¿Cuál es el mayor golpe de suerte para un comerciante en este momento? ¿Ganar un millón de pesos? ¿Recuperar su negocio a como estaba antes de la pandemia? o ¿Que un cliente entre con cubrebocas a su establecimiento? Pareciera que las tres son buenas opciones, pero hoy los dependientes de Chihuahua están pidiendo a todos los santos por la tercera.
El cambio de semaforización trajo consigo la reapertura de cientos de tiendas y locales en la capital, los cuales han extremado labores en búsqueda de continuar abiertos, como colocar letreros, gel antibacterial, y tapetes de sanitización en las puertas, pero esto no es suficiente para calmar su preocupación.
Silvia es dueña de una peluquería que se ubica en la calle 2a y Media, en el primer cuadro de la ciudad, ella junto a su hermana y su hijo atienden a los clientes que buscan un corte de cabello, con o sin pandemia, y es una de las temerosas de que un inspector clausure su negocio porque doña Lupe entró al salón, sin cubrebocas para no asustar más a su chamaco, mientras llora porque le cortan el cabello.
A su vez, Silvia sabe que cortarle el cabello a un niño es un riesgo de gran importancia, ya que los niños pueden ser portadores asintomáticos del virus que la mantuvo a su familia y a ella encerrados durante 70 días, haciendo cortes de cabello de forma clandestina en su salón, al mantener la cortina cerrada y atendiendo únicamente sobre pedido.
Pero así es el negocio y debe de seguir atendiendo con el miedo latente, al igual que Alejandra, la cajera de una tienda de cosméticos y artículos de belleza que se ubica sobre la avenida Niños Héroes, casi esquina con la calle 4ta, donde las personas interesadas en algún producto entran la mayor parte del tiempo sin cubrebocas.
Alejandra calcula que el 80% de las veces debe de pedirle a la gente que se ponga el aditamento para entrar, que sólo entren de uno por uno, y que las demás personas esperen en la parte de afuera del establecimiento para evitar un regaño de sus jefes, o una clausura del negocio donde fue contratada tras ser desocupada de la maquila, al inicio de la cuarentena.
Pero ella sabe que no van a hacer caso, por lo que deberá de poner cara de enojada, y pedir que se salgan de la tienda, mismo procedimiento que realiza don Arturo, el tendero de un puesto de venta de pantalones, ubicado en lo que antes era el Mercado Popular, ubicado en la Niños Héroes, el cual se quemó hace ya un año.
El puesto de don Arturo tiene las prendas de vestir colgadas de la pared, gracias al uso de ganchos de metal, lo que causa que la gente entre para ver toda la mercancía, por lo que él y su sobrino deben de pedir a la gente que entren de uno por uno, con el uso de tapabocas para evitar sanciones, clausuras o cierres, como el que se llevó a cabo a inicios del mes de mayo, cuando fueron colocadas pegatinas en las entradas, para evitar las aperturas.
Este es el temor que viven los comerciantes del centro, norte y sur de Chihuahua, al haber pasado de un color rojo triste, a un naranja esperanza, en el semáforo que determina si ellos pueden llevar dinero y comida a sus casas, o si regresan con las manos vacías y un cierre indefinido.
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