Desde los años setenta, el 22 de abril se celebra a nivel mundial el Día de la Tierra con el objetivo de generar conciencia entre la población sobre los problemas ambientales tales como el calentamiento global, sobreexplotación de recursos, sobrepoblación y la contaminación. Sin embargo, ¿qué tan bien hemos hecho nuestra tarea?
Ya pasaron 50 años desde que se conmemoró el primer Día de la Tierra; los gobiernos del mundo han firmado decenas de tratados para intentar frenar el deterioro de las condiciones del medio ambiente a nivel global; no obstante, hay dos casos palpables que dejan en claro que no es suficiente.
Glaciar Columbia en Alaska
Con la herramienta Timelapse de Google, se puede apreciar el dramático retroceso del Glaciar Columbia en Alaska, que a partir de la década de 1980 comenzó a perder volúmen hasta desaparecer en el 2020.
Para darnos una idea de la magnitud del problema, en verano de 2007 la mole de hielo perdió el equivalente a 44 veces el consumo anual de agua embotellada en Estados Unidos.
Este glaciar fue descubierto en 1794 por exploradores británicos, y se mantuvo en buen estado hasta hace 40 años, cuando comenzó su deshielo acelerado.
Sobreexplotación en la Amazonia Brasileña
En el continente americano se encuentra una de las selvas más grandes de todo el mundo: el Amazonas. Esta área verde significa un gran pulmón para el planeta, ya que en sus territorios se produce el 20 por ciento del oxigeno del globo; no obstante, la sobreexplotación de recursos - sobre todo forestales - ha encendido la alerta ante un inminente desastre ecológico.
La transformación de tierras que antes albergaban selva en áreas de siembra para cultivos de consumo humano, han provocado la pérdida de miles de hectáreas que suponen un grave desequilibrio en la biodiversidad de la zona.
La situación es preocupante debido a que según un estudio publicado por Frontiers in Forests and Global Change, por primera vez el Amazonas está produciendo más gases de efecto invernadero de los que puede absorber.
Para México, la falta de lluvia y la consecuente sequía en varios estados ha obligado a los gobiernos a replantear las estrategias ante el crecimiento urbano descontrolado que se ha mantenido durante décadas, ya que además de la ausencia de precipitaciones, el aumento en la temperatura son determinantes en el desarrollo de la actividad humana en estas zonas.