CUAUHTÉMOC, Chih.- Hoy se cumplen 494 años de la muerte del último emperador azteca, Cuauhtémoc; se sabe que el 28 de febrero de 1525 murió ahorcado en una región de Tabasco, defensor de la civilización y la cultura más importante que había en el continente americano y de cuyo nombre hace uso esta población.
El cronista de la ciudad e historiador, Marcelino Martínez Sánchez, expresó que los españoles, por órdenes de Hernán Cortez, lo ahorcan en un punto de una aldea de la región de Xicalango en Tabasco.
Era un prisionero de guerra al que había que eliminar, ¿por qué? Porque ellos eran extranjeros y todos los demás de lengua náhuatl sabían de la importancia de lo que era el personaje, de lo que era el ombligo del mundo mesoamericano, y así sucedió en esa fecha.
Los que describen a Cuauhtémoc, como Bernal Díaz del Castillo, refieren la figura del último tlatoani como, lo que diríamos en lengua occidental, todo un ejemplar de nobleza, de formación sacerdotal guerrera e intelectual, era de casta gobernante y al menos por lo que mostró durante la defensa de Tenochtitlán, era todo un personaje dirigente del centro de la civilización en Centroamérica.
Bastaba recordar las descripciones del mercado de Tlatelolco y ver la inmensidad de gente con más de 30 mil a 40 mil personas comprando y vendiendo, comprando como nunca, ni en los días más importantes de feria en los días de Europa se juntaba, tanta gente y esto era solamente una parte del lugar.
Lo aprehenden en agosto de 1521, y dicen los cronistas que era un personaje de unos 25-30 años de edad, alto, un poco blanco y de impresionante presencia, en su afán y su mirada, distinguido por su atuendo de guerrero, fastuoso, con aquello de los plumajes para la guerra, y como gobernante una vestimenta sencilla y ordinaria, al revés de lo que vemos ahora.
Una vez ahorcado, en Tabasco, gente de la suya, rescata el cuerpo, se lo llevan y por la tradición del sur éste fue diciendo hacia dónde iban, por dónde pasaron, qué hicieron con su cuerpo, hasta que doña Eulalia Guzmán, rastreando bien lo que dice la tradición, encuentra sus restos en el fondo de una capilla, allá en el piso, donde seguramente hubo una construcción prehispánica como pirámide y encima un templo.
La tradición oral decía que ahí estaban los restos y al desbaratar aquello con la participación de antropología e historia de México encuentran los restos, seguido de la investigación de la antropología física, viendo qué dicen las crónicas de aquel tiempo.
San Antonio de Arenales para 1927, que cambia de nombre de San Antonio de Arenales a Cuauhtémoc, escogiendo esta personalidad de la que encontramos justificación para que lleve el nombre esta ciudad y es por eso que ahora a los ciudadanos nos corresponde en esta ocasión hacer honor a este orgullo, de heroísmo nacional del personaje y sobre todo con acciones valientes y autónomas que nos den más identidad, en este recordatorio luctuoso que sirva para señalar que somos ciudadanos de Cuauhtémoc.