/ martes 5 de mayo de 2020

Hizo crecer el negocio que heredo de sus padres

Desde la muerte de su padre, "la dama de los colibrís" estuvo al frente de los tradicionales helados de Santa Isabel

La noche del domingo falleció Xóchitl Fischer quien era dueña de las paleterías Germania de Santa Isabel, luego de permanecer al frente de esta tradicional empresa desde la muerte de sus padres Guadalupe Díaz y Hans W.

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Los usuarios de las redes sociales lamentaron su muerte y sus amigos enviaron las condolencias a la familia de Xóchitl, que por muchos años continuó con la fabricación artesanal de las paletas de leche de vaca y de su única paleta de aguacate.

Quienes la conocieron manifestaron la calidez de esta mujer, nacida en México, pero con sangre alemana por parte de su padre quien llegó a este país cuando terminó la Segunda Guerra Mundial y anduvo por varios estados hasta que se instaló en el pequeño pueblo de Santa Isabel.

Todos recuerdan a Xóchitl como la dama de los colibríes, ya que el jardín de su casa era un refugio para estas pequeñas aves que atendían el llamado de ella cada vez que salía al patio y las llamaba. Por increíble que parezca, cuando ella salía al jardín y les gritaba: ¿Dónde están corazones, no se escondan?, de la nada comenzaban a acercarse las avecillas, como si entendieran el llamado de su amo.

En varias entrevistas hechas a Xóchitl, le gustaba platicar cómo el negocio de la venta de las paletas inició por casualidad, cuando su madre Guadalupe Díaz empezó a elaborarlas con una pequeña máquina. Recuerda que hacían 20 paletas por día.


Xóchitl Fischer hizo crecer el negocio que heredó de sus padres

Por necesidad, la familia Fischer inició en 1960 la elaboración de las famosas paletas Germania, negocio que hoy en día es reconocido inclusive mundialmente, lo que jamás imaginó Hans Fisher, un alemán que llegó a México como técnico en diésel, pero un accidente cambió el rumbo de su vida, así que tuvo que ingeniárselas para mantener de alguna manera a su familia.

El 24 de abril de 1930, Hans W. Fischer se casó en Xichú, Guanajuato, con la señora Guadalupe Díaz, y el 27 de febrero de 1931 procrearon a Xóchitl, una pequeña inquieta que viviría grandes aventuras con sus padres.

A inicios de la década de los 40 llegaron a Chihuahua capital, donde compraron una modesta casa, pero luego se mudaron a Santa Isabel.

El señor Fischer era un minero y fanático de las motocicletas; tras un accidente su vida dio un giro de 180 grados y, por ende el de su familia. No pudo continuar trabajando en eso que le apasionaba y hubo que optar por otras alternativas.

En febrero de 1959 la familia Fischer puso su primer negocio en esta localidad, fue una refaccionaria y taller mecánico donde los conocimientos del padre de familia, ayudado por su hija Xóchitl -ahora propietaria de la empresa familiar-, le ayudaba a reparar los vehículos porque su padre no podía bajar a la fosa por la fractura de su pierna.

Pero el negocio de la refaccionaria no les resultó rentable, pues como apenas estaban construyendo la carretera Chihuahua-Cuauhtémoc, pasaba un vehículo cada 3 o 4 horas por allí, así que el número de clientes era muy escaso; es por ello que pretendiendo generar más ganancias comenzaron a vender refrescos que mantenían helados en un refrigerador de gas, una gran atracción en 1959 ante la falta de aparatos electrónicos, lo que les dio una gran idea: poner una peletería.

Mucha gente preguntaba cómo se le ocurrió al señor Fischer la idea de las paletas siendo él un ingeniero, de los primeros en máquinas diésel que vino de Alemania. La respuesta que daba era: “Por la cochina necesidad”, y es la pura verdad.

El negocio iba bien. A la señora Guadalupe Díaz le gustaba la repostería y gustosa aplicó todas sus habilidades en hacer las paletas, siempre de manera manual, aunque faltaba un tanto de experiencia en el ramo, fue entonces cuando los esposos acudieron a otros lugares, como la ciudad capital, para observar el procedimiento de elaboración de este producto, pero no era la idea que tenían y decidieron adoptar un concepto propio y probaron suerte con sabores tradicionales como nuez, vainilla y chocolate, ésta última, por cierto, la favorita del señor Hans.

A su madre nunca le gustó el uso de la maquinaria para la fabricación de paletas, prefería elaborarlas artesanalmente, pero esto no era tan sencillo para el señor Hans, por el accidente en el que se vio afectada su pierna, lo que lo limitaba a ciertas cosas.

Primero murió su papá, y al tiempo su madre. En ese entonces le llegaron infinidad de ofertas para comprarle el negocio, pero se negó y decidió tomar esta responsabilidad en sus hombros, y la respuesta de cómo lo ha hecho se resume en que luego de 53 años está posicionado en el mercado.

Las paletas Germania no sólo se comercializan nacionalmente, sino también internacionalmente. Además, personas de Estados Unidos las llevan a su país para consumo propio. Turistas o paisanos que visitan su tierra en periodos vacacionales no pueden regresar si entre su equipaje no traen consigo una hielera de estas paletas.

Duró 20 años para elegir el logotipo del establecimiento, pero de la manera más sencilla escogió uno, que está plasmado a las afueras de la paletería, con el que se toman una fotografía desde pequeños hasta adultos mayores, pero debe salir la frase ¡Mmm… qué ricas!, que acompaña a dos simpáticos niños: una chiquilla con trenzas, descalza, que transmite una gran ternura, y un despeinado niño, ambos con una G en su vestimenta.



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La noche del domingo falleció Xóchitl Fischer quien era dueña de las paleterías Germania de Santa Isabel, luego de permanecer al frente de esta tradicional empresa desde la muerte de sus padres Guadalupe Díaz y Hans W.

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Los usuarios de las redes sociales lamentaron su muerte y sus amigos enviaron las condolencias a la familia de Xóchitl, que por muchos años continuó con la fabricación artesanal de las paletas de leche de vaca y de su única paleta de aguacate.

Quienes la conocieron manifestaron la calidez de esta mujer, nacida en México, pero con sangre alemana por parte de su padre quien llegó a este país cuando terminó la Segunda Guerra Mundial y anduvo por varios estados hasta que se instaló en el pequeño pueblo de Santa Isabel.

Todos recuerdan a Xóchitl como la dama de los colibríes, ya que el jardín de su casa era un refugio para estas pequeñas aves que atendían el llamado de ella cada vez que salía al patio y las llamaba. Por increíble que parezca, cuando ella salía al jardín y les gritaba: ¿Dónde están corazones, no se escondan?, de la nada comenzaban a acercarse las avecillas, como si entendieran el llamado de su amo.

En varias entrevistas hechas a Xóchitl, le gustaba platicar cómo el negocio de la venta de las paletas inició por casualidad, cuando su madre Guadalupe Díaz empezó a elaborarlas con una pequeña máquina. Recuerda que hacían 20 paletas por día.


Xóchitl Fischer hizo crecer el negocio que heredó de sus padres

Por necesidad, la familia Fischer inició en 1960 la elaboración de las famosas paletas Germania, negocio que hoy en día es reconocido inclusive mundialmente, lo que jamás imaginó Hans Fisher, un alemán que llegó a México como técnico en diésel, pero un accidente cambió el rumbo de su vida, así que tuvo que ingeniárselas para mantener de alguna manera a su familia.

El 24 de abril de 1930, Hans W. Fischer se casó en Xichú, Guanajuato, con la señora Guadalupe Díaz, y el 27 de febrero de 1931 procrearon a Xóchitl, una pequeña inquieta que viviría grandes aventuras con sus padres.

A inicios de la década de los 40 llegaron a Chihuahua capital, donde compraron una modesta casa, pero luego se mudaron a Santa Isabel.

El señor Fischer era un minero y fanático de las motocicletas; tras un accidente su vida dio un giro de 180 grados y, por ende el de su familia. No pudo continuar trabajando en eso que le apasionaba y hubo que optar por otras alternativas.

En febrero de 1959 la familia Fischer puso su primer negocio en esta localidad, fue una refaccionaria y taller mecánico donde los conocimientos del padre de familia, ayudado por su hija Xóchitl -ahora propietaria de la empresa familiar-, le ayudaba a reparar los vehículos porque su padre no podía bajar a la fosa por la fractura de su pierna.

Pero el negocio de la refaccionaria no les resultó rentable, pues como apenas estaban construyendo la carretera Chihuahua-Cuauhtémoc, pasaba un vehículo cada 3 o 4 horas por allí, así que el número de clientes era muy escaso; es por ello que pretendiendo generar más ganancias comenzaron a vender refrescos que mantenían helados en un refrigerador de gas, una gran atracción en 1959 ante la falta de aparatos electrónicos, lo que les dio una gran idea: poner una peletería.

Mucha gente preguntaba cómo se le ocurrió al señor Fischer la idea de las paletas siendo él un ingeniero, de los primeros en máquinas diésel que vino de Alemania. La respuesta que daba era: “Por la cochina necesidad”, y es la pura verdad.

El negocio iba bien. A la señora Guadalupe Díaz le gustaba la repostería y gustosa aplicó todas sus habilidades en hacer las paletas, siempre de manera manual, aunque faltaba un tanto de experiencia en el ramo, fue entonces cuando los esposos acudieron a otros lugares, como la ciudad capital, para observar el procedimiento de elaboración de este producto, pero no era la idea que tenían y decidieron adoptar un concepto propio y probaron suerte con sabores tradicionales como nuez, vainilla y chocolate, ésta última, por cierto, la favorita del señor Hans.

A su madre nunca le gustó el uso de la maquinaria para la fabricación de paletas, prefería elaborarlas artesanalmente, pero esto no era tan sencillo para el señor Hans, por el accidente en el que se vio afectada su pierna, lo que lo limitaba a ciertas cosas.

Primero murió su papá, y al tiempo su madre. En ese entonces le llegaron infinidad de ofertas para comprarle el negocio, pero se negó y decidió tomar esta responsabilidad en sus hombros, y la respuesta de cómo lo ha hecho se resume en que luego de 53 años está posicionado en el mercado.

Las paletas Germania no sólo se comercializan nacionalmente, sino también internacionalmente. Además, personas de Estados Unidos las llevan a su país para consumo propio. Turistas o paisanos que visitan su tierra en periodos vacacionales no pueden regresar si entre su equipaje no traen consigo una hielera de estas paletas.

Duró 20 años para elegir el logotipo del establecimiento, pero de la manera más sencilla escogió uno, que está plasmado a las afueras de la paletería, con el que se toman una fotografía desde pequeños hasta adultos mayores, pero debe salir la frase ¡Mmm… qué ricas!, que acompaña a dos simpáticos niños: una chiquilla con trenzas, descalza, que transmite una gran ternura, y un despeinado niño, ambos con una G en su vestimenta.



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