El persimonio crece junto a las huertas nogaleras en Allende, donde decenas de familias se dedican a su cultivo, considerado un elemento identitario. Una fruta exótica, a la cual se atribuyen altos valores nutricionales y que está ligada a la gastronomía, a través de la elaboración de mermeladas y nieves. La productora Norma Portillo señala que el también llamado “palo santo” es tan popular que lo buscan para su comercialización en Estados Unidos, y en Chihuahua llegan a pagar hasta 20 pesos por pieza.
Una joya escondida en el Valle de Allende
Es una fruta de otoño. Los primeros fríos del año tiñen los árboles en tonos anaranjados y rojizos, un espectáculo único en la región. “Es como ver un árbol de Navidad en pleno campo”, dice la señora Portillo, señalando uno de los árboles que tiene en su huerta. Pasear por los campos es una experiencia que roza lo onírico. Los árboles de persimonio, con sus hojas amarillas y ocres, contrastan con el fruto naranja brillante que cuelga de las ramas. “Es muy bonito”, dice casi poéticamente, “es como si los árboles se vistieran para una fiesta”. En semanas los colores del paisaje se intensificarán ofreciendo una vista comparable con las mejores postales de otoño en Europa o Asia.
El fruto no sólo es llamativo, destaca su historia y propiedades. Con una mezcla de exotismo se ha convertido en una joya oculta en El Valle, donde las condiciones parecen ser las idóneas para su crecimiento. “El árbol, con sus hojas que caen en cascada, nos da mucho más que solo el fruto”, explica. En la cultura local las hojas son utilizadas en infusiones para controlar el colesterol, la corteza del árbol se emplea como remedio natural para tratar quemaduras. Todo se aprovecha, no hay desperdicio. En la mirada de esta mujer, la relación entre el ser humano y la naturaleza no es un mero aprovechamiento, es una comunión profunda con la tierra que sostiene el ciclo de la vida.
Una riqueza local con raíces globales
El origen del persimonio está envuelto en misterio. “Yo creo que lleva siglos aquí, quizá alguien lo trajo por coincidencia y se adaptó perfectamente al clima”, reflexiona con una sonrisa enigmática que evoca tiempos pasados. Curiosamente, este pequeño rincón de Chihuahua comparte similitudes geográficas con regiones de España, China y Japón, donde se cultiva esta fruta. Fuera de estos puntos privilegiados, el cultivo sólo es posible en invernaderos, lo que lo convierte en un producto difícil de obtener fuera de su entorno natural.
Este factor hace que la fruta sea altamente valorada en mercados internacionales. “En Estados Unidos un persimonio puede costar hasta 15 dólares”. En Allende el precio es más accesible, rondan los 15 ó 20 pesos por unidad.
Aun así, la diferencia en precio no ha impedido que personas de Chihuahua, Juárez y Durango busquen el fruto de Allende reconocido por su sabor y calidad. “Aquí lo compartimos con amigos y conocidos”, dice con humildad, aunque admite que la demanda ha crecido y que la fruta ya está en supermercados de Chihuahua. Poco a poco, la fruta está abriéndose camino entre los consumidores, especialmente aquellos que buscan productos naturales con altos valores nutricionales.
El éxito de la cosecha ha permitido a la familia de Norma experimentar con diferentes formas de aprovechar el fruto. “Hacemos mermelada, nieve, empanadas y fresa”. Este ingenio culinario no sólo ha permitido a la familia disfrutar el fruto todo el año, sino que ha despertado el interés de quienes lo prueban por primera vez.
Un árbol milenario en un microclima único
La huerta de la señora Portillo está compuesta por 20 árboles de Persimonio. Cada año producen mil frutos, una cantidad que depende del clima y las condiciones del Valle. El año pasado fue desastroso: “Nos granizó y perdimos casi toda la flor”. En contraste, este año ha sido excepcional con una cosecha que ha llenado sus manos de fruto anaranjado y sus días de actividad frenética.
El cultivo es similar al de otras especies frutales de la región como los nogales. Los agricultores han adaptado sus técnicas de injerto para mejorar la producción y la resistencia de los árboles.
“Utilizamos un árbol local, el guayacán, como base para los injertos de Persimonio” y muestra las ramas del árbol donde se realizan los injertos, similar al proceso que se usa con los nogales en Jiménez y Camargo.
El fruto que hoy conocemos como Persimonio o “Palo santo”, como se le llama en España, ha sido domesticado y adaptado con los años por generaciones de agricultores que, sin ser científicos, han logrado un equilibrio perfecto entre la naturaleza y el cultivo.
Lo más curioso es que, aunque el nombre oficial del fruto es Persimon, en El Valle la gente lo llama “Persimonio”, una muestra de cómo las costumbres adaptan incluso el lenguaje.
Más que un fruto, un tesoro nutricional
La fascinación no sólo radica en su sabor dulce y suave, comparable al de un mango maduro pero sin la textura fibrosa. Es una fuente poderosa de nutrientes. “Un Persimonio cubre el requerimiento diario de vitamina C de una persona”, dice.
Subraya la importancia de esta fruta para la salud, en la prevención de enfermedades respiratorias. El persimonio es rico en vitamina B, desde la B1 hasta la B6, lo que lo convierte en un aliado en la lucha contra la fatiga y el estrés.
A medida que la señora Portillo relata las propiedades del fruto, su pasión por esta joya de la naturaleza es evidente. No sólo habla como una productora, sino como una conocedora de los misterios y beneficios.
“Aquí se aprovecha todo: las hojas se transforman en infusiones que ayudan a controlar el colesterol, la corteza del árbol se utiliza para tratar quemaduras, el fruto, con sus vitaminas”, insiste, mostrando cómo la sabiduría popular ha sabido sacar el máximo provecho. Es como si este fruto, tan sencillo a simple vista, hubiera sido diseñado para cuidar de la salud de quien lo consume.
Una estrella en cada fruto
Uno de los detalles más fascinantes es su apariencia al cortarlo. “Cuando lo partes aparece una estrella perfecta dibujada en su interior”, sostiene un fruto recién cortado en sus manos.
Este detalle, casi místico, no sólo añade un atractivo visual al fruto, sino que parece simbolizar la conexión entre el Persimonio y las estrellas que guían el destino de esta región, como si el cielo estuviera bendiciendo la tierra que lo produce.
Además, tienen una peculiaridad que los hace aún más singulares: algunos frutos nacen como “gemelos”, dos frutas fusionadas. “Miren, ese es un gemelo”, señalando un fruto en su árbol que parece tener dos corazones. Este fenómeno añade otro nivel de exotismo a la fruta, convirtiéndola en un deleite para el paladar y en un tema de conversación y admiración.
El desafío del granizo y la sequía
Aunque este año ha sido generoso, la naturaleza no siempre es tan benévola. El clima en El Valle puede ser implacable con granizadas que destruyen los árboles y afectan la producción. “El año pasado obtuvimos unas 150 frutas”, recuerda mientras señala el cielo como si aún temiera otra tormenta.
El Persimonio parece tener una fortaleza que le permite resistir la sequía, gracias a un sistema de riego que aprovecha las aguas del río. “Aquí no nos afecta tanto la sequía porque tenemos una noria suficiente para los árboles”, muestra con orgullo cómo ha aprendido a trabajar con la naturaleza para proteger su cosecha.
Un futuro prometedor para el persimonio
A pesar de los desafíos, el futuro del Persimonio es brillante. Cada vez más personas descubren esta fruta y sus beneficios, lo que ha aumentado la demanda a nivel local y en el extranjero. “Cada vez más gente lo busca, sobre todo en Estados Unidos”.
Portillo sueña con ver su huerta convertida en un espacio donde el Persimonio sea un fruto apreciado por su sabor y por su capacidad de conectar a las personas con la tierra y con la historia de su región. En cada fruto hay algo más que dulzura, hay una conexión con la cultura y la naturaleza.
Con su historia y sabor, es más que una fruta. Es un símbolo de la capacidad de adaptación y resistencia de un pequeño pueblo que ha sabido conservar y valorar este tesoro natural. Y en cada mordida, en cada estrella que aparece al cortarlo, parece recordarnos que los milagros aún existen, ocultos en los rincones más inesperados del mundo.
Nota: El Sol de Parral