Ahora se le conoce como el Viaducto Díaz Ordaz, pero en su momento, bajo la administración de Pedro García, se le nombró de primera instancia “Arroyo Colorado” en el año 1954, recibió este nombre pues en 1917, por los hermanos Escobar, al barrio de aquellas orillas de la ciudad se le nombraba de tal manera.
Hay varias historias que giran en torno a este sitio, las hay trágicas como la inundación de 1954 del arroyo, el cual cobró la vida de muchas personas, así como también están aquellas historias políticas sobre cómo se construyó la zona, sin embargo, la que más le interesa a todos es la famosa leyenda de las brujas del Arroyo Colorado.
¿Quiénes eran las brujas del Arroyo Colorado?
Se dice que cuando la ciudad todavía era conocida como Villa Paso del Norte, a las orillas de la ciudad vivían en el rancho Arroyo Colorado cinco hermanas bellísimas, de las cuales la joven era la más hermosa, sin embargo, todas eran muy cotizadas entre los hombres.
Para poder sustentarse y ganar su propio dinero, las hermanas rentaban el ranchito para hacer fiestas, gracias a su tamaño era posible hacer grandes bailes donde contrataban músicos y artistas callejeros para dar entretenimiento.
En estos eventos la gente de la ciudad asistía con gusto, teniendo que pagar una entrada para poder acceder, y también pagando una cuota más para poder bailar con alguna de las cinco jóvenes.
¿Cuál es la leyenda que aterró a los juarenses del Arroyo Colorado?
Se dice que Margarita, la hermana más joven de todas, era quien más pretendientes tenía por su sorprendente belleza y carisma. Todo tipo de hombres la asediaban, guapos, feos, ricos y pobres, pero entre esos tantos hubo uno muy peculiar.
Un día, a uno de los bailes llegó un ranchero muy atractivo y poderoso, este se distinguía muy bien de entre todos los demás, pues encima lo acompañaba un caballo hermoso; todos en la fiesta estaban impresionados con su presencia, pero él iba con la misión de conquistar a Margarita, quien no le prestó atención, pues ya se encontraba bailando con otro hombre.
El ranchero trató de acercarse a la joven en repetidas ocasiones, hartándose de su rechazo fue que la obligó a bailar con él, pagando una cuota por toda la noche, pensando que de esta manera la chica se enamoraría de él.
Cuando sintió que era el momento adecuado, invitó a Margarita a caminar por el arroyo y una vez estando lo suficientemente lejos de la fiesta pensaba en qué palabras eran las correctas para decirle a Margarita que tenían que casarse, hasta que entre sus pensamientos y la realidad, se percató de que la joven ni siquiera tocaba el suelo al andar, pues solo flotaba.
Por supuesto, el hombre se sorprendió, pero se armó de coraje para decirle que no le tenía miedo y no creía en las palabrerías de la gente sobre el supuesto rumor de que Margarita era una bruja, mientras que con su látigo la jaló para amarrarla y montarla al caballo, desapareciendo en la oscuridad del desierto.
Las semanas trascendían y Margarita no aparecía por ningún lado, por lo que sus hermanas estaban preocupadas y pensaban que lo peor podría haber pasado, hasta que a la cuarta semana, vieron a la joven caminando cerca del arroyo, dirigiéndose al rancho, por lo que entusiasmadas se acercaron a ella para abrazarla y preguntar en dónde estuvo.
Margarita, al ver la preocupación de sus hermanas no pudo evitar reírse y expresarles que no debían temer nunca de su bienestar, pues no había nada que le pudiera pasar.
Mientras que en el desierto, tan solo unos días después, los ciudadanos encontraron a un caballo que vagaba por las orillas del desierto, cerca de este mismo, yacía el cadáver de un hombre que tenía la apariencia de una momia, como si estuviera a punto de convertirse en polvo, ¿lo extraño? es que llevaba las mismas ropas que usó aquel hombre ranchero que visitó Ciudad Juárez para llevarse a Margarita.
Nota publicada originalmente en: El Heraldo de Juárez