo y un sueño de que la gente los admire y eso está mal. Para llegar a ser el mejor no requieres más que ser humilde en el juego. Sentirse como el mejor, sí, pero con humildad. ¡Jugar para el equipo! –remarca- y sobre todo, confiar en tus capacidades y lograr que el equipo sienta de lo que eres capaz”.
Bernal pone por delante su filosofía del juego, con frases como “para mí el basquetbol es un reto, mi reto es vencer al otro, probarme a mí mismo y ganar. Me gustaba ganar”.
Y prosigue: “Actualmente hay mucho individualismo en la cancha. Hoy tendrías que meter cinco balones en un juego, porque cada jugador quiere tener siempre el suyo.
Y remata: “Considero que los entrenadores están poco preparados, sí, tienen y enseñan la técnica, pero la técnica sólo representa el 30 por ciento de lo que debe ser un jugador completo. Hay que sumarle lo más importante, la humildad”. Y pone un ejemplo de lo dicho dividiendo la esencia del basquetbol en tres personas:
UNO: la mente, como un Norberto Mena, que sin tener un físico imponente, jugaba con una inteligencia extraordinaria.
DOS: el corazón, como un Raúl Palma o un Óscar Asiáin, dos claros ejemplos de jugadores que dejaban la piel en la duela, jamás se daban por vencidos y enfrentaban a sus rivales sin ningún temor.
TRES: las piernas, como las de José Luis Arroyos, con la fuerza y velocidad suficientes para dejar atrás a sus rivales y enfrentar con éxito a los más altos oponentes en el salto”.
Así los describe Alberto Bernal, así piensa del basquetbol actual y así recuerda su gran época como jugador, una época incomparable de unos años ochenta y que a cuatro décadas de distancia parece que ya no tendremos otra igual.
Alberto Bernal asistió a varias competencias internacionales entre las que figuran un Centrobasquet en La Habana, Cuba, unos Centroamericanos en México, una Copa Intercontinental en México 1979, la Universiada Mundial en México ese mismo año y otra Universiada en Rumania 1981.
Se retiró en 1993 vistiendo la camiseta de los Pioneros de Delicias en el Circuito Mexicano de Basquetbol, donde se dio el gusto de eliminar a los Dorados en semifinales. Más adelante, en Zacatecas, se proclamó campeón derrotando a los Bravos y dando un partidazo que le valió ser elegido como el MVP de la final. Allí se hizo el anuncio oficial de su retiro y salió ovacionado del suelo zacatecano.
SUS FRASES
Alberto Bernal / Ex jugador
- “En 1988, teniendo Dorados el mejor equipo de la historia, nosotros perdimos el Nacional en 1988 en Ciudad Juárez; la Ola Roja del DF no nos ganó, fue la desconcentración, el exceso de confianza y el ambiente pachanguero del equipo lo que nos hizo fracasar”
- “Hoy en día, en un juego de basquetbol se necesitan cinco balones en la cancha, porque cada jugador quiere tener el suyo”
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