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Localjueves, 23 de noviembre de 2017

Crónicas Urbanas: El Chihuahua de mis ayeres

Crónicas Urbanas: El Chihuahua de mis ayeres

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De la Redacción

Excelente domingo 19 de noviembre de 2017, bendiciones para todos los lectores de esta sección Crónicas Urbanas. Hoy como tantos domingos, presentamos aquí en El Heraldo de Chihuahua, un recorrido por una serie de etapas de la vida de nuestra ciudad Capital, donde mencionaremos algunos centros educativos, anécdotas de gente que siempre aprovechó su niñez y juventud para divertirse en la antigua Chihuahua de los años 30, 40s, y 50s. Espero sea de su agrado, ya que esta sección es de ¡Colección!

Por: Óscar Viramontes

En la ciudad de Chihuahua existían algunas escuelas que cumplían funciones de capacitación muy importantes, sobre todo en tareas caseras como la costura, corte y confección, cocina para jovencitas de clase humilde que la verdad, apoyaban mucho a las muchachas para que aprendieran un oficio en beneficio del hogar, ya que en aquellos tiempos, a la mujer se le entrenaba más para las labores hogareñas y para el matrimonio que para que se superara en lo personal. Caminado un poco la página de los “Archivos perdidos”, quién no recuerda al viejo Instituto Científico y Literario, hoy sede de la rectoría de la Universidad Autónoma de Chihuahua, donde también funcionaba la pre-vocacional del Politécnico Nacional, La Escuela Normal del Estado que más adelante se separaría por esos años a su nuevo local. En estas instituciones, se impartía la enseñanza superior en el estado, contando con secundarias también en Hidalgo del Parral, secundaria y preparatoria en Ciudad Juárez y paro de contar, que en aquel entonces se cubrían las necesidades de enseñanza media y media superior, pues se carecía de la educación superior en los años 40s.

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En relación a las actividades de salud en la ciudad de Chihuahua, existían en los años 40s 100 médicos afiliados a un sindicato y que se distribuían en algunos nosocomios como el Hospital Civil o Central, este último modificado y modernizado que cubría necesidades asistenciales de la población pobre y junto a él, estaba instalaba la Cruz Roja. Además del Hospital Militar que cubría las necesidades de la clase castrense, existían hospitales privados como el Sanatorio Palmore, quizá el más antiguo de los particulares, también estaba el Hospital San Vicente o Terrazas Cuilty por el rumbo de Nombre de Dios que atendía clientela privada. Otro importante pero más pequeño era el Sanatorio Privado de los doctores Gutiérrez y el Sanatorio Moderno del doctor Miguel Aranda, ambos situados en el Paseo Bolívar entre 5ª y 7ª y como maternidades existía “La Regina”, a un costado del Hospital Civil hoy el Central, hoy, asiento de la Facultad de Medicina, así como la Maternidad la Luz en la Sexta y Mina la más antigua de la ciudad y que aún sigue funcionando, fundada por la enfermera y partera Angélica Fernández. También en los años 40s, todos los médicos tenían su consultorio particular donde atendían a ricos y pobres, por otro lado, la medicina preventiva se conocía dentro del área de higiene y vacunación. Así eran los servicios de salud de acuerdo con la época en la ciudad de Chihuahua, muy diferentes a los que hoy en día existen, sin embargo, son parte de la nostalgia de aquela época.

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Pero ¿Dónde rezaban los chihuahuenses en los 40s? En aquella época quien dominaba el panorama era el catolicismo y las iglesias no católicas, no tenían mucha relevancia como hoy en día que le han quitado mucha feligresía a la iglesia católica, aunque algunas como el templo de La Trinidad ya existía. Entre los templos católicos más importantes, está La Catedral, el Santuario de Guadalupe, el templo de San Francisco, el de la Virgen del Refugio, del Sagrado Corazón, la capilla de Santa Rita, muy antigua y con una hermosa leyenda que algún día contaré; el templo de Santa Rosa en Independencia y Ramírez; el templo de la colonia Dale que ya existía por ser ésta de las primeras en la ciudad. Después con el crecimiento de la urbe, surgieron capillas como la inmaculada en la Octava y Mina, María Auxiliadora en la 55 y Aniversario, el templo de San Felipe en la colonia que lleva el mismo nombre y Santa María Reyna. El pueblo era piadoso y practicaba su cristianismo con sencillez y los actos de fanatismo, como se conoce hoy en día no existían.

Por otro lado, la gente se divertía la juventud se divertía en el parque Lerdo en la Plaza Hidalgo y Plaza de Armas a la que se agregaba el tramo de la calle Libertad entre la Avenida Independencia y Avenida Vicente Guerrero eran los lugares donde los estudiantes de las escuelas superiores empleados y empleadas del comercio banco secretario secretarías o simplemente hijos de familia daban la vuelta en busca de su respectiva media naranja una mirada al cruzarse con la elegida provocaba la aceleración cardíaca inocencia e ingenuidad caracterizaban las relaciones tocar o coger de la mano manita de puerco caminar entre las nubes un beso el Éxtasis los centros de recreo como el casi himno de Chihuahua aristocracia alianza de empleados pórtico del teatro de Los Héroes centro de tardeadas estudiantiles los viernes para cerrar dignamente la semana de no estudios baratos y sin bebidas embriagantes también estaba el jardín de Las Rosas los cocoteros Paraje de los indios hotel Palacio Hilton soires sábados y domingos con orquestas como la de Manuel de León seguramente en esos sitios Y de esa época salieron las parejas que dieron la luz a quienes hoy dirigen la sociedad no puedo olvidar las tradicionales fiestas de Santa Rita el 22 de mayo en un principio en torno a esta capilla después en el parque Lerdo.

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¿Y dónde reposaban los muertos de la ciudad de Chihuahua? Nuestros muertitos eran velados en las casas particulares hasta la hora del sepelio y por tiempo completo, es decir, día y noche sin interrupción, claro, claro está que había café y piquete con su respectivos chistes rojos para los que decidían bailar toda la noche con risitas apretadas y caras mustias, y cuando se acercaba uno de los deudos próximos al difunto, los acompañaban a pie hasta la altura del Templo del Sagrado Corazón, allí, abordaban carros de sitio hasta el panteón público ya que los panteones particulares, eran muy reducidos y no había misa de cuerpo presente porque no estaba permitido. El Parque Urueta era uno de los panteones de la ciudad, así como el de Nuestra Señora de la Regla hoy el Parque Revolución, los cuales fueron clausurados en los años veinte y cincuentas respectivamente.

Solo había quedado en los 50s el Panteón de Dolores y los civiles, todos sobresaturados y no se diga el panteón San José, entre otros, cuando Chihuahua contaba con 400,000 habitantes y las estaciones del año transcurrían plácidamente con veranos calurosos, lluviosos y con las tardes soleadas de agosto. Qué tiempos, que la verdad fueron como un hermoso cuento vivido con gusto, esperando que llegará el domingo en que despertábamos más temprano que de costumbre para que con tiempo, preparáramos los alimentos que llevábamos en grandes canastas que había en las cocinas, donde empacábamos chiles rellenos, chilaquiles, chile con queso, frijoles refritos, sopa de arroz y un exquisito puchero, fruta fresca de la estación y sobretodo, una rica agua de chía con limón y trocitos de lechuga. Muchos recuerdan a don Juanito Ruiz que tenía un auto de alquiler, uno de los pocos que había en la ciudad para dar el servicio a pasajeros como en la actualidad a los que todos conocemos como taxis o ubers, donde por una módica cooperación, Juanito daba viajes de paseo hacia la Quinta Carolina y para ello, las personas que lo alquilaban, aprovechaban el viaje para llegar a Nombre de Dios y visitar a doña Cipriana a comprar las deliciosas tortillas de maíz bien calientitas, de las cuales, regalaba unas que mucha gente las hacía burritos con sal.

En una entrevista que logré realizar a don Benjamín Payares allá en el barrio del Pacífico hace algunos días, me contaba varias de las anécdotas vividas en su juventud en la ciudad de Chihuahua, comentándome lo siguiente: “Llegábamos al hermoso río Chuvíscar muy cerca de la “Junta de los Ríos” ahí, donde hace unión con el Sacramento y me acuerdo de una de las estrofas del Corrido de Chihuahua que dice a la letra: “Lindas las noches de luna alegraras con sotol que por allá por la Junta, me paseaba con mi amor, qué bonito es Chihuahua”. Bueno, no sé si este corrido se refería a la Junta de los Ríos aquí en la ciudad o a la Junta, Guerrero, para mi es lo mismo” decía don Benjamín. “Ese lugar era paradisiaco, donde se juntaban las familias y amigos bajo la sombra de Los frondosos álamos, nos poníamos a disfrutar de los deliciosos alimentos así como hacer oraciones para dar gracias a Dios. Después de todas estas formas protocolarias de mi familia, ansiosos estábamos de que nos dieran permiso para meternos al río”. “La verdad aprovechábamos el tiempo para jugar a la pelota, era parte también de la diversión y después volvíamos de nueva cuenta al río otro rato más, mientras esperábamos que llegaran por nosotros para regresar a casa. Ya en el camino, mi papá Chalo se paraba en una de las huertas de membrillo para comprar y llevar a casa, pero lo más bonito era, que nosotros mismos cortáramos la fruta de allí, que recuerdo que mis abuelos tenían una tienda de abarrotes que en aquel tiempo llenaban sacos con azúcar y compraban mucho membrillo y mi abuelita Nana, en compañía de mucha gente en un patio de la casa elaboraba la cajeta, la que ponían en unas marquetas de madera que se dejaban secar y cuando ya estaba lista, mi abuelo Toño la llevaba hasta Ciudad Juárez para venderla y con lo que se sacaba de ganancia, se traían alguna mercancía de la frontera para venderá en Chihuahua, principalmente en las tiendas del centro como la famosa tienda de “La Feria” que estaba a un lado de Catedral y también a una negociación del señor don Simón Guzmán.

“Otra de las costumbres de mi familia –comenta Benjamín- era de ir de compras por las hortalizas frescas a las huertas de los chinos que se encontraban a un lado de la avenida Cristóbal Colón, donde había zanahorias, betabeles, cebollas de rabo, rabanitos, cilantro y tomate, todo fresco y también nos permitían que nosotros sacáramos de los surcos las hortalizas. Me encantaba ir porque los chinitos nos dejaban comer de todo y si era tiempo de duraznos, consumíamos hasta llenarnos. Es raro que ahora se pudiera disfrutar de esto, ya que lejos de poder saciarnos ahora todo te lo venden hasta los huesos, así mismo, las reglas de educación eran tan respetadas antes, que cuando llegaba una visita a nuestra casa y nos poníamos a escuchar la conversación, con la pura mirada nos hacían ver que nos retiráramos y no se necesitaba que nos gritaran para hacer caso”. De esta manera hacemos una pausa y nos despedimos por el momento de don Benjamín.

El Chihuahua de mis ayeres, forma parte de los Archivos Perdidos de las Crónicas Urbanas. Si usted tiene información que quiera compartir para esta sección y si desea también adquirir los libros: “Los Archivos perdidos de las Crónicas Urbanas”, Tomo I, II, III, IV y V, puede llamar al celular 614 148 85 03 y con gusto se lo llevamos a domicilio o bien adquiéralo en la librería Kosmos localizada en la calle Josué Neri Santos No. 111 o en La Luz del Día, Calle Blas Cano De Los Ríos 401, San Felipe I Etapa.

Por: Oscar A. Viramontes Olivas

violioscar@gmail.com

Fuentes de Investigación:

Entrevista con Benjamín Payares Ruiz.

Archivo Histórico del Municipio de Chihuahua (AHCCh)

Profesor Rubén Beltrán Acosta.

Fototeca del INAH.

Hemeroteca del El Heraldo de Chihuahua.

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