“Algunos padres no tienen interés en que sus hijos estudien, prefieren llevárselos a trabajar”, así lo explicó Aarón Durán, quien imparte clases en un salón ubicado dentro del albergue para jornaleros agrícolas de Lázaro Cárdenas, ahora a cargo de la Presidencia Municipal.
Durante la temporada de pisca la mayor población de jornaleros agrícolas proviene del sur del país, quienes se trasladan con su familia a los diferentes municipios del estado, cuya economía se centra en los campos de cultivos. Durante más de cinco meses, los padres de familia recolectan la siembra bajo los rayos del sol, con temperaturas de hasta 38ºC y acompañados de sus hijos.
A pesar de que con el ahora extinto Programa de Atención para Jornaleros Agrícolas, se construyeron cuartos donde los trabajadores migrantes pueden dormir, cocinar y comer, justo a un lado de un salón de clases, en algunas ocasiones los padres optan por abstenerse de sacar provecho a la facilidad escolar a cambio de recolectar mayor mercancía con ayuda de los menores de edad.
Las paredes del salón de clases se encuentran tapizadas de tablas de multiplicar, mapas de México, dibujos de animales acompañados de sus nombres y las letras del abecedario en colores llamativos. Al fondo, en una esquina, casi dos decenas de butacas se encuentran amontonadas formando una pila que deja entrever la ausencia de estudiantes.
“En este ciclo escolar agrícola llegué a tener hasta 28 alumnos, en las últimas semanas se fueron cinco, pero es muy raro el día en el que acudan todos los niños que se hospedan en el albergue”, comentó Durán y agregó que en esta primera semana de agosto sólo han asistido alrededor de 10 infantes a tomar clases, pese a que la asistencia es parte del reglamento del albergue.
Otra de las problemáticas a las que el maestro se enfrenta es el rezago educativo que algunos de las niñas y niños presentan, pues hay quienes hasta los 11 años de edad nunca habían pisado un aula por lo que no saben leer ni escribir, además de la complicación que representan las barreras del idioma al tratar de enseñar a rarámuris que no están familiarizados con el castellano.
La edad de los alumnos oscila entre los cuatro y los 11 años de edad, lo que ocasiona que los temas impartidos sean los mismos, pero con diferentes grados de dificultad, aunque siguen siendo básicos llegando sólo hasta las tablas de multiplicar. “Hay alumnos que sólo hablan rarámuri, ellos entienden muy poco lo que les digo, la mayoría de las veces sus hermanos más grandes me ayudan a explicarles, pero en otros días les dedico tiempo extra”, explicó Aarón.
El albergue de Lázaro Cárdenas cuenta además con un módulo familiar, sanitarios, comedor, cancha de futbol rápido, cerco perimetral y área de juegos, y es uno de los 31 que se ubican en diferentes municipios del estado.
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