Durante tres décadas José María Muñoz dedicó su esfuerzo, tiempo y pasión por ayudar al prójimo en la noble labor como bombero, dónde llegó al grado de Supervisor, y hoy se retira, con la satisfacción de la labor cumplida y la bendición de haber participado en sucesos que marcaron la historia de la ciudad, con la decisión de ayudar a otros.
“Mucha felicidad por haber cumplido el objetivo por haberme jubilado y siento algunas emociones encontradas. Soy supervisor en las ocho estaciones de Bomberos, con turno completo. Coordino los servicios cuando es requerido, superviso elementos, estaciones”, compartió
.
El Supervisor Muñoz compartió que desde muy niño tuvo la inquietud de apoyar y ayudar; e ingresó a las filas el 1 de agosto de 1990, cuando recibió la oportunidad de pertenecer al Heroico Cuerpo de Bomberos.
Entre los primeros trabajos en los que participó y dejó marcada su vida, aconteció el llamado “Sábado Negro”, el 22 de septiembre de 1990, cuando cayó la tromba en la ciudad, cuando tenía apenas un mes en el Departamento de Bomberos. “Fue algo tan extraordinario, tan fuerte, porque fue demasiado desastre que hubo por esa tromba”, mencionó.
El otro suceso que marcó su vida laboral y personal, fue el incendio de la calle Libertad, donde desafortunadamente perdieron la vida dos elementos del Cuerpo de Bomberos, mientras el Inspector Muñoz estaba cubriendo su turno de Jefe de Servicio.
“Estaba de Jefe de Servicio, me tocó atender ese servicio con todo el turno, ya después llegaron las autoridades de más alto rango. Es algo tan fuerte que hasta difícil se le hace a uno demostrar sentimientos, platicarlo, se queda uno sin palabra. Hasta la fecha se les sigue extrañando, fueron buenos elementos, compañeros y amigos, es algo tan fuerte”, refirió.
En el otro lado de la moneda, recordó la tradicional colecta y entrega de juguetes a niños en situación vulnerable que realiza el Cuerpo de Bomberos cada 6 de enero, Día de los Santos Reyes, que durante sus 30 años de servicio, cubrió durante varios años, como un aliciente a la dura tarea a la que se enfrentaba cada día.
“Año con año nos tocaba el turno, uno sí y uno no. Es un gusto y querer ver a esos niños recibir el juguete, esa gran sonrisa en la que se les nota la felicidad. Se les ve de cómo lo reciben y para uno es una satisfacción muy grande, lo que quiere uno es dar esa alegría”, compartió.
Sobre su familia, refirió que su esposa e hijos aunque lo admiran y respetan por su trabajo como bomberos, al salir rumbo a su trabajo, ellos se quedaban con la zozobra de volverlo a ver con bien, con preocupación por el tipo de labor que realiza, y que al llegar a la culminación de su servicio, son los más felices, al verlo realizado, con un objetivo cumplido y más tiempo para disfrutar con su familia.
“Gracias al Departamento de Bomberos, a la Subdirección por este gran apoyo y trabajo que desempeñé en el departamento. A mis compañeros, a mis jefes, y me voy con ese gran gusto de haber pertenecido y sobre todo que no tuve ningún accidente en estas tres décadas”, finalizó.
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