Los pequeños productores de leche de la región centro sur se encuentran cada día más cerca de la extinción debido al despoblamiento de sus establos: ahogados en deudas y rebasados por el aumento en los costos de los insumos, los ganaderos se ven obligados a vender sus vacas para poder subsistir; mientras, cifran sus esperanzas en el aumento del precio de garantía pagado por Liconsa.
Algunos de los casos son dramáticos, pues hay quienes se han quedado casi sin animales e incluso hasta establos han cerrado, porque paulatinamente han ido vendiendo vacas al rastro, debido a que ya no es posible alimentarlas, con lo que se pierde calidad genética para un eventual repoblamiento si es que éste llegara a ocurrir.
“Estamos azorados y asustados de que han desaparecido… dice uno: venden dos o tres vacas, no, desaparecido completo los establos que hay de productores de cuarenta, cincuenta, treinta, no se diga, diez o quince vacas”, expresó Santos Anchondo, líder de un grupo de pequeños productores.
Estimó que en la zona de Meoqui se ha reducido en un 40 por ciento el hato lechero, pero podría ser mayor dicho porcentaje, porque ya es poca la gente que tiene vacas debido a lo caro de los insumos para la producción.
“Nomás para que se dé una idea: los que tenemos una cortadora- empacadora la bobina de alambre empezó entre 950 y 1050 (pesos) este año, ahorita anda a 1 mil 650 (pesos); fíjese nomás lo que se disparó: casi un sesenta por ciento”, expuso Anchondo.
Los lecheros albergaban la esperanza de recibir algún apoyo gubernamental por la sequía para repoblar los establos, pero la federación, con el apoyo de la mayoría de legisladores del partido Morena, decidió desaparecer el Fondo de Desastres Naturales (Fonden).
Sólo les queda la ilusión de que se autorice un incremento al precio del litro de leche que compra Liconsa, el cual, se especula, podría llegar a los 9.45 pesos, lo que daría un respiro a los productores.
“El detalle es que todo es en base a la calidad, si no pues se baja el precio. Pero ahorita sí nos está pegando muy fuerte: desde el agua potable hasta la luz, todo. Para nosotros es muy caro porque (CFE) nos toma como si fuera industria, y lo de nosotros realmente es cosecha”, agregó Santos Anchondo.
También, los lecheros comenzaron a acopiar pastura para que sus vacas sobrevivan al invierno, adquiriendo incluso las pacas de alfalfa “llovida” y revuelta con zacate, la cual es de menor calidad por estar humedecida.
No obstante, señaló que pese a la baja del precio de los forrajes es todavía un sacrificio para los productores comprar una paca de alfalfa (las de treinta kilos cuestan 145 pesos), mientras que el concentrado se ha vuelto para muchos inasequible por los costos altos, por lo que optan por vender parte de su hato.