Con el ensayo en serie de cuatro partes denominado “La banalización de la mentira”, el periodista chihuahuense Javier Contreras Orozco fue reconocido el pasado viernes con el Premio Nacional de Periodismo 2018, en la categoría Opinión.
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El trabajo, nombrado por el jurado calificador únicamente como “La verdad incómoda a la opinión pública” (debido a que la primera parte se intituló precisamente así), es una breve tesis donde el comunicador expresa su preocupación cómo la veracidad de manera lamentable ha caído en el desprestigio, en la actualidad, teniendo como hilos conductores ese concepto con su contraparte natural, la mentira.
“Vivimos en la época de una gran revolución digital, pero esa tecnología ha ido diluyendo el concepto de la verdad”, comienza Contreras la entrevista, explicando de modo somero sus argumentos, pero con la pasión que desde hace más de 40 años lo caracteriza como periodista y docente universitario.
De acuerdo con el catedrático y su escrito galardonado, los medios de comunicación han sido más perjudicados (heridos, es el término que adecua) que beneficiados con el gran avance tecnológico en su campo, pues han dado preferencia a la opinión pública antes que a lo que acontece cotidianamente: dicho en un par de palabras, la realidad… la verdad.
“La verdad ha sido desplazada (en los medios y en la red) por lo que conocemos como ‘opinión pública’, que no es más que diferentes puntos de vista coincidentes, pero no es la verdad”, resume.
Para Contreras Orozco, en todo caso, la opinión pública cuando mucho alcanzaría una categoría que él califica como “la verdad de los sentidos”, porque es lo que cada quien cree; lo que cada quien le gusta, lo que oye, lo que siente… mas no necesariamente la verdad.
Lo anterior, triste moda en la super carretera de la información, lo explica con un juego de palabras: “No importa lo que es, sino lo que te digan que es”, y para ejemplificar lo anterior, baste un click para encontrarse una red saturada de lo que las nuevas generaciones conocen como “fake news”, pero que desde tiempos inmemoriales, nos recuerda Javier Contreras existe con la palabra rumor.
“Es sólo que ahora (con la inmediatez de las redes sociales) es más rápido. “Antes un rumor se esparcía, pero tardaba”, sostiene, añadiendo que hoy es suficiente con algunos “retweets” para hacerlo, sin que nadie se moleste por corroborar la veracidad del asunto en cuestión… ni siquiera los medios (no todos, aclara) que, como suele decirse, mejor han optado por “subirse al tren…”
Sin generalizar, el también profesor y formador de periodistas, afirma que ya casi no se le apuesta a la investigación, al fondo de los hechos, lo que provoca también un juego de espejos como él lo describió, en donde, se insiste, la verdad no cuenta tanto como la opinión pública, y mientras esta siga dominando, seguirá habiendo esa banalización ya mencionada.
¿Sin salida?
Con todo, el panorama descrito en el ensayo que se hizo acreedor al Premio Nacional no debe tomarse como algo que apunte a la tecnofobia. “Son herramientas (las redes) para el beneficio de quien las usa”, aclara el doctor Conteras, agregando que en una aplastante mayoría de casos, el problema lo causa el mal uso que se les da.
Añade que la sociedad se ha acostumbrado a tomar como verdad cualquier publicación que aparezca en la red, sin siquiera ver quién la aventó al ruedo. “Fue el señor Facebook”, menciona medio en broma, medio en serio, acerca del anonimato que cunde en Internet.
“Vivimos en una era de ‘francotiradores digitales’ que se escudan en las redes para disparar dardos envenenados al amparo del anonimato”, reitera sobre la rumorología digital, retomado la idea de que la verdad no cuenta, sólo la opinión pública.
“Nos hemos convertido en autistas de la verdad, le tenemos miedo a la verdad (de ahí la incomodidad mencionada en una de las cuatro partes de sus ensayos). En una sociedad de la mentira”, resume.
Insiste que no todo está perdido. “No es un daño irreversible, si bien las actuales generaciones recibimos un golpe brutal a la hora de enfrentar esas nuevas tecnologías, no nos dio tiempo de alfabetizarnos mediáticamente”, define.
De acuerdo con el periodista, en esa última frase está parte de la solución, quizá en un futuro convirtiéndola en una especie de asignatura escolar, pero tampoco vería con malos ojos una regularización de índole legal en las redes.
“¿Por qué no?”, invita, “si se hace en otros medios de comunicación. Al menos, debería haber un mecanismo que obligue a cada usuario (cada integrante de esa multifragmentada opinión pública) a dar la cara (identificarse) cuando informa o comenta algo en la red”.
Hablando precisamente de los medios, Contreras Orozco opina que aquellos que se han plegado a publicar sólo aquello que cuente para la opinión pública deben retomar el camino y apegarse a los hechos. “Fomentar la cultura de la verdad aunque incomode”, sentencia. “Volver a ser el enlace entre la realidad y los lectores”.
“El qué, cómo, dónde, cuándo, quién y por qué (preguntas elementales en el ejercicio de cualquier periodismo bien hecho) siguen teniendo vigencia”, menciona con un dejo de esperanza. “Hay que (por parte de los medios) profundizar”.
Brillante colofón
El cubículo donde se realizó la charla con Javier Contreras tiene toda su esencia. Organizado, cómodo para trabajar y varios libreros cuyo contenido, hasta el tope, nada le piden a la biblioteca que en su castillo tenía La Bestia de Disney.
Y entre tantos libros, aún les da espacio a una serie de premios obtenidos a lo largo de su carrera. Una repisa está llena de ellos, sin contar que en el estudio de su casa hay otros tantos. Una de las paredes del lugar está tapizada por reconocimientos de sus alumnos.
Todo ello habla sin palabras de la brillante carrera que el hombre ha tenido como maestro y periodista. Con nostalgia va mirando y describiendo cada galardón: “Este me lo dieron cuando cumplí 40 años (en la docencia)…” explica, mientras sigue enumerando otros.
En su interior, quizá piensa en el Premio Nacional del viernes, tan anhelado por él por todo lo que encierra (principalmente porque el jurado que lo otorga está compuesto por un comité ciudadano, y porque es quizá uno de los máximos laureles de su género en el país).
En todo caso, corona una brillante carrera en el ejercicio de una labor bien hecha.
El último, ¿y se va?
“Nunca digas nunca”, se apresura a decir para contestar si el mencionado Premio (consistente en un diploma, una escultura diseñada especialmente por el maestro Juan Soriano, denominada "El águila", y un estímulo económico) es su retiro definitivo del periodismo. Y sí. Es un hombre que extraña desde la pasión con que vivía las mesas de redacción, hasta el palpitar de la prensa tirando los ejemplares del siguiente día.
“Me siento muy a gusto aquí (en su faceta como maestro e investigador en la Universidad Autónoma de Chihuahua), concretando proyectos que en otro tiempo (por sus ocupaciones como periodista) no hubiera podido hacer.
Como ejemplo, menciona que en estos momentos está bien imbuido en un interesante trabajo que está en su etapa de investigación: realizando entrevistas a los involucrados, y después escribiéndolas en su computadora para después darles una buena forma redactando.
Como se ve, sigue de periodista.
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