Yo trabajando arduamente, y Pascualita en un hotel… aunque noprecisamente descansando.
Cuando me llamaron de la Redacción del periódico para pedirmeuna entrevista con el famoso maniquí, pensé que lo habíasoñado, dada la temprana hora del telefonazo, así que retomé mireunión con Morfeo. Supe que la cosa iba en serio cuando, en otrallamada del rotativo, pero de Recursos Humanos, me solicitaron muyamablemente pasar a firmar mi suspensión sin goce de sueldo pordesacato.
Así, ante el riesgo de perder una jornada de trabajo, me lancéa la búsqueda de la leyenda (ahora sí viviente) que de repentedesapareció de su aparador en la esquina de Ocampo y Victoria,para reaparecer en otro Centro Histórico, el de la capital delpaís.
Pero vayamos por partes. No me preocupaba entrevistar a alguienen el más allá. Después de todo, y como decía el extinto JulioScherer, si el diablo le concedía una entrevista, iría hasta losinfiernos. El problema con tal aseveración es contactar a quien sequiere entrevistar, en este caso con la también conocida comoChonita, convertida en ese momento en una verdadera “noviafugitiva”.
Mi ‘pretenda’, cristiana de hueso colorado, se preocupócuando le comenté a quién buscaba. “Nada de cosas malignas comola ouija y el tarot”, me advirtió sobre los medios que, pensaba,utilizaría para encontrarla. “Si lo haces, pensaré para decirteque sí otros quince años”.
“Acorralado” laboral y sentimentalmente, opté por lateoría más práctica para encontrar a alguien: la de los seisgrados. Y me funcionó: los chinos de Palacio que se ve desde elCerro Grande en el ocaso del Jueves Santo, tenían el númerocelular (nada de cosas esotéricas) del ‘Curro’ de SantaEulalia.
Este, a su vez, contaba con el contacto de ‘La Planchada’del Hospital Central, quien me canalizó con el “HombrePolilla” de Miñaca, el que me proporcionó referencias del‘Descalzo de Ávalos’, el cual, finalmente me dijo quePascualita estaba en un hotel de la Ciudad de México.
Al momento de marcar a la capital mexicana, tenía mis dudas,pues nadie en la propia “Popular” (la casa de novias donde poraños ha sido exhibido el maniquí), sabía dar razón. Losempleados nada sabían, y los dueños del negocio estaban tandesaparecidos como la leyenda.
Pero luego recordé que mis compañeros de las fuentesgubernamentales pasan por situaciones similares (los empleados todolo ignoran, y los encargados del changarro casi nunca darán lacara cuando se trata de dar respuesta a situaciones encanijadamentedifíciles) y se me pasó.
Además, la referencia que me dio aquel misterioso ser que semetía por las noches a los cuartos de las señoritas avalenses erala única sólida que tenía hasta ese momento. Se me hizo eternohasta que “levantaron” en el otro lado de la línea.
“Hotel Leyendas Victoria, buenas tardes”, me contestó unavoz que me hizo recordar al zombie recepcionista de la peli HotelTransilvania. Dudé antes de hacer la pregunta, pero me“motivó” el recordar la suspensión (sin goce de sueldo, sereitera) que pendía sobre mí.
“Sí… gracias, buenas tardes. Busco a la señoritaPascualita”, recuperé la compostura.
“Aquí no hay nadie registrado con ese nombre”, fue larespuesta.
Luego recordé, por experiencias vividas en la sección deEspectáculos, que las grandes luminarias jamás se registran consu verdadero nombre. Paul McCartney es ejemplo de ello. Suincreíble seudónimo hotelero (Ramón) inspiraría el nombre deotra mítica banda “Los Ramones”.
“¿Chonita?”, aventuré, ante otra negativa, y empecé adisparar otros alias relacionados con Chihuahua: “¿Adelita?,¿Jesusita?, ¿Basaseachi?”. En todas fue lo mismo. Di lasgracias y colgué, pensando en ponerme a vender burritos o payscaseros para reponer el sueldo que me descontarían.
Estaba recordando los ingredientes de estos últimos, cuando micelular no sonó ni vibró. Se puso más bien como a temblar, y envez del electrónico tono, comenzaron a escucharse las notas de“La catrina”, de Eduardo Lagagne. A punto estaba de salírsemeel corazón, cuando recordé que ese era el tono que teníaprestablecido, ante la cercanía del Día de los Muertos.
Lo que sí me llamó la atención fue el identificador dellamadas: “Número desconocido de ultratumba”, se leía. Perono me apaniqué, ¿quién más podría ser?
“¿Pascualita?”, aventuré.
“A sus órdenes”, me contestó en un tono sorprendentementeamable. Se le notaba dispuesta a una entrevista. La información,sin embargo, comenzó a fluir antes de que yo pudiera lanzar laprimera pregunta.
“Quisiera hacer una aclaración sobre mi persona… mi ente…mi ser”, concretó. “Ya basta de especulaciones al respecto.Estoy en la capital mexicana invitada por el proyecto de HotelLeyendas Victoria. Toda la parafernalia que se ha levantado a mialrededor en las redes no es para tanto”.
¡Wow, no lo podía creer! Chonita me estaba dando unaexclusiva. Pero cuando ya me veía con el Pulitzer en mi pecho, mebajó de la nube. “El video se puede ver en YouTube con laspalabras ‘La Pascualita llega al Hotel Leyendas Victoria”.
Recordé entonces que este es un concepto que se le ocurrió aesa marca cervecera: un edificio con una estructura de hotelantiguo (de tres pisos), en cuyas habitaciones, en vez dehuéspedes, existen las más escalofriantes leyendas deprovincia.
Evoqué algunas de ellas, como ‘La Zacatecana’, mujerambiciosa cuya alma desde tiempos coloniales vaga en pena por matara su acaudalado marido, o ‘La Planchada’, pero del Estado deMéxico, con una historia similar a la que “habita” en elCentral.
Resumiendo, es una especie de casa de espantos, pero a lamexicana. Con persecuciones y momentos de suspenso que, de acuerdoa los videos promocionales, le disparan la adrenalina a más deuno.
Con su declaración (y sobre todo) el video que lo demuestra, lanovia más famosa de Chihuahua, cuya leyenda vive desde 1930 laconvierten en una de las tradiciones orales más importantes deMéxico, motivo por el cual salió de su tierra natal paraconvertirse en esta temporada en una de las invitadas a formarparte de un elenco de miedo (literal) para el mencionado hotel.
Quise ir más allá, y me aventuré a preguntarle si no habíapresupuestado el riesgo de decepcionar a sus seguidores en lacapital del estado al convertirse, para algunos, en una meraatracción de feria.
“Eso le corresponderá a cada quien juzgarlo. Yo sé lo quesoy, y mi leyenda es lo bastante sólida como para que una meracampaña publicitaria haga mella. Creo que con esto mis fanscrecerán en el país, pero la mejor opinión sobre esto que estoyhaciendo, la tiene cada quien”, señaló.
De pronto, su tono cambió de solemne a dulce, y me dijo que leinteresaría ampliar la entrevista una vez que termine su gira enla capital de la República, a finales de noviembre. Añadió queme contestaría lo que yo quisiera y que nos viéramos, en fechaaún por confirmar, en las puertas del cementerio de Dolores, a lastres de la madrugada.
He estado pensándolo muy seriamente, y quizá no termine esaentrevista. Sí, no iré a tan tétrica cita, porque aunque biendicen que hay que temerle más a los vivos que a los muertos, esasno son horas de trabajo.
Después de todo, lo que gano en un día lo puedo recuperarvendiendo burritos o pays… y ese día Pascualita no va a ser laprimera novia a la que dejen plantada.