El “‘Halloween o travesura”, con las correrías por las calles ataviados de zombis, monstruos, vampiros o brujitas, y el sincretismo de la tradición que migró desde el centro del país, con floreados altares dedicados a los difuntos, con elementos prehispánicos y religiosos, forman la amalgama de las festividades en los chihuahuenses que combinan el consumismo con compras de pánico de dulces y disfraces, con las visitas al camposanto, como lo hacían las familias tradicionales de antaño.
La tradición desde mediados del siglo pasado era la visita de las tumbas para acicalarlas y ofrecer rezos y flores a los muertos, en una ceremonia austera, familiar, que en algunas ocasiones se acompañaba de serenatas en las tumbas, a la madre querida, al viejo, querido viejo, o a los jóvenes que disfrutaban de la música bailable o de banda.
Sin embargo, la fusión con la cultura estadunidense ha impactado sobre todo en niños y jóvenes, quienes celebran en fiesta acudir a las casas de vecinos o familiares pidiendo dulces. Entre los jóvenes se acostumbran las fiestas que incluyen disfraces inspirados en personajes terroríficos, y otros lo usan para realizar parodias o chistes de personajes públicos.
En un impulso de mexicanidad traído desde el centro y sur del país, ha ido permeando el culto a los muertos de raíces prehispánicas, en las que se espera la víspera desde el 28 de octubre, cuando se recibe a un grupo diferente de fallecidos de acuerdo con la causa o la edad, hasta el 2 de noviembre, cuando se señala la festividad de Día de Muertos, con catrinas inspiradas en José Guadalupe Posada y flores que se ha adaptado su cultivo, pero que no son endémicas de tierras chihuahuenses.
La amalgama de las distintas creencias, festividades y festejos han permeado en la cultura chihuahuense, que inicia sus festejos desde mediados del mes de octubre con el consumo de pan de muerto, compra de flores, y arreglos a los panteones para las visitas obligadas los primeros días de noviembre.
Te puede interesar: