Muchas historias se han contado sobre José Doroteo Arango Arámbula, mundialmente conocido como Pancho Villa, uno de los más famosos representantes de la Revolución Mexicana, fallecido el 20 de julio de 1923 en Parral, Chihuahua, una de ellas es sobre sus nobles caballos, como Grano de Oro.
El Centauro del Norte, es famoso por diversas razones y en torno a él hay una cantidad inmensa de anécdotas que continúan vivas gracias a la historia que viene a los libros de texto, a la tradición oral y hasta corridos, pues fue en esta época cuando se popularizaron.
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Este último es el caso de El Grano de Oro, una canción que canta Antonio Aguilar, misma que habla de la muerte del Centauro del Norte y de su caballo, mismo al que le fue otorgado el grado de Mayor, nombrado por el mismo Francisco Villa.
La imagen de Pancho Villa montando es icónica, así como sus dos caballos preferidos, en primer lugar el legendario Siete Leguas y Grano de Oro, los cuales han sido inmortalizados junto con su jinete.
Por su parte el cantante mexicano Antonio Aguilar nació antes de que terminara la Revolución Mexicana y vivió todo el proceso posrevolucionario, desde el panorama político, hasta las consecuencias en la sociedad de este movimiento armado que terminó por asentar la identidad del país, sus artistas y sus habitantes, por esto tiene todo el sentido que sea un intérprete como él quien le de vida a estas canciones.
En su corrido “El Grano de Oro” se habla de este noble caballo, dejando ver que en ese momento jinetes, como Pancho Villa, depositaban toda su confianza en estos animales, eran sus compañeros y su medio de transporte.
Se menciona que Grano de Oro fue un regalo de cumpleaños y que fue un héroe al salvar a Pancho Villa de “las balas de Obregón”, pues recordemos que Álvaro Obregón y el general protagonizaron una batalla en Celaya, pues ambos eran enemigos.
La letra menciona también que una vez fue robado el caballo, por las fuerzas armadas de Victoriano Huerta, y que Pancho Villa no descansó hasta lograr que fuera regresado.
Asimismo cuenta que cuando el general fue asesinado en Parral en 1923, el caballo se quedó en su corral hasta su muerte, incluso se menciona que él mismo dejó este mundo con la silla de montar puesta, a la espera de su jinete.