Desde el miércoles muchos de nosotros andábamos con el alma inquieta, no dejábamos de pensar y de observar por donde fuera… ¡era la desaparición de una joya! una naciente vida humana: la infancia, la vida e inocencia de una niña estaba en un gran peligro a manos de otro ser humano, h u m a n o, increíble… como seguramente ahora mismo hay tantos más menores de edad y jóvenes sufriendo exactamente lo mismo, en este mismo instante, en esta misma ciudad… infancias y vidas robadas, pisoteadas, maltratadas, violentadas, descuartizadas; ante quien se vuelve el rostro, vidas menospreciadas, estimadas en nada. Vidas humanas que se usan y se tiran.
Y nos enteramos desde ayer de lo imaginable: Camila fue raptada por la fuerza, abusada sexualmente en una intimidad -tesoro de toda persona humana- que en ella estaba aún dormida con su natural inocencia de niña, violentada y aún grabada en video -otro salvaje ataque a su dignidad humana y la de todos los seres que ella amó-, para después de semejante historia de terror -de la vida real-, terminara por dejar de respirar a la fuerza: fue asesinada por asfixia.
La causa para mí es muy clara: la pornografía hoy en día es la droga de más fácil acceso, y ¡es más! todo el día esta infiltrándose en todos los seres humanos por todos los medios, en todas las pantallas ¡hasta en los anuncios de televisión! Y nadie dice o hace nada.
Las letras de las canciones, los videos de éstas, las telenovelas y programas, las series y prácticamente en todas las películas, en videojuegos. Mentes enfermas que no se percatan del daño que están absorbiendo y se va guardando en el inconsciente y en la memoria como lo más apetecible y normal.
El mal de nuestros tiempos es que hemos perdido la claridad en el abismo que existe entre la bondad y la maldad de nuestras acciones, en los contenidos de cualquier tema. Es una época muy relativa en donde la dignidad de la persona humana también se relativizo, junto a su ética básica y su conciencia.
Hace muchos años tener acceso a materiales pornográficos era toda una aventura; estos contenidos se presentaban únicamente a través del sentido de la vista por medio de revistas que no eran de fácil acceso. El pudor natural de la persona humana le llevaba a incluso esconderla debajo de colchones o en lugares donde no fuera visible. Las películas con contenidos eróticos no eran tan vastas y tan explícitas.
Éramos más razonables con menos tecnología. Las personas con acceso a la pornografía no era la mayoría.
Hoy sí. Estamos en el siglo 20 donde prolifera información sin filtro y tendenciosa en cualquier pantalla a cualquier horario y lugar.
Esta información siempre está a la mano y entra en cualquier mente de manera constante estimulando no sólo el sentido de la vista, el oído… también, la imaginación y trascaba la memoria de manera constante; impactando los sentidos, turbando conciencia y realidad.
No hay un espacio entre la realidad virtual que ofrece la www en estos temas y en la vida real. Y todos somos víctimas. No sólo eso, también todos somos cómplices del trato y la muerte tan absurda, violenta, indigna de toda persona humana, como la experimentó Camila… y muchas vidas más, incontables.
Y si, somos cómplices; pues hay una industria millonaria de personas enfermas de su mente por la pornografía y la vida sexual tan poco educada, así como la vida afectiva de las personas. Los instintos, las pasiones y la información sin filtro están creando en nuestra sociedad comunidades cada vez más enfermas y poderosas, que ignoran por completo la dignidad de la persona humana y trascienden límites impensables para cualquier ser humano. Y no estamos haciendo tú y yo nada. Sólo asombrarnos, entristecernos. Vemos por todas las redes sociales “me dueles Chihuahua”, pero nadie hace nada. Esa es la historia de las buenas intenciones: no llegan a concretar hechos radicales que pongan un alto total a estar viendo desvanecerse vidas -que por cierto son sagradas- como si fueran tan solo bellas pompas de jabón.
Son vidas ¡miles! Tan dignas o más que la tuya y la mía, que las de nuestros hijos y seres amados. Y no pasa nada porque ni siquiera nos educamos y educamos en afectividad y sexualidad a nuestras familias y comunidades. Porque no ponemos control a las redes sociales y a los contenidos. Porque nadie hace nada en concreto en su propia comunidad, porque finalmente no pasa nada.
Ya es hora de que estudiemos más sobre esos temas, sobre la pornografía y los malos hábitos en la sexualidad que son los vicios.
La pornografía es un vicio y provoca adicción y la sociedad está inmersa en esa patología.
Hay expertos en el tema en Chihuahua estudiando experimentalmente estos temas sociológicos; patrones y conductas humanas asociadas a la pornografía y demás adicciones. ¿Dónde están los recursos necesarios de investigación y desarrollo donde empresarios y gobierno participen comprometidamente para alentar financieramente este tipo de investigaciones que aporten aproximaciones reales en tiempo de lo que está experimentando el ser humano en estos temas, su impacto real en pensamiento y conducta? Debe tratarse como tal. Y educarse en la escuela en base a ciencias al respecto.
La educación es el perfeccionamiento y la persona humana tiene la capacidad de autoconstruirse en mejor persona cada día. La base de la madurez en la persona humana es la educación.
En la educación académica deben integrarse estos temas y todo lo relacionado a una sana inteligencia emocional, a proyectos de vida; a valorar y enaltecer la dignidad de la persona humana: de toda persona humana.
Debemos como individuos defender con heroísmo la infancia -desde su concepción-, que es el capital contable de nuestra historia. Defenderla con uñas y dientes, con tesón. Educarnos como sociedad en estos temas y comenzar con filtrar tanto los tiempos invertidos en pantallas como discrecionar contenidos bajo una moral sana.
Hasta que cada quien desde su frente no se comprometa personalmente a acciones puntuales y comprometidas en tiempo y en forma, todos: tú y yo, somos cómplices de la trata de blancas en el estado y de muertes como la de Seyni Camila.
No cometamos el ignorante error de realmente pensar y creernos que nosotros no tenemos nada que ver.
Tenemos todo que ver, tú y yo.
Una sociedad diferente no se construye con individuos indiferentes. Ya basta. Despierta Chihuahua.