De la Redacción, ese ubicuo reportero que siempre firma las notas más peliagudas del periódico, es bien ocurrente. Tuvo esta vez la genial idea de preguntarse si los concesionarios del transporte público ahora sí cumplirán sus promesas de mejorar tanto el servicio como las unidades luego de hipotético aumento a la tarifa y a mi jefe le gustó tanto la puntada que me envió a averiguarlo.
Pero, ¿cómo cumplir tal misión? Ir con los propios concesionarios resultaría más inútil que un retén de la Dirección de Transporte (por aquello de que las rutas alimentadoras se cortan a la hora que les da la gana): de seguro me dirían que sus unidades tendrían hasta edecán con un carrito de snacks.
La única forma de comprobar el cumplimiento de semejante promesa, parecida a la de los novios que piden la “pruebita de amor” con la palabra de matrimonio, sería un viaje en el tiempo, hacia el mañana, y a menos que esas “nuevas unidades” incluyeran también esa novedad, no vería cómo.
Por eso, ante la falta del Delorian del “Doc” de “Volver al futuro”, recurrí al único método hasta ahora seguro de conocer lo que aún no ocurre. Fui a buscar a su local en el centro a doña Pito Nisa, experta adivinadora, y con grabadora en mano le solté la única pregunta de mi entrevista: ¿cumplirán sus promesas los concesionarios?
“Es difícil hacer predicciones”, me dijo en un tono muy solemne al tiempo que se sentaba frente a una bola de cristal y comenzaba a hacer a su alrededor unos movimientos que recordaban a los de Beto el Boticario. “En especial tratándose del futuro”.
“Pero, poniendo en juego mi prestigio”, prosiguió, “comenzaré mi profecía con el anuncio de que la tarifa de transporte se incrementará, pero todo será para bien, pues el transporte público chihuahuense se convertirá en un ejemplo de calidad, no sólo para México, sino para el mundo entero”.
Sin dejarme intervenir, de pronto puso los ojos en blanco y de ahí se fue “como hilo de media”:
“Para empezar, dejará de haber camiones sin placas, y lo que es mejor, sin adeudos en Vialidad, y los concesionarios casi se pelearán por ser los primeros en la fila de Recaudación cada dos de enero”.
“Los camiones serán ejemplos rodantes de ecología, al circular perfectamente afinados, proceso que al menos se les realizará dos veces al año, y en la agencia donde fueron adquiridos al ser unidades de muy reciente modelo”.
“Por ende, se acabarán las chatarras ambulantes, que se distinguen por sus carrocerías con partes de distintos años, sus vidrios quebrados, ventanas y timbres inservibles y, desde luego, aquellos que parecen lancha con fondo de cristal y se puede ver hacia el piso.
“Asimismo, con ese incremento, quedarán en el pasado los camiones tipo sardina, pues los concesionarios trabajarán en auténtica sinergia con la comunidad y harán los estudios correspondientes sobre rutas y usuarios en horas pico, para prorratear camiones según las necesidades de zona y horario, para que ningún pasajero viaje de pie”.
“Los horarios se ampliarán, o mejor dicho se cumplirán como debe de ser, trabajando las unidades en su totalidad más allá del típico ‘de gallo a grillo’, inclusive en los días festivos, jornadas que serán como exige la ley”.
“También se avizora un cambio positivo en estos últimos. Sin menoscabar que en la actualidad hay quienes hacen excelente su trabajo, en ese futuro todo circularán con la debida tarjeta de identificación a la vista”.
“Habrá que olvidarse también de que usen el teléfono (en cualquiera de sus modalidades) mientras conducen, o bien de las carreritas tan famosas por ganarse el pasaje entre sí o por cumplirle al ‘checador’, que pasará a ser tan obsoleto como el cobro mixto”.
“Obsoletos también serán los ayudantes o las acompañantes que sólo ocupan uno de los asientos preferentes, y los choferes serán un ejemplo de buen servicio, haciendo las paradas donde deben y atendiendo a la gente con una sonrisa…”
En este punto de la profecía, yo ya empezaba a cuestionarme acerca de la cordura de la señora Nisa. Fue tanta mi duda, que debí cuestionarla sobre si era verdad todas aquellas maravillas que me describía.
“En realidad, no”, me contestó dejando la faramalla de los ojos en blanco. “En lo único en que sí estoy segura es en que la tarifa va a subir… aunque no se necesitan poderes especiales de adivinación para ello”.
“Ahora, si lo que quiere saber es si el servicio y las unidades van a mejorar con el alza”, continuó, “dejemos que las cartas lo comprueben”.
Acto seguido, tomó un mazo de una baraja, pero no de tarot, sino inglesa. Con algo de parsimonia apartó los cuatro “jotos” y los cuatro ases, y los colocó intercalados en la mesa, rematando con las palabras: “esto es lo que pienso de semejante promesa”:
JA JA JA JA.
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