Misael “Chino” Rodríguez, medallista de bronce en los Juegos Olímpicos de Río 2016, siente que ha llegado el tiempo de hacer crecer su marca profesional, que actualmente es de 10-0, con cinco noqueados, tras su debut en abril de 2017.
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El chihuahuense comentó que durante un mes que entrenó en Tokio, donde ayudó a boxear al japonés campeón olímpico Ryota Murata, aprendió a cuidar su alimentación.
“Este campamento en Japón me sirvió para bajar más de peso, aprendí su disciplina. Es muy interesante la alimentación. Regresé (radica desde hace tres años en Riverside, California), listo para pelear en las 154 libras”.
-¿Es Japón un parteaguas?
“Sí, porque estar allá sin hablar su idioma, sin tener el contacto por celular, porque cuando allá era de día, acá era de noche, no podía hablar con mi familia. Me concentré mucho en mí, en qué quería para mí, para mi futuro. Robert García (su entrenador) me mandó a Japón como si fuera un trabajo, pero, para nada. Él está muy contento. Conocí al señor Honda, a personas históricas del boxeo, que me dijeron que voy a ser campeón del mundo; eso me motivó bastante y tengo ganas de que se cumpla”.
Misael reconoció que la pelea que ganó por puntos en enero pasado “no me gustó nada, pero la segunda (proyectaron algunos pasajes en una pantalla grande, en la reunión semanal del WBC) me gustó bastante. Fue el resultado de un campamento de ocho meses con Robert García. He tomado el box con más responsabilidad, más concentrado. Ya es tiempo de que el trabajo dé resultados, que vengan los cinturones”.
-¿Pesa una presea olímpica?
“La juventud, quiera o no, pensé que no me iba a afectar. Ahora que lo veo un poco más maduro, creo que sí me afectó. Que le regalen a un joven de 21 años tantas cosas, pues sí lo mueve a uno, pero reaccioné muy a tiempo; no fue de enderezar mi camino, porque creo que va bien, estoy invicto. He aprendido muchas cosas y vamos para arriba”.
“(Una medalla) es bien recibida en todos lados -prosiguió-, pero es también de grandes responsabilidades. Todos te quieren ver ganar, tienes que ganar, y todos los rivales te quieren vencer, todos te quieren arrancar la cabeza. Eres una oportunidad para tus rivales, que, ganándote a ti, quitándote lo invicto, ellos se disparan. Pero también vas teniendo el apoyo y las herramientas necesarias para seguir creciendo. La gente te empieza a apoyar. Una medalla es un potencializador, la gente empieza a fijarse en ti, empiezan a reconocer tu trabajo. Igualmente, crecen las responsabilidades, es de trabajar más fuerte”.
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