Hace apenas dieciséis años, en buena hora, José Reyes Baeza encargó a la iniciativa privada el festejo de tres fiestas patrias: la fundación de Chihuahua, el inicio de la Independencia y el comienzo de la Revolución. Recordamos aquí algunas notas de lo que fue un movimiento ciudadano de gestión y apropiación de identidad cultural.
Arturo Chretin Sáenz, quien dirigió la Asociación de 2006 a 2013, nos relata que inicialmente Víctor Silva y José Luis García Mayagoitia, arrancaron aquel magnífico reto y que fue Jorge Cruz Russek quien desarrolló, a nivel estatal, la tarea de muchos empresarios, académicos, líderes sociales y funcionarios; una tarea eminentemente histórico cívica pero que evolucionó hacia un programa de compromiso social.
Aspectos de los inicios.
El Instituto Chihuahuense para la Cultura financió la operación de la oficina del Comité, que tuvo a bien convocar a los consejeros participantes que trabajaron como voluntarios. Una primera definición colectiva fue la división del estado en 13 regiones, de acuerdo con los mapas de desarrollo económico que la IP había trazado años antes, en las cuales se generaron igual número de consejos promotores de actividades. También definieron que los festejos tendrían tres dimensiones: el pasado, el presente y el futuro.
El empresario Santiago de las Casas Aguirre, asumió la presidencia del Comité regional de la ciudad de Chihuahua, un comité que destacó por el número y calidad de participantes, así como por los eventos conseguidos, en parte porque la ciudad capital cumplía 300 años de fundada y ello le añadía valor. Por eso, conjuntó ideas, efemérides y programas del gobierno federal y sumó a Matías Mesta Soulé, director de festejos del Municipio de Chihuahua.
Se constituyó un Consejo Consultivo Cultural con expertos que sesionaban cada quince días. Jorge Carrera, Carmen Almada, Marisa Sen, Carlos Fernández, José Pedro Gaytán, Fermín Ordóñez, Ernesto Visconti y Orlando Barraza, entre otros, produjeron materiales para la publicación de efemérides que seguían el calendario anual, y se publicaron en los diarios locales. Hubo convocatorias públicas para crear obras alusivas en pintura, música y otras artes, con una respuesta abundante de parte de la ciudadanía.
La recordación del pasado.
En Casas Grandes se destacó el patrimonio histórico antropológico de Paquimé. En Chihuahua se popularizaron, aún más, los trágicos sucesos de la Independencia con la ejecución de Miguel Hidalgo y los insurgentes. En Coyame, se recordó la caída del apache Victorio y, en Parral, se impulsaron las jornadas villistas que evolucionaron en proyectos de tipo turístico. En Cuauhtémoc, que incluyó la población de Riva Palacio, fueron un éxito las bodas del centauro norteño, bajo el liderazgo del empresario Mario Álvarez.
En ciudades o sitios que registraron brotes revolucionarios, previos a la guerra civil, se edificaron monumentos conmemorativos, como en Cuchillo Parado y en San Isidro. En este rubro, la convocatoria llamó a los arquitectos, a las facultades y los colegios respectivos, para concursar en los diseños de memoriales. Entre ellos decidían cuáles eran los mejores y ésos se levantaban para la rememoración. Igualmente, los profesionistas fueron los promotores y censores de los creativos carros alegóricos, con personajes bella y técnicamente trazados para una mejor alusión a las fiestas.
Un presente concretado.
A pesar de que no había presupuesto, se animó a las alcaldías a fin de fomentar las celebraciones. Manuel Alderete, propuso la realización de obras emblemáticas a base de consultas abiertas a la ciudadanía. En Parral, Héctor Jurado obtuvo recursos de grandes empresas para la construcción de un gran foro. En Ciudad Juárez se edificó el Museo de la Revolución en la Frontera, en donde la familia Muñoz fue pieza clave. En Jiménez se logró la restauración del cuartel, así como la estación de ferrocarril. El Comité integró tecnología, para esos años innovadora, mediante la creación de recorridos virtuales al calabozo de Hidalgo.
Y, de pronto, emergió la puesta en escena de la ópera Carmen en la Plaza de Toros, un plus del colectivo de ciudadanos. Héctor Valles consiguió el recinto, el Comité gestionó la participación de los artistas José Luis Ordóñez y Edgar Vivar para la interpretación; luego, Sebastián aportó el escenario y el maestro Rubio de la UACH dirigió el ballet para, todos juntos, lograr un evento extraordinario que fijó en el recuerdo esa fecha tan importante.
El futuro está haciéndose: Comunidad y Familia.
Después vino Chihuahua hacia el Futuro, una visión solidaria del porvenir, de la cual emergió la actual Asociación Comunidad y Familia, animada por Jorge Cruz, Enrique Hernández Botello, Ana de la Rosa y Ana García, entre otros. La idea vino de San Luis Potosí que, a su vez, se había adaptado de otra iniciativa de Chile, enfocaba a fortalecer el núcleo familiar de hogares menesterosos. El Comité visitó la Huasteca para estudiarlo directamente.
La metodología utilizaba una especie de juego de lotería que dejaba evidente quién hacía cada cosa en la familia, a base de tareas que se reconocían como propias. Evidentemente, surgía el desequilibrio de roles de la mamá, por encima del papá y los hijos. Enseguida venía la reflexión familiar que derivaba en una asunción más equitativa de cargas domésticas. Después, cada uno de los miembros, iba con otro hogar a replicar aquel agudo ejercicio, a fin de lograr una nueva conciencia en las comunidades participantes.
El Comité estatal desplegó este ejercicio en la zona de Tónachi y Cabórachi, en el Municipio de Guachochi. Posteriormente, bajo la presidencia de Luisa Camberos Revilla, se aplicó en la ciudad de Chihuahua y en Creel. Últimamente, en alianza con la JCAS y la asociación CAPTAR, este programa ha integrado los programas de cosechas de agua que fortalecen a los pueblos originarios de la sierra. No obstante, estas iniciativas apenas empiezan. El involucramiento de OSC especializadas en zona serrana, se vuelve indispensable. El futuro trazado por 3 siglos, 3 fiestas, aún está haciéndose, al ritmo de nuestra solidaridad emergente.