Feligreses de la Parroquia de Francisco Javier ubicada en la comunidad de Cerocahui, municipio de Urique, manifestaron tener fe de que la paz retornará a la región serrana, al aseverar que los asesinatos de los Sacerdotes Jesuitas, Joaquín Mora Salazar y Javier Campos Morales, fue un sacrificio para el bienestar de la población, al asegurar que, en uno de sus sermones, el conocido padre “Gallo”, refirió que algo altamente impactante iba a suceder para recuperar la tranquilidad, sin saber que se trataba de su muerte y la de su querido amigo.
Lo anterior surgió en el desarrollo de diversos eventos conmemorativos del primer aniversario luctuoso que iniciaron desde el lugar conocido como “las cruces”, esto en alusión a tres cruces de madera colocadas a la altura del kilómetro 39 de la carretera Pitorreal, municipio de Bocoyna a San Rafael, municipio de Urique, en donde fueron encontrados sin vida el 22 de junio del año 2022.
“Nuestros queridos padres “Gallo” y “Morita”, siempre estarán en nuestros corazones y nuestras mentes porque a lo largo de varios años supieron ganarse el amor de los pobladores de varias comunidades de la sierra tarahumara; tenemos fe de que la paz regresará a la región porque al entregar sus vidas a Dios hicieron un sacrificio para la tranquilidad de nosotros”, expresó con lágrimas en los ojos, Maribel Payán, colaboradora de los sacerdotes.
Asimismo, habitantes de Bahuichivo, quienes prefirieron reservar sus datos, indicaron que ambos Jesuitas tuvieron las características de bondad hacia las clases más desprotegidas, lo que hicieron por más de una década en el municipio de Urique, obteniendo con ello el completo respeto, admiración y cariño tanto de los pueblos originarios como de la comunidad mestiza.
Por su parte, Rosalinda López, catequista y auxiliar del extinto párroco de Cerocahui, Javier Campos, recordó como desde sus inicios hace algunos años de colaborar para la iglesia, el padre “Gallo” se esforzaba por efectuar actividades para dotar de los esencial a las familias más pobres, a quienes al igual que el sacerdote Joaquín Mora, viajaban constantemente a las comunidades indígenas tanto para evangelizar a los habitantes como para llevar apoyo diverso.
Dijo que el respeto y cariño fue tanto hacía estas personalidades de la religión católica que luego de los terribles hechos en los que les fuera arrebatada su vida sin razón alguna, aún no se puede creer que ya no estén presentes, lo que es motivo de que en su persona no haya la paz interna que le impide en ocasiones conciliar el sueño.
Los pobladores serranos afirmaron que ambos sacerdotes fueron clave para el desarrollo integral de varias comunidades serranas, pero, sobre todo, resaltaron las coincidencias entre los dos hombres originarios del estado de Nuevo León, con diferencia de un año de edad uno del otro, ya que al momento de morir el padre “Morita” tenía 81 años cumplidos, y el padre “Gallo” cumpliría en poco tiempo 80 años.
Al platicar de los religiosos, algunas personas recuerdan con agrado las diferencias en algunos puntos de vista entre ambos sacerdotes, señalando que mientras Mora Salazar tenía demasiada paciencia, el padre “Gallo” aprovechaba esa condición para hacerle algunas bromas, las que simulaban era parte de una constante “pelea” entre los dos, ocasionando con ello momentos de comicidad que agradaba a los feligreses.
Resalta que luego de recordar esas “peleas”, quienes describen tal situación cambian repentinamente de un momento de risas a una mueca de tristeza al resaltar que tuvieron tantas coincidencias hasta en su forma de partir de esta tierra.
De acuerdo a datos de personas allegadas a los sacerdotes Jesuitas, estos permanecieron por décadas en diferentes puntos de la región serrana, dando ha conocer que en el caso del padre Javier Campos, antes de llegar a Cerocahui hace más de 15 años, estuvo en iglesias de municipios como Batopilas, Chinipas y otros más, agregando que, en una ocasión, el padre “Gallo” dijo haberse enamorado de la sierra chihuahuense desde su llegada a la entidad hace cerca de 50 años.
En el caso de Javier Mora, indicaron que este permaneció en el municipio de Urique un total de 15 años, mismos que en su mayoría estuvo en la iglesia de la comunidad de Bahuichivo, destacando que ambas personas amaron tanto la sierra tarahumara que muchas de las misas las oficiaron en la lengua Rarámuri.