“Vanidad de vanidades, dijo el Predicador; vanidad de vanidades, todo es vanidad”, se lee en Eclesiastés capítulo 1, donde se muestra que la vanidad del hombre es tan grande que en la búsqueda por la perfección estética se pueden encontrar caminos llenos de cicatrices marcadas en cuerpo y alma.
Mejorar la apariencia del cuerpo y de la cara con fines estéticos o reconstructivos por alguna deformidad, no siempre termina con resultados buenos; en los últimos años han aparecido técnicas no quirúrgicas que consisten en inyectar diversas sustancias modelantes bajo la premisa de que suponen métodos sencillos, poco dolorosos, económicos y aparentemente seguros.
Actualmente se sabe que algunas de las sustancias que han sido infiltradas a lo largo de la historia en diferentes partes del cuerpo son productos como la silicona líquida, el colágeno y cualquier tipo de aceites (de bebé, oliva, aceite vegetal, etc.), los cuales dañan de forma irreversible la salud de las personas y dan como resultado una enfermedad incurable y de difícil manejo conocida como “enfermedad por modelantes”, según lo explica Gordillo Hernández J., cirujano plástico y reconstructivo, en su escrito: “Abordaje multidisciplinario de la enfermedad humana por infiltración de sustancias modelantes.”
El desconocimiento generalizado de esta enfermedad explica por qué en México la aplicación de sustancias para moldear el cuerpo es una práctica frecuente y se ha convertido en un grave problema de salud. Y, como lo explica el licenciado Eduardo Yáñez, abogado del Colegio de Cirujanos Plásticos de Chihuahua, el estado grande es, lamentablemente, pionero en este tipo de situaciones.
Si bien las víctimas no son las culpables del engaño, la plena confianza que se otorga a las personas no certificadas para realizar este tipo de procedimientos, termina marcándolas con cicatrices tanto psicológicas como físicas, por lo que se recomienda informarse ampliamente antes de modificar cualquier parte del cuerpo.