/ viernes 23 de julio de 2021

Empresarios & Sociedad: El Hospital Miguel Salas

Hacia 1904, y dedicada por completo a procurar la salud de los pobres, Carmen Salas decidió aplicar el usufructo de sus ricas haciendas a la beneficencia social.

En estos días de pandemia, la plaga se resiente más entre los pobres (los menos favorecidos, diría un políticamente correcto). Siempre ha sido así, las pestes avanzan más rápido con quien menos tiene. La diferencia es, ¿qué hacemos ante ello? ¿Qué respuesta anteponemos a la desgracia de los más necesitados? Vale la pena recordar lo que otros hicieron en su momento, no para repetir lo realizado, sino para inspirar las alternativas que los nuevos liderazgos han de proponer hoy día. Es lo que a Jorge Cruz Camberos, presidente de la COPARMEX, le parece más importante de la presente investigación. Ver atrás no tiene sentido, sino para enriquecer el presente y el futuro.

El banquero Miguel Salas

El señor Miguel Salas fue uno de los grandes patrones de fines de siglo XIX, con negocios agrícolas y bancarios. Fue uno de los propietarios del Banco Mexicano junto con José María Sánchez, Luis Faudoa, José González, Luis Terrazas, Ramón Asúnsolo y Francisco Maceyra. Sus haciendas se localizaban en la zona de los ríos Conchos y San Pedro: San Lucas, Delicias, Agua Chile, Espíritu Santo, Villalba y también en Ojinaga.

A fines del siglo, prematuramente viudo, enfermó gravemente. Entonces su hija Carmen, veló por su salud. Lo cuidó por más de quince años hasta que en 1902 concluyeron los días del empresario. Carmen, adolescente aún, había dedicado su juventud a su padre en aquellos años, aunque no solo había atendido a su progenitor, sino que a diario se volcaba en la atención de menesterosos y enfermos que, sabedores de su sensibilidad, acudían a ella para pedirle auxilio.

Carmen Salas, empresarios y gobierno estatal

Hacia 1904, y dedicada por completo a procurar la salud de los pobres, decidió aplicar el usufructo de sus ricas haciendas a la beneficencia social. Ella misma había sido alcanzada por la tuberculosis, plaga de aquel tiempo. De modo que llamó a su médico, Leandro M. Gutiérrez Mendoza; a su abogado, Eduardo Delhumeau; y a su caporal, Silvestre Meléndez, para dar curso a la instauración del Hospital Miguel Salas.

El 28 de julio de 1905 Enrique Creel, entonces gobernador del Estado, presentó la iniciativa de Ley de Beneficencia Privada que sirvió de marco legal para la configuración del Sanatorio Salas. El nosocomio ocupó la calle Ocampo frente al Parque Lerdo, en donde hoy día se encuentran las oficinas de la Junta Municipal de Agua y Saneamiento. Carmen mudó su residencia en esa misma avenida, casi esquina con la calle Victoria, para estar cerca de los necesitados.

Paradójicamente, la tuberculosis que minaba lentamente la vida de Carmen Salas, no pudo ser combatida favorablemente por las ciencias médicas; pero su voluntad y su aliento alcanzaron el tiempo para firmar la escritura del proyecto y heredar su espíritu altruista. Dispuso con generosidad de bienes y rentas para la atención oportuna y científica de los desvalidos. Murió a los 37 años de edad, luego de haberse entregado a los enfermos más pobres de Chihuahua.

Un testamento bien estructurado

El fondo propuesto para sostener al sanatorio fue administrado por una Junta, cuya presidencia ocupaba el gobernador del Estado: Enrique Creel. Cuatro vocalías descansaban en los señores Luis Terrazas Fuentes, Canuto Elías Morales, Leandro Gutiérrez Mendoza y Eduardo Delhumeau. En breve, la Junta acondicionó el inmueble con estancias, camas, gabinetes e instrumental. Gabino Cuilty, otro bienhechor, donó un módulo eléctrico para realizar tratamientos neurológicos y curaciones mediante corrientes galvánicas, farádicas y ultravioletas.

La gestión del sanatorio preveía que los médicos empleados en el nosocomio no cobraran honorarios por las consultas y que, en su caso, el Hospital atendiera gratuitamente a quienes tuviesen que internarse. Otros enfermos con posibilidades económicas, pagaban lo debido según los requerimientos. Todos los colaboradores del sanatorio trabajaban bajo la dirección del doctor Leandro M. Gutiérrez.

Escuela de enfermería

En esos años, Juan Terrazas Cuilty decidió apoyar económicamente la fundación de la Escuela de Enfermería, la primera en Chihuahua, que vino a fortalecer el funcionamiento del Hospital. Se creó así una dinámica de acciones virtuosas que incluyeron los dineros privados, la gestión pública eficaz, la competencia laboral y la intervención del voluntariado. Todos los sectores especializados concurrían óptimamente a la tarea de cuidar la salud de los más desfavorecidos. Fue, el Miguel Salas, un notable modelo de asistencia público, privado y social de alta calidad.

Foto: Cortesía | INAH

Etapas y desaparición

De 1905 a 1913 el nosocomio funcionó de manera adecuada y en él se practicaron cirugías y curaciones complicadas, exitosamente. De 1913 a 1920, durante la revolución, sufrió robos, destrozos y quebrantos. En 1914, casi todos los miembros de la Junta Administrativa salieron exiliados de Chihuahua, bajo amenaza de los jefes revolucionarios. Leandro M. Gutiérrez por su parte, aprovechó el tiempo y se doctoró de cirujano en la Sorbona.

Manuel H. Segovia, abogado y político de aquella época, en su resumen sobre el Hospital Salas establece que entre 1905 y 1920, la institución “ha prestado sus servicios a 30, 719 personas de las cuales apenas unas 270 fueron pensionadas. Proporcionó cama y todas las atenciones y celo de un personal cumplido a 1, 685 indigentes y atendió a 23, 523 enfermos”. Los informes demográficos reflejan que la capital contaba en 1910 con cerca de 40 mil habitantes, pero los pacientes del Miguel Salas, llegaban de distintas poblaciones del Estado.

En 1920, los gobernadores Ignacio Enríquez y Rómulo Alveláis, con el apoyo económico de Luis Terrazas Cuilty, recuperaron el buen ritmo. Así, Leandro M. Gutiérrez, en su informe de 1922 a la Junta Administrativa, refiere que en solo ese año se atendieron a 4 mil 824 enfermos. El sanatorio continuó atendiendo a los menesterosos por 10 años más, hasta que en el año de 1933, el general Rodrigo M. Quevedo, gobernador en turno, decretó la expropiación de las haciendas de la familia Salas para distribuirlas entre los colonos que dieron lugar al portento agrícola con cabecera en ciudad Delicias. Aquellos eran ya otros tiempos.

En estos días de pandemia, la plaga se resiente más entre los pobres (los menos favorecidos, diría un políticamente correcto). Siempre ha sido así, las pestes avanzan más rápido con quien menos tiene. La diferencia es, ¿qué hacemos ante ello? ¿Qué respuesta anteponemos a la desgracia de los más necesitados? Vale la pena recordar lo que otros hicieron en su momento, no para repetir lo realizado, sino para inspirar las alternativas que los nuevos liderazgos han de proponer hoy día. Es lo que a Jorge Cruz Camberos, presidente de la COPARMEX, le parece más importante de la presente investigación. Ver atrás no tiene sentido, sino para enriquecer el presente y el futuro.

El banquero Miguel Salas

El señor Miguel Salas fue uno de los grandes patrones de fines de siglo XIX, con negocios agrícolas y bancarios. Fue uno de los propietarios del Banco Mexicano junto con José María Sánchez, Luis Faudoa, José González, Luis Terrazas, Ramón Asúnsolo y Francisco Maceyra. Sus haciendas se localizaban en la zona de los ríos Conchos y San Pedro: San Lucas, Delicias, Agua Chile, Espíritu Santo, Villalba y también en Ojinaga.

A fines del siglo, prematuramente viudo, enfermó gravemente. Entonces su hija Carmen, veló por su salud. Lo cuidó por más de quince años hasta que en 1902 concluyeron los días del empresario. Carmen, adolescente aún, había dedicado su juventud a su padre en aquellos años, aunque no solo había atendido a su progenitor, sino que a diario se volcaba en la atención de menesterosos y enfermos que, sabedores de su sensibilidad, acudían a ella para pedirle auxilio.

Carmen Salas, empresarios y gobierno estatal

Hacia 1904, y dedicada por completo a procurar la salud de los pobres, decidió aplicar el usufructo de sus ricas haciendas a la beneficencia social. Ella misma había sido alcanzada por la tuberculosis, plaga de aquel tiempo. De modo que llamó a su médico, Leandro M. Gutiérrez Mendoza; a su abogado, Eduardo Delhumeau; y a su caporal, Silvestre Meléndez, para dar curso a la instauración del Hospital Miguel Salas.

El 28 de julio de 1905 Enrique Creel, entonces gobernador del Estado, presentó la iniciativa de Ley de Beneficencia Privada que sirvió de marco legal para la configuración del Sanatorio Salas. El nosocomio ocupó la calle Ocampo frente al Parque Lerdo, en donde hoy día se encuentran las oficinas de la Junta Municipal de Agua y Saneamiento. Carmen mudó su residencia en esa misma avenida, casi esquina con la calle Victoria, para estar cerca de los necesitados.

Paradójicamente, la tuberculosis que minaba lentamente la vida de Carmen Salas, no pudo ser combatida favorablemente por las ciencias médicas; pero su voluntad y su aliento alcanzaron el tiempo para firmar la escritura del proyecto y heredar su espíritu altruista. Dispuso con generosidad de bienes y rentas para la atención oportuna y científica de los desvalidos. Murió a los 37 años de edad, luego de haberse entregado a los enfermos más pobres de Chihuahua.

Un testamento bien estructurado

El fondo propuesto para sostener al sanatorio fue administrado por una Junta, cuya presidencia ocupaba el gobernador del Estado: Enrique Creel. Cuatro vocalías descansaban en los señores Luis Terrazas Fuentes, Canuto Elías Morales, Leandro Gutiérrez Mendoza y Eduardo Delhumeau. En breve, la Junta acondicionó el inmueble con estancias, camas, gabinetes e instrumental. Gabino Cuilty, otro bienhechor, donó un módulo eléctrico para realizar tratamientos neurológicos y curaciones mediante corrientes galvánicas, farádicas y ultravioletas.

La gestión del sanatorio preveía que los médicos empleados en el nosocomio no cobraran honorarios por las consultas y que, en su caso, el Hospital atendiera gratuitamente a quienes tuviesen que internarse. Otros enfermos con posibilidades económicas, pagaban lo debido según los requerimientos. Todos los colaboradores del sanatorio trabajaban bajo la dirección del doctor Leandro M. Gutiérrez.

Escuela de enfermería

En esos años, Juan Terrazas Cuilty decidió apoyar económicamente la fundación de la Escuela de Enfermería, la primera en Chihuahua, que vino a fortalecer el funcionamiento del Hospital. Se creó así una dinámica de acciones virtuosas que incluyeron los dineros privados, la gestión pública eficaz, la competencia laboral y la intervención del voluntariado. Todos los sectores especializados concurrían óptimamente a la tarea de cuidar la salud de los más desfavorecidos. Fue, el Miguel Salas, un notable modelo de asistencia público, privado y social de alta calidad.

Foto: Cortesía | INAH

Etapas y desaparición

De 1905 a 1913 el nosocomio funcionó de manera adecuada y en él se practicaron cirugías y curaciones complicadas, exitosamente. De 1913 a 1920, durante la revolución, sufrió robos, destrozos y quebrantos. En 1914, casi todos los miembros de la Junta Administrativa salieron exiliados de Chihuahua, bajo amenaza de los jefes revolucionarios. Leandro M. Gutiérrez por su parte, aprovechó el tiempo y se doctoró de cirujano en la Sorbona.

Manuel H. Segovia, abogado y político de aquella época, en su resumen sobre el Hospital Salas establece que entre 1905 y 1920, la institución “ha prestado sus servicios a 30, 719 personas de las cuales apenas unas 270 fueron pensionadas. Proporcionó cama y todas las atenciones y celo de un personal cumplido a 1, 685 indigentes y atendió a 23, 523 enfermos”. Los informes demográficos reflejan que la capital contaba en 1910 con cerca de 40 mil habitantes, pero los pacientes del Miguel Salas, llegaban de distintas poblaciones del Estado.

En 1920, los gobernadores Ignacio Enríquez y Rómulo Alveláis, con el apoyo económico de Luis Terrazas Cuilty, recuperaron el buen ritmo. Así, Leandro M. Gutiérrez, en su informe de 1922 a la Junta Administrativa, refiere que en solo ese año se atendieron a 4 mil 824 enfermos. El sanatorio continuó atendiendo a los menesterosos por 10 años más, hasta que en el año de 1933, el general Rodrigo M. Quevedo, gobernador en turno, decretó la expropiación de las haciendas de la familia Salas para distribuirlas entre los colonos que dieron lugar al portento agrícola con cabecera en ciudad Delicias. Aquellos eran ya otros tiempos.

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