Unos le han llamado la era de la distracción porque vivimos atrapados por la industria del entretenimiento. Otros, dicen que las redes sociales son el nuevo mercado de la atención que ha acaparado nuestro tiempo, vida y espacio. Vivimos entre y para las redes. Fuera de ese ambiente, no tiene sentido la vida.
Para leer, se requiere afinar la atención o lo que comúnmente decimos concentrarnos para captar el sentido y la interpretación de la lectura, que representa una práctica de decodificar signos.
Desde pequeños aprendemos a concentrarnos al escuchar la lectura de cuentos o historietas para poder dar paso a la imaginación. En este sentido, las letras se convierten en las primeras alas de la imaginación. La lectura nos hace volar, llegar a lugares inimaginables o remotos. Por eso se requiere la concentración, lo que representa una de las estructuras más sólidas de lo que se le ha llamado Galaxia Gutenberg, que fue el ambiente por siglos de libros, documentos impresos, la letra escrita.
La transferencia de la Galaxia Gutenberg a la Galaxia Digital ha sido un salto cualitativo y cuantitativo en relación a la potencia de la atención. Primero la Galaxia Gutenberg tuvo una permanencia de siglos, mientras que la Digital en unos cuantos años ha logrado avasallar y cada día.
¿Qué tan parecidos son los ambientes de que a un niño en la noche, antes de acostarse, le leían un cuento o un libro a una sesión de videojuegos, donde el niño manipula las acciones dentro de la pantalla, no acude a la imaginación porque los personajes aparecen en las pantallas?
La lectura es focal, se centra la atención en un objetivo, mientras la distracción digital es una visión muy periférica, simultánea, múltiple que, lógicamente, impide tener la misma concentración que cuando se fijan los ojos en un texto.
El otro gran cambio de la Galaxia Gutenberg a la Digital son los llamados productos culturales, donde en la primera, las librerías, bibliotecas o museos eran, por lo general, los principales centros de acopio de datos, información y archivos. Ahora, con lo Digital, todos esos productos culturales han cambiado radicalmente y están agrupados en la gran red llamada Big Data.
Jorge Carrión[1] afirma que las plataformas digitales compiten con el museo y la biblioteca como nuevas instituciones de la memoria y la circulación de la información y del arte. Y nos conminan a pensar nuevos modos de prescripción.
Por su parte, Derek Thompson en su libro “Creadores de hits” afirma que “estamos viviendo una revolución industrial de la atención, en una guerra entre plataformas tecnológicas que compiten salvajemente por captar nuestra mirada y nuestro tiempo”.
Mirada y tiempo, entonces, parecen ser los nuevos objetivos de esas tecnologías de la Galaxia Digital. Ya no es tan sólo sustituir la palabra por la imagen, sino que ahora se pretende atrapar la mirada y la atención. Las redes sociales registran cronológicamente los segundos que logran detener la mirada en cada noticia o marca, en cada imagen o en cada anuncio.
La guerra en ese mercado digital es segundo por segundo. El reto es mantener un instante más la mirada del cibernauta o navegante de las redes.
Derek Thompson en el libro mencionado sostiene que “cada éxito de taquilla tiene una historia secreta de poder, influencia, emisoras oscuras y cultos apasionados que convierten algunos productos nuevos en fenómenos culturales. Incluso –dice-, las ideas más brillantes se marchitan en la oscuridad si no se conectan a la red correcta”.
Entre las conclusiones a las que llega está que la moneda más valiosa del siglo XXI es la atención de la gente. Esto da una idea de que gran parte de contenidos que circulan por las redes sociales no precisamente se distinguen por su calidad, sino que existe una estrategia para que aparezcan como interesantes o novedosas y capten la atención.
El mejor ejemplo de este fenómeno de la atención son los contenidos “virales”, que pueden ser una caída curiosa, un accidente o una situación cómica, pero por la circulación, hora en que se sube, palabra que se utiliza y otras muchas estrategias más, logra colocarse en top 1. Al día siguiente será un video intrascendente, pero horas antes logró captar la mirada, la atención y el tiempo de miles de personas.
Uno de los principios de lo viral es que nada es por casualidad ni están sujetos al gusto de las personas que lo comparten. Todo responde a una estrategia para promover determinados videos, imágenes o memes. En el mundo de las redes nada sucede por la improvisación o al azar.
Por eso, para Thompson, mercado y popularidad van de la mano, popularidad y mente, como lo demuestran tantos éxitos de artistas y ahora de políticos.
La mercadotecnia política ha revolucionado por el mercado de la viralidad, donde por medio de bots posicionan a sus candidatos y partidos, descalifican al opositor, arrasan a quien lo critique y alteran resultados y “simpatías”.
De esta manera, la era de la distracción es por doble partida: por un lado, distraer o dispersar la concentración racional de las personas, y por otro lado, captar la atención emocional, y para eso se utiliza la tecnología digital.
[1] Carrión, Jorge (2019) Las plataformas transforman nuestros modos de leer, 10 de febrero de 2019, The New York Times.