Crónicas Urbanas: El Anecdotario de mí Tío Ramón parte II

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  · sábado 4 de noviembre de 2017

Por: Oscar A. Viramontes Olivas

Buenos días y bendiciones reciban todos ustedes amigos de estasección Crónicas Urbanas de El Heraldo de Chihuahua en este día.Seguimos con nuestra travesía por el sector del Centro de laciudad y algunos sectores contiguos al primer cuadro, como lo sonlos barrios de la Obrera y Santa Rosa, sin duda, un excelentemomento para recorrer sus calles, comercios, escuelas, parques,panteones de esta creciente ciudad de Chihuahua.

Con este relato de mi tío Ramón, sin duda podremos viajarhasta los rincones más sensibles de nuestra antigua urbe. Esperosea de su agrado, ya que esta sección es de ¡Colección!.

Caminando por mi barrio, me encontraba con mucha gente muymadrugadora que desde las cinco de la mañana, se levantaba parainiciar con sus actividades, algunos, se conducían a los mercadosde la ciudad o a la tienda de abarrotes de la esquina por el pan yla leche, así mismo para el desayuno, el menudo de doña Victoriaallá muy cerca de la Allende y 11ª que la verdad, nunca en todami vida había probado un menudo tan delicioso como el quepreparaba esta digan señora.

Por las tardes en el mismo puesto, otra bendita señora colocabauna mesa con un mantel y unas ollas con riquísimos tamales ychopos que eran tamales muy grandes de dulce y carne, acompañadosde un calientito champurrado o atole de masa muy sabroso, por loque mucha gente por supuesto, iba a comprar desde un solo tamalhasta docenas, ¡Qué delicia! Por otros lado, rumbo a laDegollado, se encontraba una cantina y los parroquianos se dabanvuelo con la rocola y las canciones de Tito Guízar, Jorge Negrete,Pedro Infante, los tangos de Emilio Tuero y los tríos como LosPanchos, Diamantes y muchos más, además de esto, otro personajeque hacía también segunda para los parroquianos, así comodijéramos el “karaoque” de esa época era la llegada delcilíndrero que con sus melodías muy peculiares alegraba hasta almás borrachín.

Me acuerdo que la Venustiano Carranza o la 11ª eran demasiadoangosta y lo más curioso, es que tan solo podía caber unvehículo de ida y otro de venida allá por los años 40ª.También podíamos apreciar que el atrio de la emblemática iglesiade la Sagrada Familia llegó a tener en esa década hasta 10 metrosde frente donde los domingos era obligatorio ir a misa, se sentíanmomentos de una verdadera algarabía ya que todo el barrio eracatólico, así que todos teníamos que ir a misa a la iglesia delsector.

Por ejemplo, se percibía que en la misa de la mañana a eso delas 8:00 am, se veía pura gente grande de edad, por ciertoasistía mis abuelos y mi bisabuela; en la segunda, a eso de las10:00 am, se podía apreciar gente de bajos recursos y en la de las13:00 horas, asistía pura gente de “lana” que vivía por lamisma Vicente Guerrero en las quintas que estaban en la PaseoBolívar, Nicolás Bravo y algunos de la 11ª hasta la 20 denoviembre. Cuando salían de misa, la gente pudiente“desfilaba” con sus bonitos atuendos y mejores ropas, era comoun desfile de elegancia en el vestir de modas de caballeros, damas,niñas, niños, jóvenes y señoritas, todo bien elegante y muyperjumados.

Los comerciantes del lugar, ofrecían sus mercancías ya quetodo el sector estaba lleno de comercios y la gente que salía demisa se conducía al “mandado” a comprar la manzana, el elote,frijol, carne y un sinfín de productos que se empaquetaban enbolsas de ixtle muy grandes que nosotros los muchachos lasllevábamos a las casas y nos pagaban con monedas de centavos porlas bolsas que ayudábamos a la gente a llevar a sus casas. Porotro lado, las personas más humildes compraban el cocido para elcaldo, junto a las verduras compuestas lo que los envolvían enalcatraces de periódicos al igual que las zanahorias, betabel,calabacitas, cilantro, tomate, cebolla, repollo y muchos de esosproductos llegaban a costar hasta 5 centavos el kilo.

Por otro lado, en aquellos años en temporada de calor, la gentese iba a pasear o se sentaba a platicar al Paseo Bolívar y elparque Lerdo de Tejada hasta altas horas de la madrugada ya quetodo mundo se conocía y con toda la confianza, podía caminar aesa hora y de regreso a casa, no existía peligro alguno de que loasaltaran; la gente se sentaba en las banquetas afuera de sus casasa platicar, escuchar radio, ver los juegos de los más chicos o verjugar a los más chavos a los juegos de entonces, como losencantados, las estatuas o el burro de la hoya, así mismo, comonos quedaba cerca el gimnasio Rodrigo M. Quevedo, nos íbamostemprano ayudar a limpiar y trapear la duela y debido a estasacciones, nos dejan quedáramos a ver en zona preferencial losjuegos de los Dorados y las famosas Adelitas.

Hacia el sur de la ciudad, terminada esta allá por la calleRamírez y Pacheco, ya que en la década de los treinta secomenzaba a construir el barrio de la Obrera en 1933 que en susector más antiguo, habría sido el barrio de San Nicolás, dondese podía apreciar por la calle 27ª magníficas construcciones declase media frente al emblemático parque Urueta que también enesa época se le llamaría el parque de las calaveras por habersido a finales del siglo XIX y principios del XX un panteón que sele había bautizado como el de Nuestra Señora de la Merced, queera visitado por parejas de enamorados del mismo rumbo durante latarde, porque en la noche era escasa su iluminación y dabamiedo.

Así mismo la hoy avenida 20 de Noviembre se extendía de unextremo al otro de ese rumbo, con escasas construcciones como eltemplo del Sagrado Corazón en el barrio del Pacífico y más haciael oeste, la vieja penitenciaría construida a principios del siglopor los gobiernos de Enrique C. Creel y Porfirio Díaz. Y comomarco natural, se divisaba el cerro Santa Rosa, hoy cercado por elprogreso y casi devorado por la ciudad y más al sur, se apreciabael enorme cerro Grande cuya mole se percibía a decenas dekilómetros de distancia y por supuesto no olvidarme del cerroCoronel que este trío, formarían parte de la escenografía dellugar, estos tres moles de granito los plasmaría el maestro LeónBarrí Paredes en el escudo de las Sociedad Chihuahuense deEstudios Históricos que después lo implementaría el municipio deChihuahua como su propio escudo y finalmente el gobierno del estadoen la década de los ochenta lo aplicaría como su escudooficial.

Más al sur se apreciaba la “tronera” de la fundición deÁvalos y su barrio, así como el poblado de Ranchería Juárezfrente a la fábrica de metales que en algunas ocasiones nosiríamos de excursión hasta allá, la verdad en aquellos tiempos yhablo de los años cuarenta del pasado siglo XX, estaban tanretirados que invertíamos parte del día para ir y venir. En eltrayecto, matábamos lagartijas, liebres y juntábamos animalitosen frascos ya que éramos verdaderos exploradores.

Ya de regreso me acuerdo que en ocasiones nos daban aventón loscamioneros de la fundición, esos trasportes rojos del sindicatominero y nos dejaban muy cerca de la estatua de Benito Juárez,cuya avenida siempre ha llevado el nombre del “Patricio” elBenemérito de las Américas. Esta antigua arteria, se extendíahacia la vieja estación de ferrocarril punto de llegada y salidade pasajeros del norte y sur, ya que la comunicación aérea erademasiado cara y la terrestre no existía por la Juárez. Antes dedicha estación, estaba la Cervecería Cruz Blanca que producíalas cervezas de dicho nombre, además de la austriaca, únicas ymuy solicitadas en esa época.

Más hacia la sierra de Nombre de Dios rumbo al río Sacramento,la Juárez se prolongaba y se comunicaba con el sector de laConcordia y Robinson que en aquellos años eran pequeñascomunidades rurales que producían frutas y verduras y que graciasa las aguas del Chuvíscar toda esa zona era un verdadero vergel,hoy lamentablemente integradas a la enorme mancha urbana que crecey crece y que se come todo a su paso. Por último, hacia el oestese encontraba la avenida Cuauhtémoc, la cual se prolongaba hastala Zarco hasta sus límites que estaban ubicados hasta el entoncesSanatorio Palmore, ubicado por la mencionada arteria.

Por las avenida Cuauhtémoc en tiempos de principio del sigloXX, se le llamaría la calzada de Guadalupe y en los años veinte,se construiría el parque Infantil con una magnífica cancha depatinar que hacía las delicias de los muchachos, así como dejuegos mecánicos que ya en esta época ya no se aprecian y de lascunas que se mecían hasta ponerse casi horizontales y hacía pegarde gritos a los muchachos y contener valientemente la respiraciónpara no hacer lo mismo que los jovencitos.

Más allá por ese mismo sector rumbo al oeste, se encontraba elHospital Infantil que para entonces, comenzaba y casi contiguorumbo al río, la famosa “cueva del diablo” donde era comúnque los muchachos como nosotros se la “pintaran” de la escuelapara ir a la dichosa cueva. Ahí lamentablemente se ahogaríanmuchas personas hasta que por disposición gubernamental, fuedinamitada y borrada de la faz de la tierra.

Enseguida del Hospital Infantil en la mera cumbre de unapequeña colina estaba el Santuario de Guadalupe, lugar para que lapiedad del pueblo chihuahuense pudiera cumplir sus mandas quesiempre se veía trasladándose a pie y hasta de rodillas a laentrada del sagrado recinto y más allá, estaba el “Mortero”filtro de agua que también era para mucha gente un lugar de recreocampestre.

Hacia el lado de la Zarco a unos cuantos pasos del Santuario, seencontraban algunas fincas de verano, donde las familias acomodadasde la ciudad llegaban a disfrutar todavía del paisaje natural queexistía a sus alrededores y de la calma que la verdad hoy en díatodo esto que estoy contando lamentablemente ya no existe, pues lamancha urbana ha convertido toda esta zona en un verdadero“hervidero” lleno de bullicio, humo y tráfico hasta eltope.

Cerca de esas enormes casas o “quintas” estaba el SanatorioPalmore, institución prestigiada que mucho antes prodigabaservicio de salud a los más necesitados. Todavía más hacia eloeste hacia las afueras de la ciudad, estaba algunas granjas comola Leche Salud que por muchos años funcionó con todo y establosmuy cerca de donde sigue estando la gasolinera “La Sierra” ycontiguo a una cantina denominada “La Despedida”, que tambiénhoy perdura. Bueno de esa leche que comento, tuve la oportunidad deprobarla y era riquísima. Esta historia continuará…

“El Anecdotario de mí Tío Ramón”, forma parte de losarchivos perdidos de las Crónicas Urbanas. Si usted tieneinformación que quiera compartir para esta sección y si deseatambién adquirir los libros: “Los Archivos perdidos de lasCrónicas Urbanas”, Tomo I, II y III, puede llamar al celular 614148 85 03 y con gusto se lo llevamos a domicilio o bien adquiéraloen la librería Kosmos, localizada en la calle Josué Neri SantosNo. 111 o en La Luz del Día, Calle Blas Cano De Los Ríos 401, SanFelipe I Etapa.

Fuentes

Archivo Histórico de la Ciudad de Chihuahua.

Profesor Rubén Beltrán Acosta, Cronista de la ciudad deChihuahua

Fotos: Fototeca del INAH, Chihuahua y México en Fotos.