Orar sin desfallecer y ser perseverantes en ella le brindará a cada persona la paz y la serenidad que necesita, comentó Monseñor Constancio Miranda Weckmann, al presidir la celebración eucarística en la Catedral Metropolitana de Chihuahua.
Este domingo diversas parroquias de la Arquidiócesis de Chihuahua se unieron en oración por las víctimas del delito de trata de personas, ello como parte de la Jornada Mensual de Oración por la Paz que ha emprendido la Conferencia del Episcopado Mexicano.
La Conferencia del Episcopado Mexicano invitó a todas las parroquias y movimientos laicales a sumarse dentro de las celebraciones eucarísticas a la Jornada de Oración Mensual pidiendo a Dios por las víctimas de la trata de personas.
De acuerdo al CEM alrededor de 45.8 millones personas en el mundo viven esta esclavitud moderna, México ocupar el tercer lugar a nivel mundial sólo detrás de Tailandia y Camboya.
Ante este panorama, este domingo la reflexión del evangelio de San Lucas se centró en la fuerza que tiene la oración constante e insistente. “Ante nuestra insistencia, Dios va a responder con justicia”, mencionó don Constancio, quien ante la grey católica dijo que en ocasiones las personas se desilusionan porque piensan que Dios no los oye, que no escucha su oración, pero en realidad es que se piden cosas que no convienen o manifiestan deseos que son contrarios al amor, por lo que recordó a los feligreses que Dios siempre actúa con justicia y de acuerdo a su voluntad.
Los invitó a orar sin desfallecer, sin desanimarse y con mucha perseverancia, pero tener presente que hay que mirar desde la óptica de Dios y los principios del evangelio.
“Perseverar en la oración es el punto de partida para alcanzar la paz, la alegría y nuestra serenidad, porque la oración perseverante todo lo vence”.
Además les pidió a los presentes acudir a la intercesión de la Santísima Virgen María para que su hijo conceda la gracia de alcanzar la virtud de la oración, “Que no dejemos de orar en las duras y maduras, cuando estemos contentos y muy apachurrados”.
Con fe y mucha esperanza, los católicos se unieron en oración por la iglesia para que luche siempre por la justicia y la paz; para que los sacerdotes viven su ministerio con agradecimiento y sean portadores de esperanza; para que los gobernantes y ciudadanos reciban de Dios prudencia y honradez a fin de que se mantenga la armonía y la justicia en la sociedad; para que los enfermos mentales reciban atención.
En especial oraron por aquellas personas que se enriquecen con el negocio de las armas y de las drogas para que se conviertan y trabajen al servicio de la vida.
Finalmente se imploró a Dios Padre y la Madre Santísima la Virgen María, para que los ilumine y aliente para continuar construyendo la paz que en cada rincón de México se anhela.