“La paz no la vamos a lograr con tratados ni con firmas, la paz nace con un corazón desarmado. Cuando yo desarmo mi corazón con mis palabras, con mis miradas, entonces yo estoy dando paz”, subrayó la hermana Gloria Cecilia Narváez Argoti, perteneciente a la congregación de las Hermanas Franciscanas de María Inmaculada en relación a la situación que se vive en el mundo. De la misma manera, consideró indispensable “empezar por construir familias que de verdad se acerquen al Señor, que sus hijos sean llenos del Señor y de experiencias grandes”.
Por tal motivo, su pastoral, en colaboración con la Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN), se mantiene cercana a las familias del mundo, particularmente a las que se encuentran en zonas más marginadas para poder llevar no sólo el mensaje de Dios, sino ayuda para que se puedan desenvolver de una mejor manera contando con todos los recursos necesarios.
Es por ello que invitó a redireccionar los recursos en los países y que, en vez de construir armas, drogas y objetos que destruyen a las personas y generan más odio, se invierta en escuelas, en el deporte, en el teatro, la danza, el arte y cultura general, así como en los valores permitiendo y respetando la religión de cada persona.
“Cuando hay religiosos al frente de las escuelas, los jóvenes salen formados en valores tanto humanos como cristianos, pero cuando ya es sólo lo académico, faltan los valores humanos, el respeto”, externó compartiendo que cuando estuvo secuestrada observó cómo niños desde los siete años de edad ya portaban armas y eran quienes más la maltrataban.
Durante una charla que sostuvo con El Heraldo de Chihuahua, la hermana Gloria compartió la manera en la que amplió su panorama respecto a la situación que se vive en todo el mundo, donde el odio es lo que prevalece ante la falta de Dios en las familias. Narváez Argoti ha dedicado su vida a misionar llegando a diferentes lugares como África, continente en el que en 2017 sufrió un secuestro acusada de predicar a Jesús a través del servicio que realizaba.
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Durante esos años en los que permaneció a merced de los islámicos, observó una muestra de lo que se vive en el mundo; “yo no podía comprender por qué la maldad del hombre, por qué nosotros perdemos ese vacío de Dios y nos volvemos como animales”. Lo que le ayudó durante todo ese proceso fue recordar todo lo que su congregación le ha infundido por medio de la espiritualidad que ejercen. En ese tenor, pese a que no estaba activa como misionera, estaba orando “por la realidad tan dura que se vive en el mundo entero”.
Refirió que lo que está generando que las personas se alejen cada vez más de Dios es la falta de familias cristianas que inculquen valores a sus hijos como se hacía antes; como ya no hay familias que alimenten su fe, explicó, los jóvenes buscan por su propio lado algo que los satisfaga, pero es cuando caen en las drogas u optan por suicidarse.
Dado que cada vez hay más gobiernos de izquierda, teme porque situaciones como las que se viven en países que practican el Islam, se empiecen a observar en otros países impidiendo varias libertades como la de la religión. “Como sea disimuladamente están sacando a los religiosos de muchos campos de educación, de muchos lugares donde hemos estado y eso es también una persecución que le están haciendo a la Iglesia, quieren desapropiarnos de muchas obras que se han mantenido durante 130 años”, las cuales refirió se lograron con el esfuerzo de misioneros.
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“Nos están quitando esa libertad, por eso hay que estar atentos para conocer esos peligros que vienen, cómo seríamos nosotros sin Dios”, alertó. Finalmente, agregó que para poder llevar la paz a los demás “hay que desarmarse, esa es la guerra primero contra uno mismo y nunca encadenar a nadie por ningún motivo, sino que siempre hay que transmitir el amor de Dios. No es Dios el que nos ocasiona el sufrimiento, sino los mismos hombres cuando nos alejamos de Dios hacemos sufrir a las personas, entonces seamos felices con todo lo que Dios nos ha regalado”, concluyó.
