Recorridos familiares y admiración por las tradiciones mexicanas, causaron las obras que se exhiben en el Jardín Panteón, instalado en los jardines de la Plaza Cultural Los Laureles, a los visitantes quienes aprovecharon el paseo dominical para despedirse de las bellas obras artísticas que adornaron el espacio público, durante el fin de semana dedicado a las festividades del Día de Muertos.
Visitantes solitarios, familias enteras, y curiosos que no habían tenido la oportunidad y tiempo de pasear entre las obras que fueron expuestas en el Jardín Panteón, aprovecharon la tarde de este domingo 3 de noviembre para admirar la puesta en exhibición de diferentes expresiones que conmemoran las festividades de los primeros días del onceavo mes del año.
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La exhibición fue montada en el espacio poniente de Los Laureles, en los amplios jardines que ofrecen plácidas sombras de los árboles de nogal y de acefaifos, entre la avenida Universidad y avenida División del Norte, que brinda amplia accesibilidad para las personas que se trasladan en transporte público, y con estacionamientos cercanos en la zona de teatros y la Ciudad Deportiva.
En el lugar, frente a la entrada del edificio principal de Los Laureles, una coquetísima catrina recibe a las y los visitantes, ataviada con un vestido en colores de las flores de cempasúchil, en naranja y amarillo, como el tocado floral que corona las gruesas trenzas de color oscuro, y que combina perfecto con la huesuda sonrisa, que amablemente saluda a sus espectadores.
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“¡Qué alta la señora, papá!”, exclamó uno de los pequeños que visitó a la catrina de aproximadamente cinco metros, y quedó encantado, junto con su familia, por la calidad de los detalles que la adornaron.
Entre las obras más visitadas, se encontraba una calaca, de medio cuerpo, que parecía estar enterrada en el lado sur del espacio, junto a la avenida División del Norte, donde muchos de los paseantes acudieron a tomarse divertidas fotografías, para inmortalizar las festividades.
Había también una zona de tumbas, cuyas cruces se encontraban dispersas a lo largo de los jardines, vestidas de coloridas coronas mortuorias y macetitas de cempoales, que daban la impresión de que se trataba de un campo santo real, en el que se albergaban cuerpos debajo de las tumbas.
Sobre una base azul intenso, se colocó un árbol de la vida, en el que las calaveritas ahí expuestas, celebraban la vida de las personas a las que representaron, entre adornos de muchos colores, como nopales rojos, flores multicolores, listones, bailarines macetitas, avioncitos de papel, corazones, y objetos representativos de la cultura mexicana.