El dolor y la impotencia calan hondo en la comunidad de Guachochi. La gente llora por la paz perdida, al igual que por la vida cegada de Claudio el pasado lunes a manos de los criminales. “Padre, no tengo palabras para expresar tanto dolor, nos han lastimado, han destruido nuestros pueblos”, es el clamor de las personas desplazadas de las comunidades de Santa Anita, El Rosado y Nacachi.
Durante la solemnidad de Corpus Christi en la Parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe, el presbítero Enrique Urzúa Romero, párroco del lugar, agradeció las muestras de solidaridad hacia estas comunidades lastimadas, hundidas en la incertidumbre y la zozobra por la violencia que impregna a la Sierra Tarahumara.
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A través de una misiva, el sacerdote relató cómo una madre rarámuri despidió a su hijo Claudio, la víctima mortal del atroz ataque en el templo de Santa Anita. Además de cómo algunas de las personas desplazadas y maestros llegaron a postrarse en el altar para implorar a Dios, Padre de Misericordia, la paz y la conversión de quienes provocan este sufrimiento.
En el templo parroquial se encuentran los objetos e imágenes religiosas recuperadas tras el ataque, así como algunos de los casquillos que se recolectaron, los cuales son prueba tangible del pueblo herido que clama por la paz.
El sacerdote recordó que el dolor que penetra hasta el alma pidió que los tres órdenes de gobierno se aboquen para procurar y velar por la seguridad de los ciudadanos y garantizar el establecimiento de la paz en los pueblos y la presencia permanente de las fuerzas del Estado.
De la misma manera, hizo un llamado a los criminales, que siembran el sufrimiento y la muerte, para que escuchen la voz de Dios: “Les tenemos en nuestros corazones, oramos por ustedes, por la conversión de sus corazones, conviertan sus armas en arados para labrar la tierra”.
El sacerdote lamentó que esos hombres que han desviado su camino tengan que cuidarse de todo y padecer hambre y frío, por lo que confía en que puedan rectificar su vereda