/ viernes 28 de enero de 2022

Empresarios & Sociedad: El Hospital de la Tarahumara  y la Fundación Vida Digna

Del archivo del Heraldo de Chihuahua, recogemos unas notas memorables de fines de los años 40, que registran los pesos exactos que empresarios chihuahuenses aportaron a la construcción del Hospital de Sisoguichi

Toca el turno de las obras sociales de origen privado que están dedicadas a procurar la salud en la Sierra Tarahumara, especialmente para los habitantes de etnia rarámuri. Habíamos dicho que, desde 1903, la Amiga de la Obrera se dedicó a atender a niñas y jóvenes menesterosas, pero cada vez emergen más proyectos que poco a poco han ido cubriendo partes de la inmensa necesidad en las comunidades serranas.

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Aquí, mencionaremos esfuerzos en pro del Hospital de la Tarahumara y también unas notas destacadas de la Función Vida Digna, no obstante, someramente recordamos que ha habido esfuerzos como el de Ramiro Uranga Fernández, las giras de médicos estadunidenses que por décadas han auspiciado los clubes Rotarios, u obras más cercanas como las trazadas por la FECHAC o la de nuestro amigo, recientemente fallecido, el Dr. Pedro Leal Solís, entre otros.

El Hospital de Sisoguichi en los años 40.

Del archivo del Heraldo de Chihuahua, recogemos unas notas memorables de fines de los años 40, que registran los pesos exactos que empresarios chihuahuenses aportaron a la construcción del Hospital de Sisoguichi, movidos por una solidaria brigada de estudiantes de medicina que prestaron su servicio social en la Sierra Tarahumara. La nota referida explica que se formó un Comité pro construcción, presidido por el General Leandro A. Sánchez Salazar, Jefe de la Quinta Zona Militar, cuyo proyecto consistía en juntar 55 mil pesos, en 2 etapas, divididas en 22 mil y 33 mil cada una.

Los nombres de los donantes y las cantidades aportadas, fueron tal cual: 1,500 pesos Jorge Muñoz y Carlos Stege; Luis Laguette, Guillermo Porras, Jacobo Castro, Juan Morales, Miguel Olea y Carlos Sisniega, con 1,000 cada uno; Nabor Hernández con 500 pesos de antes de la devaluación de 1954. Adicionalmente, la nota informa que el gobernador Fernando Foglio, comprometió 5 mil pesos del presupuesto estatal y que fue nombrado presidente honorario del Comité.

Fundación y remodelación.

El Hospital de la Tarahumara de Sisoguichi se fundó el 3 de noviembre 1947 por el recién recibido doctor Adrián Quiroz Garza, oriundo de Monterrey, quien le solicitó al padre Jesuita Salvador Martínez Aguirre un terreno en la Misión para la construcción del nuevo Hospital, pues solo había existido un pequeño dispensario atendido por la hermana Flora González, de la Congregación de las Siervas del Sagrado Corazón y de los Pobres.

Muchos servicios ha brindado a las comunidades serranas y siempre parece poco lo hecho. La hermana Noemí Sandoval, de las Hijas mínimas de María, con sede en León, Guanajuato, y actual presidente del Consejo, recuerda que entre 2006 y 2007, la FECHAC, Soriana, Pfizer, Banamex, INTERCERAMIC, GCC y Wal-Mart, financiaron la renovación completa del Hospital. También nos refiere la vocalía que ejerció por años Pedro Leal Solís así como de las brigadas móviles médicas que organizó el médico en años previos a la pandemia.

La coyuntura crítica de 1995.

La emergencia económica ocasionada por la quiebra de la hacienda nacional en 1995, apareció junto a una sequía letal. La hambruna en la sierra fue mayor a lo conocido en mucho tiempo. El legendario padre Verplanken (la novela “No hay tal lugar” de Ignacio Solares lo convierte en leyenda), convocó a la ciudadanía a hacer algo por el prójimo más afectado. Por fortuna, su llamada encontró eco.

Víctor Almeida García, entre otros empresarios con raíces en la zona serrana, se propuso idear una intervención que fuera lo más sustentable y eficazmente posible. En esta empresa altruista también contó con el apoyo de la Fundación de Alfredo Harp Helú. Con varios miembros de ambas familias, conformaron la Fundación Vida Digna, dirigida por Silvia Almeida, con el apoyo de Liliana Abarca, abocada a la atención de problemas de salud, educación y desarrollo en las comunidades serranas.

Intervención odontológica. Foto: Cortesía | Nohemí Sandoval

Salud, educación y desarrollo comunitario.

La Fundación opera, primordialmente, en alianza con voluntarios y organizaciones de la Sociedad Civil, de las cuales destacamos los siguientes ejemplos. En el ámbito de la salud: el mencionado Hospital de la Tarahumara, la Clínica San Carlos y la Clínica Santa Teresita, centros de atención que se vuelven estratégicos por su ubicación entre el extenso y escarpado terreno. El pago de médicos y medicinas se suma al esfuerzo de las religiosas ya mencionadas que difícilmente podrían ser sustituidas en razón a su carisma y devoción.

Otra área sustantiva de trabajo conjunto es la educativa, en la que Vida Digna acompaña las asociaciones siguientes: Aldea Infantil Warupa, Amiga de la Obrera, Pro-Tarahumara I.B.P., Fundación Educativa, Fundación Chihuahua, Escuela de Rejogochi y Todos Hermanos. El apoyo va a los maestros, los gastos de internado y las becas de los estudiantes que atienden clases en los cinco días hábiles de educación, para regresar el fin de semana a sus casas.

En otro espacio hemos hablado de la obra social que varias organizaciones han desplegado en comunidades rarámuris, empotradas en acantilados o fincadas en hondas cañadas. Se trata de la construcción de cosechas de agua, presones y tinajas que se enclavan en el mismo terreno de origen, mecanismos sencillos pero difíciles de llevar a cabo por hallarse tan lejos de los medios disponibles. Las asociaciones CAPTAR y COFAM, apoyadas por algunas oficinas públicas como la JCAS, avanzan al ritmo de la voluntad de los pueblos y del voluntariado social.

Religiosas del hospital. Foto: Cortesía | Nohemí Sandoval

La dignidad humana, la solidaridad y la subsidiariedad.

De todos es conocida la dignidad que proyecta, en su habla y sus actos, el más pequeño de los rarámuris. Dice Carlos Montemayor que ellos se asumen como las columnas intemporales que sostienen el cielo. En ese sentido, nos “hacen un favor” preservando el ambiente en la sierra. Nada de lo mencionado arriba se hizo ni podría hacerse sin su consentimiento ni colaboración. Se impone el reconocimiento del principio de la dignidad humana. Y de la solidaridad, que se da cuando dos iguales cooperan para un fin común. Y de la subsidiariedad que ocurre cuando, quienes podemos, hacemos sólo aquello que nuestro asociado no puede, ni menos ni más. Así pues, la Vida Digna se procura mediante el acuerdo de comunidades humanistas y libres.

Toca el turno de las obras sociales de origen privado que están dedicadas a procurar la salud en la Sierra Tarahumara, especialmente para los habitantes de etnia rarámuri. Habíamos dicho que, desde 1903, la Amiga de la Obrera se dedicó a atender a niñas y jóvenes menesterosas, pero cada vez emergen más proyectos que poco a poco han ido cubriendo partes de la inmensa necesidad en las comunidades serranas.

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Aquí, mencionaremos esfuerzos en pro del Hospital de la Tarahumara y también unas notas destacadas de la Función Vida Digna, no obstante, someramente recordamos que ha habido esfuerzos como el de Ramiro Uranga Fernández, las giras de médicos estadunidenses que por décadas han auspiciado los clubes Rotarios, u obras más cercanas como las trazadas por la FECHAC o la de nuestro amigo, recientemente fallecido, el Dr. Pedro Leal Solís, entre otros.

El Hospital de Sisoguichi en los años 40.

Del archivo del Heraldo de Chihuahua, recogemos unas notas memorables de fines de los años 40, que registran los pesos exactos que empresarios chihuahuenses aportaron a la construcción del Hospital de Sisoguichi, movidos por una solidaria brigada de estudiantes de medicina que prestaron su servicio social en la Sierra Tarahumara. La nota referida explica que se formó un Comité pro construcción, presidido por el General Leandro A. Sánchez Salazar, Jefe de la Quinta Zona Militar, cuyo proyecto consistía en juntar 55 mil pesos, en 2 etapas, divididas en 22 mil y 33 mil cada una.

Los nombres de los donantes y las cantidades aportadas, fueron tal cual: 1,500 pesos Jorge Muñoz y Carlos Stege; Luis Laguette, Guillermo Porras, Jacobo Castro, Juan Morales, Miguel Olea y Carlos Sisniega, con 1,000 cada uno; Nabor Hernández con 500 pesos de antes de la devaluación de 1954. Adicionalmente, la nota informa que el gobernador Fernando Foglio, comprometió 5 mil pesos del presupuesto estatal y que fue nombrado presidente honorario del Comité.

Fundación y remodelación.

El Hospital de la Tarahumara de Sisoguichi se fundó el 3 de noviembre 1947 por el recién recibido doctor Adrián Quiroz Garza, oriundo de Monterrey, quien le solicitó al padre Jesuita Salvador Martínez Aguirre un terreno en la Misión para la construcción del nuevo Hospital, pues solo había existido un pequeño dispensario atendido por la hermana Flora González, de la Congregación de las Siervas del Sagrado Corazón y de los Pobres.

Muchos servicios ha brindado a las comunidades serranas y siempre parece poco lo hecho. La hermana Noemí Sandoval, de las Hijas mínimas de María, con sede en León, Guanajuato, y actual presidente del Consejo, recuerda que entre 2006 y 2007, la FECHAC, Soriana, Pfizer, Banamex, INTERCERAMIC, GCC y Wal-Mart, financiaron la renovación completa del Hospital. También nos refiere la vocalía que ejerció por años Pedro Leal Solís así como de las brigadas móviles médicas que organizó el médico en años previos a la pandemia.

La coyuntura crítica de 1995.

La emergencia económica ocasionada por la quiebra de la hacienda nacional en 1995, apareció junto a una sequía letal. La hambruna en la sierra fue mayor a lo conocido en mucho tiempo. El legendario padre Verplanken (la novela “No hay tal lugar” de Ignacio Solares lo convierte en leyenda), convocó a la ciudadanía a hacer algo por el prójimo más afectado. Por fortuna, su llamada encontró eco.

Víctor Almeida García, entre otros empresarios con raíces en la zona serrana, se propuso idear una intervención que fuera lo más sustentable y eficazmente posible. En esta empresa altruista también contó con el apoyo de la Fundación de Alfredo Harp Helú. Con varios miembros de ambas familias, conformaron la Fundación Vida Digna, dirigida por Silvia Almeida, con el apoyo de Liliana Abarca, abocada a la atención de problemas de salud, educación y desarrollo en las comunidades serranas.

Intervención odontológica. Foto: Cortesía | Nohemí Sandoval

Salud, educación y desarrollo comunitario.

La Fundación opera, primordialmente, en alianza con voluntarios y organizaciones de la Sociedad Civil, de las cuales destacamos los siguientes ejemplos. En el ámbito de la salud: el mencionado Hospital de la Tarahumara, la Clínica San Carlos y la Clínica Santa Teresita, centros de atención que se vuelven estratégicos por su ubicación entre el extenso y escarpado terreno. El pago de médicos y medicinas se suma al esfuerzo de las religiosas ya mencionadas que difícilmente podrían ser sustituidas en razón a su carisma y devoción.

Otra área sustantiva de trabajo conjunto es la educativa, en la que Vida Digna acompaña las asociaciones siguientes: Aldea Infantil Warupa, Amiga de la Obrera, Pro-Tarahumara I.B.P., Fundación Educativa, Fundación Chihuahua, Escuela de Rejogochi y Todos Hermanos. El apoyo va a los maestros, los gastos de internado y las becas de los estudiantes que atienden clases en los cinco días hábiles de educación, para regresar el fin de semana a sus casas.

En otro espacio hemos hablado de la obra social que varias organizaciones han desplegado en comunidades rarámuris, empotradas en acantilados o fincadas en hondas cañadas. Se trata de la construcción de cosechas de agua, presones y tinajas que se enclavan en el mismo terreno de origen, mecanismos sencillos pero difíciles de llevar a cabo por hallarse tan lejos de los medios disponibles. Las asociaciones CAPTAR y COFAM, apoyadas por algunas oficinas públicas como la JCAS, avanzan al ritmo de la voluntad de los pueblos y del voluntariado social.

Religiosas del hospital. Foto: Cortesía | Nohemí Sandoval

La dignidad humana, la solidaridad y la subsidiariedad.

De todos es conocida la dignidad que proyecta, en su habla y sus actos, el más pequeño de los rarámuris. Dice Carlos Montemayor que ellos se asumen como las columnas intemporales que sostienen el cielo. En ese sentido, nos “hacen un favor” preservando el ambiente en la sierra. Nada de lo mencionado arriba se hizo ni podría hacerse sin su consentimiento ni colaboración. Se impone el reconocimiento del principio de la dignidad humana. Y de la solidaridad, que se da cuando dos iguales cooperan para un fin común. Y de la subsidiariedad que ocurre cuando, quienes podemos, hacemos sólo aquello que nuestro asociado no puede, ni menos ni más. Así pues, la Vida Digna se procura mediante el acuerdo de comunidades humanistas y libres.

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