/ domingo 28 de octubre de 2018

De la cultura de masas a la justicia de masas

II DE DOS PARTES

Según el periódico La Razón[1], en los últimos tres años –de 2015 a 2018- se han registrado 187 linchamientos en el país y sólo hay una sentencia. Los estados donde se han protagonizado esos hechos son: Puebla, Hidalgo, Chiapas, Oaxaca, Morelos, Guerrero y el Estado de México. Y se destaca el papel protagónico de las redes sociales.

El autor de esta nota, Jorge Butrón, consultó a Daniel Cunjama, investigador del Instituto Nacional de Ciencias Penales y especialista en sociología criminal, quien advirtió que esos linchamientos ocurren en poblados como alerta por la violencia, robo, secuestro o rapto de niños y entre los factores que lo pueden desencadenar están: incidencia delictiva, impunidad y percepción de inseguridad, así como la información falsa cuando circulan fake news; la población está muy alerta y embriagada por ese sentimiento de inseguridad, de impunidad y falta de justicia, y tiene la necesidad de organizarse.

En Coyol, municipio de Chapulhuacan, población ubicada a unos 250 kilómetros de la capital del estado de Hidalgo, a finales del mes de agosto de este año se estaba fraguando un linchamiento por las redes sociales, nuevamente propiciado por falsas noticias o rumores que alertan falsamente de delitos.

En ese caso, la sospecha fue de un matrimonio de comerciantes que vende juguetes y circulaba por la población en una camioneta con placas extranjeras, según relató el corresponsal del periódico Excélsior[2]. La policía logró evitar el linchamiento, al sacarlos del pueblo.

El reportero logró obtener la pantalla o fotografía donde aparece la conversación por Facebook sobre el hecho y esta es la reproducción textual:

Primero, Faty Barrera sube este mensaje: “por favor papás esté alertas. Anda un carro desconocido aki en el Coyol Chapulhuacan con placas de California es una mujer y un hombre kien lo conduce tengan cuidado”.

Antonia Martínez Ayala comenta: “Asi como están las cosas en estos días, deben de interrogar a la gente desconocida q entra a los pueblos…”.

Y Carolina Rubio, por la misma vía de Facebook, publica: KEMELOS VIVOS.

Ya antes, en la comunidad de Santa Ana Ahuehuepan, del municipio de Tula, Hidalgo, un hombre y una mujer de 50 y 40 años de edad fueron quemados vivos por los habitantes, acusados de pretender robarse a un niño del pueblo.

¿Fue verdadera la intención o la acción de pretender robarse un niño?, ¿quiénes decidieron lincharlo?, ¿demostraron que esa pareja se dedicaba a ese delito?, ¿quiénes fueron acusados del asesinato de esas dos personas?, ¿la impunidad la debemos de acabar con más impunidad, aplicando la justicia por mano propia?, ¿incitar por las redes sociales que son públicas y de acceso a miles de personas, a matar a una persona; es un delito o es sólo una “libre opinión” o ejercicio de la libertad de expresión?

Pareciera que las redes sociales son los nuevos ministerios públicos que acusan y señalan culpables. La diferencia es que un Ministerio Público, en su papel de fiscal, debe aportar pruebas ante un juez para acreditar la culpabilidad de un sospechoso o acusado. Ahora, en las redes sociales, simplemente se dicta una sentencia peligrosamente sin elementos, como una orden a cumplir. Es la orden de: “kemelos vivos”. Así, sin ortografía y tajante la sentencia.

Mal uso de las redes sociales

El investigador sociólogo y experto en temas de violencia, Tomás Guevara[3], sostiene que “la crisis de violencia e inseguridad que vive el país ha provocado una psicosis social y el mal uso de las redes sociales pudiera influir en el estado emocional de las personas, que orilla a un colectivo a tomar decisiones, como los linchamientos luego de que circulara información por redes sociales sobre una banda de robachicos”.

En esa información, con la participación de varios especialistas, abundan sobre el fenómeno donde confluyen la desinformación, el uso de las redes sociales y los linchamientos, coincidiendo varios de ellos que la desconfianza o falta de credibilidad en las autoridades ha disparado estos hechos con resultados fatales.

Cuando hay desinformación, escasez de información cierta y verdadera o creíble, entonces brotan los rumores como válvula de escape. Y aunque siempre ha existido ese fenómeno, el ingrediente actual es que con las redes sociales se tiene a la mano o al acceso de cualquier persona un artefacto productor, reproductor y consumidor –al mismo tiempo- que son los teléfonos inteligentes; se tienen las aplicaciones o plataformas para crear redes de conversación, grupos de contactos o simplemente la posibilidad de generar mensajes –ciertos, falsos, dudosos o verdaderos- y reproducirlos en el mundo digital.

Sin embargo, las redes sociales las han querido transformar en ministerios públicos que acusan. Y luego, también jueces que condenan con una sentencia al sospechoso, como si se tratara de un nuevo círculo de impartición de justicia.

De la cultura de masas a la justicia de masas

Según Gustavo Le Bon (1895), el francés autor del libro Psicología de las Masas, había establecido ya hace varias décadas que la psicología de las masas era una especie de alma colectiva que les hace sentir, pensar y actuar de un modo completamente distinto de como lo haría cada uno de ellos por separado. En ese entonces, ni remotamente, se podía pensar en redes sociales de manera electrónica, pero el principio del comportamiento colectivo es muy parecido a lo que vemos ahora.

A raíz de su teoría sobre las masas que actúan de manera muy diferente a la racionalidad y soledad de un individuo, la psicología de las masas estudia el comportamiento de cada uno de los grupos en su colectividad, siendo una rama de la psicología que se encarga de la investigación de este comportamiento de los individuos y que generalmente lo ejecutan sin cuestionamientos. Más de un siglo después, el hombre masa se ha transformado en el hombre digital con reacciones muy similares.

Le Bon estableció que la psicología de las masas era una especie de alma colectiva que les hace sentir, pensar y actuar de un modo completamente distinto de como lo haría cada uno de ellos por separado. Una persona aislada es muy diferente a cuando interactúa ahora en las redes sociales.


Y en ese entonces se asombraba al considerar que habíamos entrado a la era de las masas, pero hoy, en el siglo XXI, vivimos en la era de las masas digitales.


[1] Butrón, Jorge (2018) Van 187 linchamientos en lo que va de 2018 y sólo una sentencia, 28 de septiembre de 2018, La Razón, México.

[2] Rincón, Emanuel (2018) Se gesta en redes sociales otro linchamiento en Hidalgo, 31 de agosto de 2018, periódico Excélsior, México.


[3] Montoya, Ernesto, Linchamientos, desinformación y redes sociales: el trending de los robachicos, 2 de septiembre de 2018, El Debate, Culiacán, México.


Según el periódico La Razón[1], en los últimos tres años –de 2015 a 2018- se han registrado 187 linchamientos en el país y sólo hay una sentencia. Los estados donde se han protagonizado esos hechos son: Puebla, Hidalgo, Chiapas, Oaxaca, Morelos, Guerrero y el Estado de México. Y se destaca el papel protagónico de las redes sociales.

El autor de esta nota, Jorge Butrón, consultó a Daniel Cunjama, investigador del Instituto Nacional de Ciencias Penales y especialista en sociología criminal, quien advirtió que esos linchamientos ocurren en poblados como alerta por la violencia, robo, secuestro o rapto de niños y entre los factores que lo pueden desencadenar están: incidencia delictiva, impunidad y percepción de inseguridad, así como la información falsa cuando circulan fake news; la población está muy alerta y embriagada por ese sentimiento de inseguridad, de impunidad y falta de justicia, y tiene la necesidad de organizarse.

En Coyol, municipio de Chapulhuacan, población ubicada a unos 250 kilómetros de la capital del estado de Hidalgo, a finales del mes de agosto de este año se estaba fraguando un linchamiento por las redes sociales, nuevamente propiciado por falsas noticias o rumores que alertan falsamente de delitos.

En ese caso, la sospecha fue de un matrimonio de comerciantes que vende juguetes y circulaba por la población en una camioneta con placas extranjeras, según relató el corresponsal del periódico Excélsior[2]. La policía logró evitar el linchamiento, al sacarlos del pueblo.

El reportero logró obtener la pantalla o fotografía donde aparece la conversación por Facebook sobre el hecho y esta es la reproducción textual:

Primero, Faty Barrera sube este mensaje: “por favor papás esté alertas. Anda un carro desconocido aki en el Coyol Chapulhuacan con placas de California es una mujer y un hombre kien lo conduce tengan cuidado”.

Antonia Martínez Ayala comenta: “Asi como están las cosas en estos días, deben de interrogar a la gente desconocida q entra a los pueblos…”.

Y Carolina Rubio, por la misma vía de Facebook, publica: KEMELOS VIVOS.

Ya antes, en la comunidad de Santa Ana Ahuehuepan, del municipio de Tula, Hidalgo, un hombre y una mujer de 50 y 40 años de edad fueron quemados vivos por los habitantes, acusados de pretender robarse a un niño del pueblo.

¿Fue verdadera la intención o la acción de pretender robarse un niño?, ¿quiénes decidieron lincharlo?, ¿demostraron que esa pareja se dedicaba a ese delito?, ¿quiénes fueron acusados del asesinato de esas dos personas?, ¿la impunidad la debemos de acabar con más impunidad, aplicando la justicia por mano propia?, ¿incitar por las redes sociales que son públicas y de acceso a miles de personas, a matar a una persona; es un delito o es sólo una “libre opinión” o ejercicio de la libertad de expresión?

Pareciera que las redes sociales son los nuevos ministerios públicos que acusan y señalan culpables. La diferencia es que un Ministerio Público, en su papel de fiscal, debe aportar pruebas ante un juez para acreditar la culpabilidad de un sospechoso o acusado. Ahora, en las redes sociales, simplemente se dicta una sentencia peligrosamente sin elementos, como una orden a cumplir. Es la orden de: “kemelos vivos”. Así, sin ortografía y tajante la sentencia.

Mal uso de las redes sociales

El investigador sociólogo y experto en temas de violencia, Tomás Guevara[3], sostiene que “la crisis de violencia e inseguridad que vive el país ha provocado una psicosis social y el mal uso de las redes sociales pudiera influir en el estado emocional de las personas, que orilla a un colectivo a tomar decisiones, como los linchamientos luego de que circulara información por redes sociales sobre una banda de robachicos”.

En esa información, con la participación de varios especialistas, abundan sobre el fenómeno donde confluyen la desinformación, el uso de las redes sociales y los linchamientos, coincidiendo varios de ellos que la desconfianza o falta de credibilidad en las autoridades ha disparado estos hechos con resultados fatales.

Cuando hay desinformación, escasez de información cierta y verdadera o creíble, entonces brotan los rumores como válvula de escape. Y aunque siempre ha existido ese fenómeno, el ingrediente actual es que con las redes sociales se tiene a la mano o al acceso de cualquier persona un artefacto productor, reproductor y consumidor –al mismo tiempo- que son los teléfonos inteligentes; se tienen las aplicaciones o plataformas para crear redes de conversación, grupos de contactos o simplemente la posibilidad de generar mensajes –ciertos, falsos, dudosos o verdaderos- y reproducirlos en el mundo digital.

Sin embargo, las redes sociales las han querido transformar en ministerios públicos que acusan. Y luego, también jueces que condenan con una sentencia al sospechoso, como si se tratara de un nuevo círculo de impartición de justicia.

De la cultura de masas a la justicia de masas

Según Gustavo Le Bon (1895), el francés autor del libro Psicología de las Masas, había establecido ya hace varias décadas que la psicología de las masas era una especie de alma colectiva que les hace sentir, pensar y actuar de un modo completamente distinto de como lo haría cada uno de ellos por separado. En ese entonces, ni remotamente, se podía pensar en redes sociales de manera electrónica, pero el principio del comportamiento colectivo es muy parecido a lo que vemos ahora.

A raíz de su teoría sobre las masas que actúan de manera muy diferente a la racionalidad y soledad de un individuo, la psicología de las masas estudia el comportamiento de cada uno de los grupos en su colectividad, siendo una rama de la psicología que se encarga de la investigación de este comportamiento de los individuos y que generalmente lo ejecutan sin cuestionamientos. Más de un siglo después, el hombre masa se ha transformado en el hombre digital con reacciones muy similares.

Le Bon estableció que la psicología de las masas era una especie de alma colectiva que les hace sentir, pensar y actuar de un modo completamente distinto de como lo haría cada uno de ellos por separado. Una persona aislada es muy diferente a cuando interactúa ahora en las redes sociales.


Y en ese entonces se asombraba al considerar que habíamos entrado a la era de las masas, pero hoy, en el siglo XXI, vivimos en la era de las masas digitales.


[1] Butrón, Jorge (2018) Van 187 linchamientos en lo que va de 2018 y sólo una sentencia, 28 de septiembre de 2018, La Razón, México.

[2] Rincón, Emanuel (2018) Se gesta en redes sociales otro linchamiento en Hidalgo, 31 de agosto de 2018, periódico Excélsior, México.


[3] Montoya, Ernesto, Linchamientos, desinformación y redes sociales: el trending de los robachicos, 2 de septiembre de 2018, El Debate, Culiacán, México.


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