/ domingo 11 de febrero de 2018

Los mil pesos donados a Corral por su vecino

Le dejó dos billetes de 500 y un mensaje en su buzón

Aunque iban como siempre en sus marchas por otras 20 ciudades -Javier Corral con tenis, pantalón de vestir y saco; Cinthia Chavira de blusa y sombrero para el sol; Emilio Álvarez con su chaleco de caravana y Gustavo Madero con calzado deportivo y sombrero norteño, en realidad llevaban otra cara, otra expresión distinta que habían adquirido casi un día antes.

El acuerdo del gobernador Corral y el secretario de Gobernación, Alfonso Navarrete Prida, estaba listo desde el sábado 3 de febrero a media mañana, aunque se firmó hasta la noche. Les comunicó esto a unos cuantos líderes de la Caravana por la Dignidad, al arribar a Cuernavaca, Morelos, pero pidió mantenerlo en secreto, porque si se sabía, se podía caer.

 

Fue entonces cuando todo comenzó a cambiar, casi 24 horas antes de la marcha por la Ciudad de México, y la caravana se tornó festiva, dejó el tono de protesta que había tenido durante 14 días, cambió el reclamo por el “sí se pudo, sí se pudo”, ya que al final las dos banderas que enarboló, las dos causas, fueron resueltas, al menos en el papel.

“Cuando acabamos la reunión en Cuernavaca y llegamos a la pernocta en la Fundación Don Bosco, ya no me aguanté, les dije que habían sido atendidas nuestras demandas”, confesó Gabino Gómez, del grupo de privilegiados que se dio cuenta antes que nadie del acuerdo Corral-Navarrete, antes de que el gobernador lo insinuara en el mitin de Cuernavaca y saliera corriendo a su camioneta, para dirigirse a Gobernación, donde momentos después aparecería junto con algunos de sus colaboradores, en la firma oficial del acuerdo.

 

EL OUTFIT DE LA CARAVANA

 

Aunque pareciera lo menos importante, por las apariencias, la vestimenta de los protagonistas también marcó la Caravana por la Dignidad, pues no era simple viajar en los camiones, camionetas y aviones hasta cada punto, luego caminar recorridos de hasta 45 o 50 minutos, permanecer de pie otra hora y luego regresarse al lugar de partida de cada ciudad, en medio del frío, el calor y a veces hasta un poco de lluvia.

Corral comenzó con zapatos en Juárez, pero llegó con tenis a la capital del país, los mismos tenis con los que casi brincaba la noche del sábado, mientras seguía la lectura del acuerdo que firmaría con Alfonso Navarrete Prida, en los que se establecía el cambio de penal del detenido Alejandro Gutiérrez, del Cereso estatal a un Cefereso, pero a disposición de un juez local; la entrega de 900 millones de pesos que la Secretaría de Hacienda había retenido a Chihuahua; y la inclusión de otras 8 órdenes de aprehensión en la petición de extradición del exgobernador César Duarte, que supuestamente ahora sí realizará la Procuraduría General de la República. De tenis, pantalón casual, camisa y saco, a veces con un suéter antes en caso de mucho frío, así vivió las marchas. Se complementaba con el lábaro patrio, su porta bandera de escolta escolar y a veces la cachucha oficial de la caravana, para el sol.
La esposa del gobernador, Cinthia Chavira, aguantó el sol en Juárez, que quemaba aunque el día no fuera cálido, pero optó por los sombreros, uno para cada ocasión, para los recorridos posteriores cuando eran de día. Siempre informal y la mayoría de las veces con zapato de piso, aunque alguna vez en noches frías llegó con botas altas.

 

Gustavo Madero, coordinador político de la caravana, también dejó los zapatos y una boina café después de Juárez. Los cambió por unos tenis Nike y sombrero, para andar cómodo sin perder el toque norteño, con el que se acostaba y se levantaba en los albergues de los caravaneros con los que todo el día y toda la noche convivía; apenas para criticar a estos “vatos”, a estos “güeyes” de la aristocracia de Hacienda y para bajarse del camión, como en la caseta de peaje de Saucillo, con un “ah, pero qué chingón detalle”, cuando la caravana fue detenida sorpresivamente por pobladores que querían respaldar la protesta; apenas también para salir corriendo, porque volar no podía, de los enviados de la alcaldesa priista Lety Herrera, de Gómez Palacio, Durango, que le dieron la cálida bienvenida a los de Chihuahua.

Emilio Álvarez Icaza, experimentado en la protesta y las marchas por tierra, dada su adicción a la esperanza, tuvo que sacar su “chaleco de caravana”, con los logos de la Iniciativa Ciudadana Ahora que encabeza, cuando de repente en Chihuahua el gobernador lo nombró coordinador general de ésta, la de la dignidad y contra la corrupción. Pero también sacó los pantalones de caravana y la sudadera de caravana, verde con trazos café y azulados, calientita, que ahora hasta es pieza de museo o al menos de la muestra y memoria visual montada en el Palacio de Gobierno el pasado viernes, ya pasada la euforia de hace una semana, para celebrar el triunfo.

Gabino Gómez, también experimentado en eso de llegar a la capital del país a caballo, a pie, en tractor en caravanas del hambre, de las mujeres, de los desaparecidos, se mantuvo con chaleco o chamarra, mezclilla, sombrero y botas de trabajo. Él también así dormía y se levantaba, literalmente, sobre todo cuando en los albergues no había ni dónde acostarse a descansar verdaderamente, tampoco dónde bañarse, lo que se reflejaba en el olor que guardaban los camiones de pasajeros, de uno de los cuales se bajó asustado Javier Corral en un recorrido por Coahuila, dando instrucciones de que le dieran una buena limpiada con Pinol y Cloralex.

 

EL AMOR Y EL ODIO A GABINO

El coordinador de logística de la caravana, Gabino Gómez, fue el que permaneció día y noche con el contingente. No se le separó, no faltó un solo día ni resfriado, ni cansado, ni antes ni después de que arribó su esposa Alma Gómez a acompañarlo, en la recta final de la caravana.

A todos los caravaneros, según Gabino, los lleva en el corazón, aunque se le haya extraviado su celular una noche y aparecido horas después, aunque muchos fueran “desmadrosos” entre todos los disciplinados que le aguantaban los gritos de despertador a las 6 de la mañana, aunque hubiera cada noche un concierto de ronquidos “y otros ruidos” hasta que más o menos por Guadalajara, la empresaria Alejandra de la Vega, secretaria de Innovación y Desarrollo Económico, se indignara de lo que padecían los dignos integrantes de la protesta y patrocinara, con sus propios recursos, no con los del Gobierno, algunas noches de hotel, “cueste lo que cueste”.

 

A Gómez Escárcega lo amaron y lo odiaron en diferentes momentos los caravaneros, pues no les faltó el abrazo solidario, algo de cariño, medicinas, comida, atención a los más frágiles, pero tampoco gritos, regaños, miradas matadoras con las que de inmediato guardaban la compostura los muchachitos que le dieron el toque juvenil a la caravana. A varios, ya molesto, les ofreció enviarlos a sus casas de regreso si algo no les parecía, “hasta en avión”. Hasta eso, nadie le aceptó, todos se quedaron.

Renegón, gritón, mal encarado, cabrón. Adjetivos no le faltaban, pero casi todos eran en grupitos de gente y en voz baja, no los fuera a escuchar y se enojara.

Pero tenía sus razones: nadie como él sabía cómo organizar una protesta, batallaba con la inexperiencia de los demás, con los fresas del PAN, con los barzonistas dudosos de apoyar a Corral y a los panistas, con los estilos de los demás, aunque siempre embonó con el coordinador general, Álvarez Icaza, también experimentado en estas lides, y hasta con Madero Muñoz, uno de los bravos del norte, según la definición del  líder barzonista, quien ve en “mi amigo Javier” al único gobernador de México con el valor de enfrentarse a quien sea por defender ideales. Por eso siempre advirtió que seguirá en la batalla, sea cual sea, porque el carácter de activista, derechohumanista, luchador social, jamás lo perderá.

 

EMILIO Y EL MASAJE BODY-A-BODY

Emilio Álvarez Icaza presumió a su mamá Luz María, de 94 años de edad, que había llegado con éxito la Caravana por la Dignidad a la capital del país. Tenía que hacerlo, pues de ella y su padre le viene el activismo, el derechohumanismo, la pelea por las causas sociales. Una de sus hijas pudo presumir el domingo pasado que su papá había sido uno de los sólo 4 oradores que tuvo la concentración en el Hemiciclo a Juárez.

 

Eso le deja en lo más íntimo su participación en la marcha, luego de lo que vivió durante medio mes, desde la sorpresa en la capital cuando fue nombrado coordinador general por Javier Corral, hasta el masaje “body-a-body” que regaló la alcaldesa de Gómez Palacio, del que fue salvado junto con Madero y Gabino por los caravaneros del camión 2, cuya participación paga todos los insultos, ataques, manipulaciones en los medios de comunicación y otras cosas que guarda en el anecdotario de la caravana.

Álvarez Icaza fue el caravanero que más viajó, algo así como unos 9 mil o 10 mil kilómetros, el doble del recorrido oficial, pues no siempre estaba con el contingente, se adelantaba y se atrasaba según las necesidades y compromisos, charlas, entrevistas hasta con Brozo, y de repente pasaba a más de 160 kilómetros por hora en la Suburban blanca con la leyenda Ahora.mx, seguida de los escoltas que deben cuidarlo por ser objeto de medidas cautelares como derechohumanista. También fue el caravanero de “la nueva carabina 30-30”, el celular con redes sociales, el que peleó las batallas en el terreno de lo virtual y de lo real, con casi 30 millones de impactos en internet, según la medición oficial, pese a los “bots” que se echaron a andar para desacreditar la protesta.

Y de alguna forma se las arreglaba para estar casi en todas las marchas a un lado de Corral, casi siempre como orador en todos los mítines, casi siempre el mismo discurso de su pedagogía ciudadana, que algunas veces aburría a quienes lo escuchaban en cada ciudad, pero siempre tenía audiencia nueva. Eso le daba jornadas diferentes al resto de los caravaneros, desmañanadas y desveladas como a ninguno.

 

EL VECINO DE CORRAL QUE DONÓ MIL PESOS

El gobernador Javier Corral era indescifrable para los caravaneros. Casi siempre andaba igual, así presentara su informe en Chihuahua, siendo observado desde Guadalajara por los suyos, o llegara retrasado tres horas a Morelia, Michoacán. No era grosero, pero a veces se le notaba el buen humor en los chistes que hacía en medio de cada discurso, a veces el mal humor cuando marchaba sin hablar o como cuando, en Tepic, Nayarit, le pidió silencio al redoble de la tambora una vez que le aplaudieron. “¿A poco van a hacer eso cada vez que diga algo?”, les dijo a los músicos, más en tono de regaño que de pregunta. Y la tambora calló. Luego recordaría el gobernador la comida de Tepic, los camarones jumbo que conoció en una de las buenas que tuvo la caravana, porque no todas las paradas fueron malas, menos la camaroniza en medio del calor al nivel del mar, aunque la playa estuviera a unos 50 kilómetros.
Pero igual que estaba con sus tenis casi brincando en Gobernación el sábado en la noche, leyendo lo que decía Navarrete, dándole a la caravana sus exigencias, así contaba cómo un vecino de su fraccionamiento, Óscar Sotelo, le había dejado en el buzón dos billetes de 500 pesos, con un mensaje de aliento para que continuara con la caravana, con su lucha en defensa de la dignidad de Chihuahua.

 

Eso cambió, porque fue notoria la variación entre la expresión de Corral en Cuernavaca el sábado en la tarde, cuando tenía el acuerdo amarrado, pero no lo había revelado, y la marcha triunfal por la Ciudad de México, doce horas después de firmar en Gobernación y luego de 15 días de exhibir por más de 20 ciudades del país al cartel de Chihuahua que encabezó César Duarte y la protección que le brinda la Federación al único prófugo que no era buscado por la autoridad.

“Ni tenemos los 900 millones, ni están las solicitudes de extradición, pero confío en que hay una rectificación de la Federación”, dijo Corral Jurado al advertir, el pasado viernes, cuando festejaba los resultados de la caravana, que los caravaneros deben estar alerta, porque esto no ha terminado.

 

Aunque iban como siempre en sus marchas por otras 20 ciudades -Javier Corral con tenis, pantalón de vestir y saco; Cinthia Chavira de blusa y sombrero para el sol; Emilio Álvarez con su chaleco de caravana y Gustavo Madero con calzado deportivo y sombrero norteño, en realidad llevaban otra cara, otra expresión distinta que habían adquirido casi un día antes.

El acuerdo del gobernador Corral y el secretario de Gobernación, Alfonso Navarrete Prida, estaba listo desde el sábado 3 de febrero a media mañana, aunque se firmó hasta la noche. Les comunicó esto a unos cuantos líderes de la Caravana por la Dignidad, al arribar a Cuernavaca, Morelos, pero pidió mantenerlo en secreto, porque si se sabía, se podía caer.

 

Fue entonces cuando todo comenzó a cambiar, casi 24 horas antes de la marcha por la Ciudad de México, y la caravana se tornó festiva, dejó el tono de protesta que había tenido durante 14 días, cambió el reclamo por el “sí se pudo, sí se pudo”, ya que al final las dos banderas que enarboló, las dos causas, fueron resueltas, al menos en el papel.

“Cuando acabamos la reunión en Cuernavaca y llegamos a la pernocta en la Fundación Don Bosco, ya no me aguanté, les dije que habían sido atendidas nuestras demandas”, confesó Gabino Gómez, del grupo de privilegiados que se dio cuenta antes que nadie del acuerdo Corral-Navarrete, antes de que el gobernador lo insinuara en el mitin de Cuernavaca y saliera corriendo a su camioneta, para dirigirse a Gobernación, donde momentos después aparecería junto con algunos de sus colaboradores, en la firma oficial del acuerdo.

 

EL OUTFIT DE LA CARAVANA

 

Aunque pareciera lo menos importante, por las apariencias, la vestimenta de los protagonistas también marcó la Caravana por la Dignidad, pues no era simple viajar en los camiones, camionetas y aviones hasta cada punto, luego caminar recorridos de hasta 45 o 50 minutos, permanecer de pie otra hora y luego regresarse al lugar de partida de cada ciudad, en medio del frío, el calor y a veces hasta un poco de lluvia.

Corral comenzó con zapatos en Juárez, pero llegó con tenis a la capital del país, los mismos tenis con los que casi brincaba la noche del sábado, mientras seguía la lectura del acuerdo que firmaría con Alfonso Navarrete Prida, en los que se establecía el cambio de penal del detenido Alejandro Gutiérrez, del Cereso estatal a un Cefereso, pero a disposición de un juez local; la entrega de 900 millones de pesos que la Secretaría de Hacienda había retenido a Chihuahua; y la inclusión de otras 8 órdenes de aprehensión en la petición de extradición del exgobernador César Duarte, que supuestamente ahora sí realizará la Procuraduría General de la República. De tenis, pantalón casual, camisa y saco, a veces con un suéter antes en caso de mucho frío, así vivió las marchas. Se complementaba con el lábaro patrio, su porta bandera de escolta escolar y a veces la cachucha oficial de la caravana, para el sol.
La esposa del gobernador, Cinthia Chavira, aguantó el sol en Juárez, que quemaba aunque el día no fuera cálido, pero optó por los sombreros, uno para cada ocasión, para los recorridos posteriores cuando eran de día. Siempre informal y la mayoría de las veces con zapato de piso, aunque alguna vez en noches frías llegó con botas altas.

 

Gustavo Madero, coordinador político de la caravana, también dejó los zapatos y una boina café después de Juárez. Los cambió por unos tenis Nike y sombrero, para andar cómodo sin perder el toque norteño, con el que se acostaba y se levantaba en los albergues de los caravaneros con los que todo el día y toda la noche convivía; apenas para criticar a estos “vatos”, a estos “güeyes” de la aristocracia de Hacienda y para bajarse del camión, como en la caseta de peaje de Saucillo, con un “ah, pero qué chingón detalle”, cuando la caravana fue detenida sorpresivamente por pobladores que querían respaldar la protesta; apenas también para salir corriendo, porque volar no podía, de los enviados de la alcaldesa priista Lety Herrera, de Gómez Palacio, Durango, que le dieron la cálida bienvenida a los de Chihuahua.

Emilio Álvarez Icaza, experimentado en la protesta y las marchas por tierra, dada su adicción a la esperanza, tuvo que sacar su “chaleco de caravana”, con los logos de la Iniciativa Ciudadana Ahora que encabeza, cuando de repente en Chihuahua el gobernador lo nombró coordinador general de ésta, la de la dignidad y contra la corrupción. Pero también sacó los pantalones de caravana y la sudadera de caravana, verde con trazos café y azulados, calientita, que ahora hasta es pieza de museo o al menos de la muestra y memoria visual montada en el Palacio de Gobierno el pasado viernes, ya pasada la euforia de hace una semana, para celebrar el triunfo.

Gabino Gómez, también experimentado en eso de llegar a la capital del país a caballo, a pie, en tractor en caravanas del hambre, de las mujeres, de los desaparecidos, se mantuvo con chaleco o chamarra, mezclilla, sombrero y botas de trabajo. Él también así dormía y se levantaba, literalmente, sobre todo cuando en los albergues no había ni dónde acostarse a descansar verdaderamente, tampoco dónde bañarse, lo que se reflejaba en el olor que guardaban los camiones de pasajeros, de uno de los cuales se bajó asustado Javier Corral en un recorrido por Coahuila, dando instrucciones de que le dieran una buena limpiada con Pinol y Cloralex.

 

EL AMOR Y EL ODIO A GABINO

El coordinador de logística de la caravana, Gabino Gómez, fue el que permaneció día y noche con el contingente. No se le separó, no faltó un solo día ni resfriado, ni cansado, ni antes ni después de que arribó su esposa Alma Gómez a acompañarlo, en la recta final de la caravana.

A todos los caravaneros, según Gabino, los lleva en el corazón, aunque se le haya extraviado su celular una noche y aparecido horas después, aunque muchos fueran “desmadrosos” entre todos los disciplinados que le aguantaban los gritos de despertador a las 6 de la mañana, aunque hubiera cada noche un concierto de ronquidos “y otros ruidos” hasta que más o menos por Guadalajara, la empresaria Alejandra de la Vega, secretaria de Innovación y Desarrollo Económico, se indignara de lo que padecían los dignos integrantes de la protesta y patrocinara, con sus propios recursos, no con los del Gobierno, algunas noches de hotel, “cueste lo que cueste”.

 

A Gómez Escárcega lo amaron y lo odiaron en diferentes momentos los caravaneros, pues no les faltó el abrazo solidario, algo de cariño, medicinas, comida, atención a los más frágiles, pero tampoco gritos, regaños, miradas matadoras con las que de inmediato guardaban la compostura los muchachitos que le dieron el toque juvenil a la caravana. A varios, ya molesto, les ofreció enviarlos a sus casas de regreso si algo no les parecía, “hasta en avión”. Hasta eso, nadie le aceptó, todos se quedaron.

Renegón, gritón, mal encarado, cabrón. Adjetivos no le faltaban, pero casi todos eran en grupitos de gente y en voz baja, no los fuera a escuchar y se enojara.

Pero tenía sus razones: nadie como él sabía cómo organizar una protesta, batallaba con la inexperiencia de los demás, con los fresas del PAN, con los barzonistas dudosos de apoyar a Corral y a los panistas, con los estilos de los demás, aunque siempre embonó con el coordinador general, Álvarez Icaza, también experimentado en estas lides, y hasta con Madero Muñoz, uno de los bravos del norte, según la definición del  líder barzonista, quien ve en “mi amigo Javier” al único gobernador de México con el valor de enfrentarse a quien sea por defender ideales. Por eso siempre advirtió que seguirá en la batalla, sea cual sea, porque el carácter de activista, derechohumanista, luchador social, jamás lo perderá.

 

EMILIO Y EL MASAJE BODY-A-BODY

Emilio Álvarez Icaza presumió a su mamá Luz María, de 94 años de edad, que había llegado con éxito la Caravana por la Dignidad a la capital del país. Tenía que hacerlo, pues de ella y su padre le viene el activismo, el derechohumanismo, la pelea por las causas sociales. Una de sus hijas pudo presumir el domingo pasado que su papá había sido uno de los sólo 4 oradores que tuvo la concentración en el Hemiciclo a Juárez.

 

Eso le deja en lo más íntimo su participación en la marcha, luego de lo que vivió durante medio mes, desde la sorpresa en la capital cuando fue nombrado coordinador general por Javier Corral, hasta el masaje “body-a-body” que regaló la alcaldesa de Gómez Palacio, del que fue salvado junto con Madero y Gabino por los caravaneros del camión 2, cuya participación paga todos los insultos, ataques, manipulaciones en los medios de comunicación y otras cosas que guarda en el anecdotario de la caravana.

Álvarez Icaza fue el caravanero que más viajó, algo así como unos 9 mil o 10 mil kilómetros, el doble del recorrido oficial, pues no siempre estaba con el contingente, se adelantaba y se atrasaba según las necesidades y compromisos, charlas, entrevistas hasta con Brozo, y de repente pasaba a más de 160 kilómetros por hora en la Suburban blanca con la leyenda Ahora.mx, seguida de los escoltas que deben cuidarlo por ser objeto de medidas cautelares como derechohumanista. También fue el caravanero de “la nueva carabina 30-30”, el celular con redes sociales, el que peleó las batallas en el terreno de lo virtual y de lo real, con casi 30 millones de impactos en internet, según la medición oficial, pese a los “bots” que se echaron a andar para desacreditar la protesta.

Y de alguna forma se las arreglaba para estar casi en todas las marchas a un lado de Corral, casi siempre como orador en todos los mítines, casi siempre el mismo discurso de su pedagogía ciudadana, que algunas veces aburría a quienes lo escuchaban en cada ciudad, pero siempre tenía audiencia nueva. Eso le daba jornadas diferentes al resto de los caravaneros, desmañanadas y desveladas como a ninguno.

 

EL VECINO DE CORRAL QUE DONÓ MIL PESOS

El gobernador Javier Corral era indescifrable para los caravaneros. Casi siempre andaba igual, así presentara su informe en Chihuahua, siendo observado desde Guadalajara por los suyos, o llegara retrasado tres horas a Morelia, Michoacán. No era grosero, pero a veces se le notaba el buen humor en los chistes que hacía en medio de cada discurso, a veces el mal humor cuando marchaba sin hablar o como cuando, en Tepic, Nayarit, le pidió silencio al redoble de la tambora una vez que le aplaudieron. “¿A poco van a hacer eso cada vez que diga algo?”, les dijo a los músicos, más en tono de regaño que de pregunta. Y la tambora calló. Luego recordaría el gobernador la comida de Tepic, los camarones jumbo que conoció en una de las buenas que tuvo la caravana, porque no todas las paradas fueron malas, menos la camaroniza en medio del calor al nivel del mar, aunque la playa estuviera a unos 50 kilómetros.
Pero igual que estaba con sus tenis casi brincando en Gobernación el sábado en la noche, leyendo lo que decía Navarrete, dándole a la caravana sus exigencias, así contaba cómo un vecino de su fraccionamiento, Óscar Sotelo, le había dejado en el buzón dos billetes de 500 pesos, con un mensaje de aliento para que continuara con la caravana, con su lucha en defensa de la dignidad de Chihuahua.

 

Eso cambió, porque fue notoria la variación entre la expresión de Corral en Cuernavaca el sábado en la tarde, cuando tenía el acuerdo amarrado, pero no lo había revelado, y la marcha triunfal por la Ciudad de México, doce horas después de firmar en Gobernación y luego de 15 días de exhibir por más de 20 ciudades del país al cartel de Chihuahua que encabezó César Duarte y la protección que le brinda la Federación al único prófugo que no era buscado por la autoridad.

“Ni tenemos los 900 millones, ni están las solicitudes de extradición, pero confío en que hay una rectificación de la Federación”, dijo Corral Jurado al advertir, el pasado viernes, cuando festejaba los resultados de la caravana, que los caravaneros deben estar alerta, porque esto no ha terminado.

 

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