Sin recibir todavía ninguna reparación por el daño, la madre y los hijos de Jessica Silva Zamarripa recordarán este jueves 8 de septiembre su segundo aniversario luctuoso, en medio del dolor que les provoca todavía la pérdida de su familiar, quien junto con su esposo fue agredida a balazos por elementos de la Guardia Nacional tras participar en la toma de la presa La Boquilla durante el conflicto por el agua.
Justina Zamarripa, madre de Jessica y que este año perdió también a su esposo, afirma que por sus nietos ha tenido que ser valiente, pues delante de ellos se aguanta las ganas de llorar por la pena que sigue cargando.
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“Yo confío en la justicia divina, nadie nos escapamos”, reafirmó la mujer, quien se encuentra convaleciente en su casa después de haber sufrido tifoidea y brucelosis. Con una fe profunda, la “Chatita”, como la conocen sus familiares y amigos, reitera su confianza en Dios y en no soltarse de Su mano, a la vez que se expresa orgullosa de sus tres nietos, los hijos de “Jessi”.
Los tres jóvenes estudian y trabajan. “Son unos guerreros”, dice complacida la señora Justina. La mayor, una chica de veinte años, ya emprendió su propio negocio de estética y uñas acrílicas, mientras que los dos varones, de 15 y 17 años, cursan el bachillerato en Meoqui y Lázaro Cárdenas. Ellos trabajan en el campo durante las vacaciones, para poder pagarse los uniformes de la escuela.
La “Chatita” agradece al Creador porque sus nietos, a pesar de la tragedia familiar, no se hayan ido por el “mal camino”. Su yerno, Jaime Torres, tampoco ha dado muestras de flaqueza, pues recientemente se reincorporó al trabajo en el campo con la siembra de maíz y cacahuate, además de rentar una huerta nogalera.
Sin embargo, Jaime se vio obligado a interrumpir su proceso de rehabilitación porque ya no tenía dinero. Él se endeudó para pagar su recuperación y el monto que debe es elevado, asegura la mamá de Jessica.
A dos años del hecho que los marcó a ellos, siguen sin recibir un solo peso por la reparación por parte de la Federación. Absolutamente nada, dice Justina, quien se ayudó un poco con el dinero de la Afore de su finado esposo. Ella y sus nietos siguen esperando que se les haga justicia, a la vez que tratan de salir adelante trabajando con sus manos.
La señora Zamarripa recuerda que la muerte de “Jessy” fue por la defensa del agua. Y ahora que mira la presa Francisco I. Madero derramando y los ríos creciendo, sus sentimientos son encontrados: por un lado tristeza, y por otro esperanza en el porvenir de la tierra que vio nacer a su hija y sus nietos.
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