Con profunda tristeza, la Catedral Metropolitana de Chihuahua fue el recinto donde se despidió a Roberto Luján Uranga, ante el pleno del clero con decenas de sacerdotes, religiosas y religiosos, diáconos, autoridades civiles, feligresía, y principalmente la familia del sacerdote, despidieron sus restos mortales, en acción de gracias por su vida, y la esperanza de volverse a encontrar en la Casa del Padre.
En la misa de exequias estuvieron presentes cuatro obispos de la Provincia Eclesiástica de Chihuahua, en la ceremonia presidida por el arzobispo Don Constancio Miranda Weckmann, quienes despidieron a su hermano sacerdote, y también al amigo, querido y admirado por sus muchos dones, pero principalmente, por su fidelidad a Dios. Decenas de seminaristas, -muchos conmovidos hasta las lágrimas-, despidieron al Padre Beto, muy querido en el Seminario; además de más de un centenar de sacerdotes, quienes vestían su vestimenta blanca, para despedir a su hermano sacerdote.
Así mismo, el presidente municipal de Chihuahua, Marco Antonio Bonilla Mendoza, acompañado de su esposa, Karina Olivas; la presidenta del DIF Estatal Chihuahua, María Eugenia Galván Antillón; y como parte de su familia, la titular de la Secretaría del Trabajo del Gobierno de México, Luisa María Alcalde Luján.
Al arribo del féretro al sagrado recinto, fue recibido por Monseñor Miranda Weckmann en la puerta principal, de la Catedral Metropolitana, donde expresó la profunda tristeza de despedir al sacerdote Roberto Luján Uranga, quien hasta el momento de su muerte por un infarto al corazón, fue el responsable de las cuestiones legales de la Arquidiócesis de Chihuahua, y párroco de Santo Niño de Atocha.
El sacerdote rector del Seminario Arquidiocesano de Chihuahua, Leopoldo Prieto Rivero, se sentó ante el altar, junto con los cuatro obispos y el arzobispo Constancio Miranda, y ofreció un mensaje durante la homilía, relató que las últimas fiestas que festejó con gozo, fue su Aniversario Sacerdotal número 25, y el pasado viernes, su cumpleaños.
“El Padre Beto pidió que se pusiera como epitafio el versículo que dice que llevamos tesoros en estas vasijas de barro. Debemos ser conscientes de que somos barro, débiles, pecadores; y que este tesoro que Dios le confió por el sacramento del orden sacerdotal, lo llevaba en su fragilidad. Ese poder de Dios que salva, que alivia, que viene a nosotros a través de este barro, que somos los sacerdotes. Ahora, en estos momentos en que celebramos la Santa Misa, para pedir el descanso de nuestro Padre Beto, nos consuela la promesa de la futura inmortalidad que ha sido sembrada en él, por las eucaristías, celebradas, recibidas y adoradas que él presidió”, dijo el padre Polo.
Agradeció al Padre Beto su interés en hacer el bien, transmitir la fe y el amor a Jesucristo, a través de su ministerio presbiteral.
“Que San Pedro de Jesús Maldonado a quien le tenía devoción, interceda por el Padre Beto, para que él también tenga como cumplimiento su corazón en el Cielo. Descansa en paz, Betito. Hoy damos gloria al Padre que está en los cielos por todas las buenas obras que hiciste, que el Señor premie todos tus desvelos, oraciones, servicios, como fiel sacerdote suyo que fuiste, a lo largo de toda tu vida”, dijo con emoción que quebraba su voz el rector del Seminario.
Al final de la ceremonia, el obispo César Alfonso Ortega, compartió unas palabras a los congregados en su misa exequial.
“El Padre Beto fue un sacerdote fiel. Fiel a Dios, a su ministerio, a la Iglesia, a sus convicciones, a su trabajo diario, a sus deberes; fidelidad manifestada en la obediencia a sus obispos, al respeto de las cosas sagradas, pero sobre todo a la búsqueda de la voluntad de Dios”, afirmó el obispo César Alfonso Ortega, y después, en forma de poema, compartió los versos que inician con las palabras, “Cuando un amigo se va…”.
Luego, en nombre de la familia, uno de los hermanos del Pbro. Roberto Luján Uranga, agradeció a todos los presentes por acudir a la despedida de su hermano; y dio gracias a Dios por su vida y el ejemplo y amor que dejó entre quienes tuvieron la bendición de conocerlo.
Al término de la ceremonia, todas las personas despidieron con un caluroso aplauso el féretro, que se extendió durante su traslado desde el altar, hasta la puerta principal de la Catedral de Chihuahua. Descanse en paz, Roberto Luján Uranga.