/ martes 4 de agosto de 2020

Intensamente | Me comí como un kilo de perico: Jorge Medina

El exvocalista de La Arrolladora Banda El Limón ha vivido en carne propia la gloria y el infierno de la popularidad

Jorge Medina ha vivido en carne propia la gloria y el infierno de la popularidad.

Durante dos décadas, dio la cara -y la voz- por uno de los conjuntos más populares de la llamada música de banda: La Arrolladora Banda El Limón; una marca que pone a prueba los estándares de resonancia de cualquiera, con casi 20 millones de seguidores en Facebook y casi cinco en Spotify, por mencionar sólo dos plataformas.

A casi un lustro de su salida del conjunto, y después de pasar por los periodos de luto y asimilación, el artista se encuentra concentrado en su carrera solista y, ya superada la experiencia con el conjunto que le dio fama y fortuna, nos ayuda a ver cómo es realmente la vida dentro de esas grandes ligas del mainstream.

Jorge comienza por contarnos que, a diferencia de la mayoría de sus colegas, él realmente no quería dedicarse a ser cantante, y que su ingreso a las grandes ligas de la música popular iba a ser solo por un periodo de seis meses.

Recuerda que estando recién casado, se desempeñaba en otras áreas que no tienen que ver con la música y que sólo cantaba en un discoteque los fines de semana para complementar sus ingresos. Pero esa situación cambió cuando don René Camacho, el fundador de la Arrolladora, le pidió sustituir al anterior cantante de la banda temporalmente. Al principio dudó, pero como su situación económica no era buena, aceptó la invitación en octubre de 1996.

“Nos fuimos de gira en diciembre y yo lloré, porque toda mi vida había pasado la Navidad en el rancho; sentía que me iba a morir y pensaba: 'llegando a la casa ya no vuelvo'. Pero cuando llegamos, empezamos a grabar un disco... Yo mostré una canción que había escrito, llamada Se me cansó el corazón, que se convertiría en mi primer éxito con la banda, así que dije: 'bueno, de aquí soy. Aquí me quedo'”.

LOS INICIOS

En su primera etapa con La Arrolladora, recuerda que se ganó la confianza de sus compañeros, quienes rápidamente lo tomaron en cuenta como compositor y que pronto surgió un buen ambiente para construir en conjunto.

“Empecé a tomarme mi carrera muy en serio y a trabajar con total disposición. Me apasionó mucho el proyecto y lo di todo; fueron surgiendo los discos, con canciones mías en cada uno; grabé 22 discos... Muchos logros y mucho bueno que contar”.

“La gente piensa que todo fue fácil, pero no. Soñábamos con grandes foros, pero no siempre se nos daban. La primera vez que fui con ellos a la Ciudad de México no había más de 100 personas en el público... pero tocábamos, y yo les decía: estas gentes van a traer más gentes; el ánimo no decaía. Me tocó conocer Las Vegas, y aunque me daba cuenta de que la banda no era conocida en todas partes, era un reto”.

“Fue un proceso lento, pero vimos los frutos. Con Los Puritos Huesos llegamos a otros lugares, y a tener llenos en Centroamérica, y a formalizar más todo, siempre creciendo... Ganamos un premio Billboard por la canción De ti exclusivo y de ahí ya no hubo quien nos parara”.

Recuerda que luego llegaron los llenos en Nueva York, ciudad que él siempre había deseado conocer: “Fue un fenómeno increíble, de muchas emociones; una revolución, porque no tienes vida, formas parte de la vida de la gente, y en consecuencia viene el desbalance familiar y la parte donde te atrapa todo eso”.

-Más allá del glamour, ¿cómo viviste un éxito de esas proporciones?

-Trabajar en una banda siempre va a ser complicado, en cualquier etapa: Primero, porque no ganas dinero, y luego por la promoción, que hay gente a la que no le gusta.... En el camino se queda mucha gente, porque hay que a veces terminas a las 4:00 am y tienes que levantarte a las 7:00... Te vas de gira y dejas a tu familia por tres meses. Yo no vi empezar a caminar a ninguno de mis hijos, son cosas de las que me perdí... Y había una ley: nada de graduaciones, cumpleaños, aniversarios. Lo sacrificas todo por ir a un lugar, por la oportunidad de estar en un programa, pero tienes que escoger: quieres esto o aquello. La vida se te va en crecer, y cuando lo logras, tienes contados momentos para disfrutar con tu familia.

EL OCASO

“Como a los 14 años de estar en la banda me rebelé, porque tocamos 10 años seguidos, y nunca pasé una Navidad en mi casa... Un día, ya empoderado, les dije: No voy a trabajar en Navidad ni en año nuevo, búsquense otro cantante. Con esa confianza nos hablábamos.

Pero hay otras cuestiones que la gente no puede ver: cuando la banda crece, esto se convierte en una especie de reality show, donde hay muchas diferencias de ideas, de comida, de horas de dormir, y te pueden pasar dos cosas: o te haces familia de ellos, o se convierten en tus enemigos”.

-También hubo muchos excesos ahí.

-Sí... Después, ya tienes dinero, pero no tienes tiempo de disfrutarlo, y todo te mueve el tapete... Es como un terremoto de 9.5, porque vienes de un pueblo, donde no te diste cuenta pero eras pobre, y cuando llega el dinero, sientes que todo lo puedes. Empecé a tomar alcohol a los 26 años, porque pues había que festejar los logros, pero empieza una parte de tu vida en la que te desbalanceas totalmente. A los 30 (años) mi esposa me dejó porque yo no dejaba de tomar... Probé las drogas sólo por jugar, pero me atrapó; de los 28 a los 30 solamente, aunque nadie me indujo...

Lo hice solo, porque era normal dentro del medio... Y lo sigue siendo.

“Ahora lo hablo claramente con mis hijos, cuando me dicen: 'Ya no tomes tanto café', y yo les digo: '¡Me comí como un kilo de perico del 1 al 22 de diciembre y no me morí... No me va a pasar nada con dos cafés!'... Cotorreo con ellos, para que sepan que fue algo que me hizo mucho mal”.

-¿Cómo recuerdas esa etapa?

-Es un mundo medio oscuro, estar en un ambiente famoso. Te saca ese lado oscuro que todos tenemos por dentro; porque además todo te lo regalan, todo te lo ponen ahí... Todo, absolutamente todo está ahí. El diablo te pone el plato, pero no te obliga a que te lo comas... Yo sí me lo comí, pero me duró muy poco. La vida me dio mi primera sacudida de verdad cuando mi esposa me dejó, entonces me metí en una clínica de rehabilitación para dejar las drogas y el alcohol.

“Ya todo era sold out... Ya ni me extrañaba: San José, San Francisco, Oakland, México; en todos lados sold out... Era una vida muy agitada, más bien no era vida: no tenía tiempo ni de fumarme un cigarro.

CUARTOSCURO

Decía don Antonio Aguilar que la voz hablada es el peor amigo de la voz cantada, y yo hablaba todo el día, porque todo el día teníamos entrevistas... Así que llegaba al concierto hecho pedazos... Durante ocho años o nueve años hicimos como 268 conciertos anuales, en promedio... Mi voz y mi cuerpo estaban cansados”.

-No suena nada glamoroso.

-Y como viajas mucho, la gente te dice:

'¡Qué padre!'. ¿Pero sabes cuántas ciudades pisé sin siquiera conocer un sólo lugar? Como dos mil lugares. Nunca conoces ningún lugar, porque llegas, tocas, atiendes compromisos con la prensa, y estás cansado... Te duermes, y luego ya no estás ahí, porque ya te fuiste a otro lado...

Yo llegaba a mi casa con una depresión terrible; me ponía la pijama y no salía, porque venía engentado; sólo quería descansar y abrazar a mis hijos.

"Ahí entendí que los Beatles no se separaron porque no se quisieran, sino porque era demasiado lo que vivían. La gente no se desmaya en los conciertos por la emoción, sino porque están apretados y no pueden respirar. Hay un momento en la carrera en que pones la palanca de automático y sólo caminas. Cuando yo descubrí que estaba caminando así, me salí.

Jorge recuerda que incluso hubo un momento en el que Julio Preciado salió de la banda El Recodo, y lo llamaron a él para evaluar la posibilidad de invitarlo, pero que no accedió, por lealtad a su banda.

“Me preguntaron si estaba seguro, y como les respondí que sí, me dijeron: 'Entonces sigue con la banda en la que estás, vas muy bien'".

“PERSONA DE CONFIANZA”

Jorge ya se había ganado un lugar, aparentemente protagónico y de total confianza, aunque rápidamente la realidad se encargaría de abrirle los ojos:

“Cuidado cuando seas una persona de confianza, porque eres la más fácil de correr... Y yo era una persona de confianza.

No voy a decir que no vieron por mí, al contrario: hicieron mucho por mí, pero eso me hizo pensar que yo era un socio o alguien muy allegado a ellos, hasta que una vez me prohibieron hacer un dueto con Jenni Rivera... Ahí comenzaron a chocar mis sueños con los suyos... Luego viene una invitación a tocar en Japón, ¡Japón!

Algo que era currículum e historia para la banda, y ahí me di cuenta que a ellos sólo les importaba el dinero, que pensaban algo así como: 'Estoy ganando mucho dinero en México, ¿a qué voy a Japón si voy a gastar?' París, Australia, pudimos haber hecho un montón de cosas, pero empezamos a chocar. Me di cuenta de que lo que yo pensara o sugiriera no importaba”. Luego comenzaron las prohibiciones.

Llegó un momento en el que el cantante ya no tenía permitido dar entrevistas ni fotos para nadie. Al respecto, sus compañeros decían que él no representaba a La Arrolladora. La gente de su disquera recuerda que en ese periodo había mucha tensión cuando estaban todos los integrantes en un mismo lugar.

“Creo que salí en tantos escándalos, que de repente mi nombre sonaba más por esos escándalos, que por la misma Arrolladora. Mi nombre salía por todos lados, y no sé si eso les molestó. Todo lo que yo hacía en mi vida personal sobrepasaba al proyecto... Yo trataba de ya no hablar, para no incomodar, hasta que un día en una entrevista me dijeron: 'Oye, ¡déjanos hablar!' Y yo dije: 'Pero no les preguntan nada a ustedes... ¡y si les preguntan, no contestan!' Porque si nos hacían una pregunta de política, todos se quedaban callados; nos llegaban a preguntar cosas sobre el PRI, sobre el PAN, o sobre el narco”.

-Ya que tocas el tema, ¿hubo encuentros con el narco?

Una vez, en un palenque... Nadie lo planeó, pero llegó un personaje que saludó y nos dijo: “Mucho gusto, soy Fulano...

¿Quién es el encargado de la banda?” Pero no había ningún encargado, y le dije que yo. Quería que cuando se fuera la gente, la banda se quedara con él... Así que al terminar el baile me meto al camerino, tomo un trago, saco una guitarra y les mando a decir a los demás que se vayan, para no arriesgarlos a todos. Me pregunta por la banda, pero yo me encargo del asunto y lo tengo ahí, cante y cante, tome y tome... Al día siguiente, sale una nota en la que dicen que salí perdido, casi en hombros, a las 9 de la mañana... Y luego me llaman a la oficina y me dicen: “¿Qué piensas hacer con tu vida y con los excesos?” A ver, para empezar, quiero que tú te pares en el palenque y digas que no...

Quiero que alguien más, cuando les pregunten quién es el encargado, se haga cargo... Ahí me di cuenta de que sólo les importaba su imagen, no la mía... No sabían lo que había pasado; yo me hice amigo de esa persona por ese día y nunca lo volví a ver, gracias a Dios, pero seguramente le caí bien, por haber sido amable.

LECCIÓN DE AUTOESTIMA

“Otro día me dijeron: Oye tengo un problema con una mujer, muy poderosa dentro de la industria, necesito que vayas a cenar con ella... Ese episodio fue muy odioso para mí, y les dije: '¡No soy tu edecán!', pero para eso les servía... Mi detonante fue una vez que tenía un fin de semana libre, y como tenía mucho que arreglar con mi familia, pagué hotel, avión y todo para irnos a Hawai, y luego me llaman para decirme que tengo una fecha, y que me regrese porque no la pueden cancelar. Así que me regreso, y cuando llego me dicen: “Ah, te hubieras quedado, se canceló el evento”. Perdí las vacaciones y me di cuenta de que era una ficha, como todos los demás, como en algún momento escuché: “todos son fichas, y que La Arrolladora eran sólo fulano y fulano" y que todo lo demás se podía mover. Así que toqué con ellos en Coahuila, y el 26 de julio de 2016 dije adiós... Yo amaba el proyecto, pero tuve que aprender a quererme.

"Luego me decían los periodistas: '¿Y cómo quedaron? ¿Qué no eran socios?'. Yo les decía: 'Ah, ya lo resolvimos'. Nunca dije nada, pero no me pagaron 20 años de servicio; que Dios los bendiga...”



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Jorge Medina ha vivido en carne propia la gloria y el infierno de la popularidad.

Durante dos décadas, dio la cara -y la voz- por uno de los conjuntos más populares de la llamada música de banda: La Arrolladora Banda El Limón; una marca que pone a prueba los estándares de resonancia de cualquiera, con casi 20 millones de seguidores en Facebook y casi cinco en Spotify, por mencionar sólo dos plataformas.

A casi un lustro de su salida del conjunto, y después de pasar por los periodos de luto y asimilación, el artista se encuentra concentrado en su carrera solista y, ya superada la experiencia con el conjunto que le dio fama y fortuna, nos ayuda a ver cómo es realmente la vida dentro de esas grandes ligas del mainstream.

Jorge comienza por contarnos que, a diferencia de la mayoría de sus colegas, él realmente no quería dedicarse a ser cantante, y que su ingreso a las grandes ligas de la música popular iba a ser solo por un periodo de seis meses.

Recuerda que estando recién casado, se desempeñaba en otras áreas que no tienen que ver con la música y que sólo cantaba en un discoteque los fines de semana para complementar sus ingresos. Pero esa situación cambió cuando don René Camacho, el fundador de la Arrolladora, le pidió sustituir al anterior cantante de la banda temporalmente. Al principio dudó, pero como su situación económica no era buena, aceptó la invitación en octubre de 1996.

“Nos fuimos de gira en diciembre y yo lloré, porque toda mi vida había pasado la Navidad en el rancho; sentía que me iba a morir y pensaba: 'llegando a la casa ya no vuelvo'. Pero cuando llegamos, empezamos a grabar un disco... Yo mostré una canción que había escrito, llamada Se me cansó el corazón, que se convertiría en mi primer éxito con la banda, así que dije: 'bueno, de aquí soy. Aquí me quedo'”.

LOS INICIOS

En su primera etapa con La Arrolladora, recuerda que se ganó la confianza de sus compañeros, quienes rápidamente lo tomaron en cuenta como compositor y que pronto surgió un buen ambiente para construir en conjunto.

“Empecé a tomarme mi carrera muy en serio y a trabajar con total disposición. Me apasionó mucho el proyecto y lo di todo; fueron surgiendo los discos, con canciones mías en cada uno; grabé 22 discos... Muchos logros y mucho bueno que contar”.

“La gente piensa que todo fue fácil, pero no. Soñábamos con grandes foros, pero no siempre se nos daban. La primera vez que fui con ellos a la Ciudad de México no había más de 100 personas en el público... pero tocábamos, y yo les decía: estas gentes van a traer más gentes; el ánimo no decaía. Me tocó conocer Las Vegas, y aunque me daba cuenta de que la banda no era conocida en todas partes, era un reto”.

“Fue un proceso lento, pero vimos los frutos. Con Los Puritos Huesos llegamos a otros lugares, y a tener llenos en Centroamérica, y a formalizar más todo, siempre creciendo... Ganamos un premio Billboard por la canción De ti exclusivo y de ahí ya no hubo quien nos parara”.

Recuerda que luego llegaron los llenos en Nueva York, ciudad que él siempre había deseado conocer: “Fue un fenómeno increíble, de muchas emociones; una revolución, porque no tienes vida, formas parte de la vida de la gente, y en consecuencia viene el desbalance familiar y la parte donde te atrapa todo eso”.

-Más allá del glamour, ¿cómo viviste un éxito de esas proporciones?

-Trabajar en una banda siempre va a ser complicado, en cualquier etapa: Primero, porque no ganas dinero, y luego por la promoción, que hay gente a la que no le gusta.... En el camino se queda mucha gente, porque hay que a veces terminas a las 4:00 am y tienes que levantarte a las 7:00... Te vas de gira y dejas a tu familia por tres meses. Yo no vi empezar a caminar a ninguno de mis hijos, son cosas de las que me perdí... Y había una ley: nada de graduaciones, cumpleaños, aniversarios. Lo sacrificas todo por ir a un lugar, por la oportunidad de estar en un programa, pero tienes que escoger: quieres esto o aquello. La vida se te va en crecer, y cuando lo logras, tienes contados momentos para disfrutar con tu familia.

EL OCASO

“Como a los 14 años de estar en la banda me rebelé, porque tocamos 10 años seguidos, y nunca pasé una Navidad en mi casa... Un día, ya empoderado, les dije: No voy a trabajar en Navidad ni en año nuevo, búsquense otro cantante. Con esa confianza nos hablábamos.

Pero hay otras cuestiones que la gente no puede ver: cuando la banda crece, esto se convierte en una especie de reality show, donde hay muchas diferencias de ideas, de comida, de horas de dormir, y te pueden pasar dos cosas: o te haces familia de ellos, o se convierten en tus enemigos”.

-También hubo muchos excesos ahí.

-Sí... Después, ya tienes dinero, pero no tienes tiempo de disfrutarlo, y todo te mueve el tapete... Es como un terremoto de 9.5, porque vienes de un pueblo, donde no te diste cuenta pero eras pobre, y cuando llega el dinero, sientes que todo lo puedes. Empecé a tomar alcohol a los 26 años, porque pues había que festejar los logros, pero empieza una parte de tu vida en la que te desbalanceas totalmente. A los 30 (años) mi esposa me dejó porque yo no dejaba de tomar... Probé las drogas sólo por jugar, pero me atrapó; de los 28 a los 30 solamente, aunque nadie me indujo...

Lo hice solo, porque era normal dentro del medio... Y lo sigue siendo.

“Ahora lo hablo claramente con mis hijos, cuando me dicen: 'Ya no tomes tanto café', y yo les digo: '¡Me comí como un kilo de perico del 1 al 22 de diciembre y no me morí... No me va a pasar nada con dos cafés!'... Cotorreo con ellos, para que sepan que fue algo que me hizo mucho mal”.

-¿Cómo recuerdas esa etapa?

-Es un mundo medio oscuro, estar en un ambiente famoso. Te saca ese lado oscuro que todos tenemos por dentro; porque además todo te lo regalan, todo te lo ponen ahí... Todo, absolutamente todo está ahí. El diablo te pone el plato, pero no te obliga a que te lo comas... Yo sí me lo comí, pero me duró muy poco. La vida me dio mi primera sacudida de verdad cuando mi esposa me dejó, entonces me metí en una clínica de rehabilitación para dejar las drogas y el alcohol.

“Ya todo era sold out... Ya ni me extrañaba: San José, San Francisco, Oakland, México; en todos lados sold out... Era una vida muy agitada, más bien no era vida: no tenía tiempo ni de fumarme un cigarro.

CUARTOSCURO

Decía don Antonio Aguilar que la voz hablada es el peor amigo de la voz cantada, y yo hablaba todo el día, porque todo el día teníamos entrevistas... Así que llegaba al concierto hecho pedazos... Durante ocho años o nueve años hicimos como 268 conciertos anuales, en promedio... Mi voz y mi cuerpo estaban cansados”.

-No suena nada glamoroso.

-Y como viajas mucho, la gente te dice:

'¡Qué padre!'. ¿Pero sabes cuántas ciudades pisé sin siquiera conocer un sólo lugar? Como dos mil lugares. Nunca conoces ningún lugar, porque llegas, tocas, atiendes compromisos con la prensa, y estás cansado... Te duermes, y luego ya no estás ahí, porque ya te fuiste a otro lado...

Yo llegaba a mi casa con una depresión terrible; me ponía la pijama y no salía, porque venía engentado; sólo quería descansar y abrazar a mis hijos.

"Ahí entendí que los Beatles no se separaron porque no se quisieran, sino porque era demasiado lo que vivían. La gente no se desmaya en los conciertos por la emoción, sino porque están apretados y no pueden respirar. Hay un momento en la carrera en que pones la palanca de automático y sólo caminas. Cuando yo descubrí que estaba caminando así, me salí.

Jorge recuerda que incluso hubo un momento en el que Julio Preciado salió de la banda El Recodo, y lo llamaron a él para evaluar la posibilidad de invitarlo, pero que no accedió, por lealtad a su banda.

“Me preguntaron si estaba seguro, y como les respondí que sí, me dijeron: 'Entonces sigue con la banda en la que estás, vas muy bien'".

“PERSONA DE CONFIANZA”

Jorge ya se había ganado un lugar, aparentemente protagónico y de total confianza, aunque rápidamente la realidad se encargaría de abrirle los ojos:

“Cuidado cuando seas una persona de confianza, porque eres la más fácil de correr... Y yo era una persona de confianza.

No voy a decir que no vieron por mí, al contrario: hicieron mucho por mí, pero eso me hizo pensar que yo era un socio o alguien muy allegado a ellos, hasta que una vez me prohibieron hacer un dueto con Jenni Rivera... Ahí comenzaron a chocar mis sueños con los suyos... Luego viene una invitación a tocar en Japón, ¡Japón!

Algo que era currículum e historia para la banda, y ahí me di cuenta que a ellos sólo les importaba el dinero, que pensaban algo así como: 'Estoy ganando mucho dinero en México, ¿a qué voy a Japón si voy a gastar?' París, Australia, pudimos haber hecho un montón de cosas, pero empezamos a chocar. Me di cuenta de que lo que yo pensara o sugiriera no importaba”. Luego comenzaron las prohibiciones.

Llegó un momento en el que el cantante ya no tenía permitido dar entrevistas ni fotos para nadie. Al respecto, sus compañeros decían que él no representaba a La Arrolladora. La gente de su disquera recuerda que en ese periodo había mucha tensión cuando estaban todos los integrantes en un mismo lugar.

“Creo que salí en tantos escándalos, que de repente mi nombre sonaba más por esos escándalos, que por la misma Arrolladora. Mi nombre salía por todos lados, y no sé si eso les molestó. Todo lo que yo hacía en mi vida personal sobrepasaba al proyecto... Yo trataba de ya no hablar, para no incomodar, hasta que un día en una entrevista me dijeron: 'Oye, ¡déjanos hablar!' Y yo dije: 'Pero no les preguntan nada a ustedes... ¡y si les preguntan, no contestan!' Porque si nos hacían una pregunta de política, todos se quedaban callados; nos llegaban a preguntar cosas sobre el PRI, sobre el PAN, o sobre el narco”.

-Ya que tocas el tema, ¿hubo encuentros con el narco?

Una vez, en un palenque... Nadie lo planeó, pero llegó un personaje que saludó y nos dijo: “Mucho gusto, soy Fulano...

¿Quién es el encargado de la banda?” Pero no había ningún encargado, y le dije que yo. Quería que cuando se fuera la gente, la banda se quedara con él... Así que al terminar el baile me meto al camerino, tomo un trago, saco una guitarra y les mando a decir a los demás que se vayan, para no arriesgarlos a todos. Me pregunta por la banda, pero yo me encargo del asunto y lo tengo ahí, cante y cante, tome y tome... Al día siguiente, sale una nota en la que dicen que salí perdido, casi en hombros, a las 9 de la mañana... Y luego me llaman a la oficina y me dicen: “¿Qué piensas hacer con tu vida y con los excesos?” A ver, para empezar, quiero que tú te pares en el palenque y digas que no...

Quiero que alguien más, cuando les pregunten quién es el encargado, se haga cargo... Ahí me di cuenta de que sólo les importaba su imagen, no la mía... No sabían lo que había pasado; yo me hice amigo de esa persona por ese día y nunca lo volví a ver, gracias a Dios, pero seguramente le caí bien, por haber sido amable.

LECCIÓN DE AUTOESTIMA

“Otro día me dijeron: Oye tengo un problema con una mujer, muy poderosa dentro de la industria, necesito que vayas a cenar con ella... Ese episodio fue muy odioso para mí, y les dije: '¡No soy tu edecán!', pero para eso les servía... Mi detonante fue una vez que tenía un fin de semana libre, y como tenía mucho que arreglar con mi familia, pagué hotel, avión y todo para irnos a Hawai, y luego me llaman para decirme que tengo una fecha, y que me regrese porque no la pueden cancelar. Así que me regreso, y cuando llego me dicen: “Ah, te hubieras quedado, se canceló el evento”. Perdí las vacaciones y me di cuenta de que era una ficha, como todos los demás, como en algún momento escuché: “todos son fichas, y que La Arrolladora eran sólo fulano y fulano" y que todo lo demás se podía mover. Así que toqué con ellos en Coahuila, y el 26 de julio de 2016 dije adiós... Yo amaba el proyecto, pero tuve que aprender a quererme.

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