Juan y Pabla, una pareja de adultos mayores, enfrentan una dura realidad en medio del crecimiento de la mancha urbana: la dificultad para acceder a servicios básicos que mejoren su calidad de vida. Ante esta situación, han recurrido a las instancias gubernamentales en busca de ayuda para obtener dichos servicios y asegurar un futuro mejor para ellos y su hija.
Juan Huerta, de 79 años, y su esposa Pabla Barrón, de 59 años, migraron de Durango en el año 2002 en busca de oportunidades laborales. Juan, quien trabajó como albañil durante la mayor parte de su vida, encuentra cada vez más difícil conseguir empleo debido a su avanzada edad.
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Cuando llegaron a la ciudad de Chihuahua, el periférico de la Juventud apenas estaba en construcción. Llegaron en un camión de la Central Camionera y se encontraron bajo el puente de la calle Egipto, buscando a un ingeniero que supuestamente les daría trabajo. Sin embargo, al llegar descubrieron que no había nada disponible para ellos, lo que los obligó a pasar la noche bajo el puente con apenas unos cartones y una cobija.
El primer empleo que Juan consiguió fue terminando la construcción de una pequeña casa en una granja, donde les prestaron un cuarto para vivir. El contrato fue por un periodo de tres meses, el tiempo que les tomó completar la construcción.
Posteriormente, Juan y Pabla trabajaron para una pareja de maestros jubilados que necesitaban un velador y un intendente para su salón. Durante un tiempo, vivieron con ellos, pero nunca recibieron el sueldo acordado.
Después, Juan encontró trabajo en una caseta del fraccionamiento Granjas Lagunita, cerca del Obelisco, donde vivieron hasta 2005 y se dedicaron a construir granjas para los residentes del lugar. Sin embargo, surgieron problemas con los habitantes del fraccionamiento, ya que tenían prohibido pasar por ahí después de las 23:00 horas. Ante el riesgo de enfrentar problemas o accidentes, se vieron obligados a dejar ese empleo.
A pesar de los obstáculos, la pareja logró comprar un terreno en abonos donde construyeron su propia casa, en la que llevan viviendo 13 años. Su hogar se encuentra en el kilómetro 39 de la carretera Chihuahua-Juárez.
Durante un tiempo, no tuvieron problemas con el suministro de agua, ya que cerca de su domicilio había un pozo del cual Juan acarreaba agua. Sin embargo, ese pozo fue cerrado. Desde hace aproximadamente un año, una pipa de agua acude a su domicilio y al de otros vecinos cercanos para abastecerlos cada ocho días.
Debido a la falta de agua y electricidad, la pareja se mantiene con la ayuda de las pipas de agua y velas. Dado lo alejados que se encuentran de la ciudad, tienen que caminar alrededor de 8 kilómetros para hacer sus compras. Solían tener un vehículo, pero recientemente se les descompuso.
En la actualidad, Juan y Pabla trabajan dos días a la semana en una granja, donde se encargan de la limpieza y el cuidado de los animales. Aunque ambos gozan de buena salud, Juan expresa su cansancio al tener que trabajar a sus 79 años.
Esta humilde familia clama por la instalación de luz eléctrica en su hogar, consciente de que el tema del agua podría ser más complejo de resolver. Juan relata que hace aproximadamente ocho años, él y otros 15 vecinos solicitaron la instalación de alumbrado en sus viviendas, pero hasta la fecha no se ha concretado. También menciona que hace tres años, la Comisión Federal de Electricidad dejó cables colgando en un poste cerca de su pequeña comunidad, sin realizar las conexiones necesarias.
La situación de Juan y Pabla refleja la problemática que enfrentan muchas familias en medio del crecimiento desordenado de la mancha urbana. Queda en manos de las autoridades y de la sociedad en general encontrar soluciones que permitan mejorar las condiciones de vida de aquellos que, como Juan y Pabla, luchan día a día por obtener servicios básicos y vivir en condiciones dignas.