Lo anterior, de acuerdo con la Encuesta de Hábitos del INEGI y la Consulta de Infancias Encerradas de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos que reportó este tipo de hechos en el primer año pandémico, en el que comenzaron a presentarse este tipo de trastornos o problemas emocionales, derivado del confinamiento.
El muestreo de INEGI se llevó a cabo en el país, y en Chihuahua se encuestó a un universo de 2 mil niños de 6 a 12 años de varios municipios de la entidad, a quienes se les preguntó cuáles sensaciones identificaron a raíz de la pandemia, dando como resultado que el 30% de la población encuestada ha tenido efectos físicos o psicológicos derivados del confinamiento y el mismo retorno a actividades presenciales.
De inicio, los menores indicaron que el encierro les provocó ansiedad (descrita en síntomas como insomnio, intranquilidad o falta de apetito, así como sensación de dolor en el pecho) y posteriormente, al regresar a clases, este porcentaje indicó que presenta dificultad para concentrarse, para socializar y relacionarse con sus compañeros de escuela.
El INEGI indica que niños que anteriormente referían actividades físicas o juegos que implicaban ejercitarse eran más comunes, pero a raíz de la pandemia de Covid-19 esta situación tomó otro giro, pues de inicio el confinamiento fue obligatorio, pero posteriormente se volvió costumbre para la población.
Las características que se registraron en menores en edad de educación básica fueron: bajo rendimiento escolar, síntomas de ansiedad, pocas horas de sueño (menos de 5 horas incluso) o sueño excesivo (dificultad para despertar y permanecer despierto) por la mañana y dormir por las tardes pese a haber dormido normalmente por la noche.
En cuanto a los hábitos alimentarios, se manifestaron cambios en cuanto a que muchos niños aumentaron la ingesta de alimentos, presentaron desórdenes relacionados con la falta de horario para las tres principales comidas.
Mientras que algunos reportaron tendencia a comer más de lo habitual, tanto en las mismas comidas principales como fuera de horario, principalmente alimentos poco nutritivos y altos en calorías.
Por otra parte, la Consulta de Infancias Encerradas de la Comisión de los Derechos Humanos reportó que a los sentimientos o pensamientos negativos a los que se enfrenta un 30% de la población infantil se suma la percepción de violencia como sinónimo de pandemia, dato que se había recabado desde 2020.
Los menores señalaron temor a la enfermedad, a la misma vacunación o la falta de ésta, miedo a la muerte u otros aspectos que se relacionan con el contexto alrededor de la pandemia que fueron desempleo o falta de acceso a ingresos suficientes, y el mismo retorno a clases.
Aunque la percepción es prácticamente la misma en niñas y niños, se muestra que en el caso de las niñas, refirieron más el temor a la enfermedad por sí misma, a contagiarse pese a la vacunación, al acudir a lugares como la escuela, centros comerciales, entre otros.
Este temor también lo manifestaron sobre su familia, es decir, que uno de los miedos que más registran son que su familia salga y se exponga al virus.
En el caso de los niños (varones) es menos, se detectó que es menos común que expresaran como tal los sentimientos de tristeza o miedo. Sin embargo, se refirieron a esto como necesidad de estar solos (o gusto por esto cuando antes preferían salir con amigos y practicar actividades fuera de casa).