MÉRIDA, Yucatán.- El Chihuahua en los cuernos de la luna. El Chihuahua dio cinco vueltas al ruedo. Una después del segundo tercio de su primer enemigo y al final de la faena la segunda. La tercera después del segundo par de garapullos puestos a Pariente, el sexto de la tarde, la cuarta luego de cubrir este segundo tercio y la quinta al córtale la oreja a Pariente.
Así llego El Chihuahua con altas expectativas para cumplirle a la afición de la Plaza Mérida, la de Yucatán. Vino, llegó y triunfó, demostrando el por qué de esta racha de triunfos. Así cumplió Antonio -que así se llama El Chihuahua– parándose frente a sus enemigos y dominarlos, someterlos a su estilo a su forma de pintar el toreo.
Un refresco al arte de la tauromaquia, un torero con rudeza fina, de esa fuerza que transmite valor y arte, partió plaza vestido en un traje sobrio, azul con azabache y detalles en plata.
Desde el paseíllo el público estaba expectante y lo alentaba “¡Arriba Chihuahua!”.
Y de la puerta de toriles con fuerza salió Pariente, sexto del festejo y segundo del torero norteño. Un toro negro entrepelado, bragado con 525 kilos, bien presentado. Aprovechó El Chihuahua de inmediato las embestidas que tuvo de salida, con fuerza y largueza, y ahí estuvo firme con la capa, extendiendo y bajando los brazos. Pocos lances pero con mucha fuerza, elegancia y esa toque personal.
El varilarguero elegantemente llama a Pariente para que acuda al encuentro, el toro se arranca y deja un buen puyazo; de inmediato el cambio de tercio.
Si en el primero de su lote El Chihuahua estuvo imponente con los garapullos, el publico en ovación y petición unánime, le exigió, en éste cubrir de igual forma el tercio.
Claro, el torero se dejó querer y dejó al público expectante para tomar la decisión de último momento y así cubrir el segundo tercio. La ovación no se hizo esperar, la expectativa estaba ahí en el ruedo.
Desde que se anunció a El Chihuahua, el público quería ver la destreza, la fuerza, el arte de las banderillas. Se puede afirmar, que deseaba una postal, una imagen de arte y valor; y ahí estuvo Antonio.
Caminó con elegancia, con evidente firmeza, acercándose al burladero, ahí cerca del palco de transmisiones, se dirigió al público y le solicitó a un espectador su sombrero.
Tras este episodio, fue a los medios en donde el torero se hace grande, y citó a Pariente que acudió con entrega a la suerte, dejando los garapullos en todo lo alto, mostrando una condición y fortaleza física indiscutibles.
Prácticamente El Chihuahua le dio la vuelta al ruedo corriendo para atrás poniendo su mano derecha en el testuz, como pretendiendo frenar el andar de Pariente, para luego dejar en todo lo alto de la cabeza del toro, aquel sombrero que el espectador del tendido le entregó y, tras este hecho, el público al unísono, le exigió la vuelta al ruedo.
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