El culto a la Santa Muerte ha crecido en la ciudad de Chihuahua, y se ha visibilizado a través de las redes sociales, en las que en la temporada de Covid ha servido como plataforma para la dispersión del culto.
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En la adoración se contemplan oraciones como el Credo a la Santa Muerte, oraciones por desespero, para doblegar personas, amarres, entierros y milagros. Además, se ofertan la elaboración de amuletos preparados para entregar el día 2 de noviembre, cuando los adeptos festejan su día.
En la ciudad de Chihuahua se localiza un centro religioso dedicado a la Santa Muerte, al norte de la ciudad, sobre la avenida Venceremos, cuyos seguidores se refieren a la deidad de la guadaña como “mi niña”, o “mi princesa”, con asignación de colores, de acuerdo con la intención de la adoración que le profesen.
La devoción ha trascendido de adoradores al culto –que hasta hace unos años se mantenía de bajo perfil o con discreción-, a grupos de Facebook, como venta de artículos o de bolsas de trabajo, donde realizan posteos de acuerdo con el contexto de los participantes.
Por parte de la Iglesia Católica, desconoce el culto como parte de su doctrina; e incluso lamenta que algunos fieles confundan por el término de “santa”, como merecedora de veneración.
En ese sentido, el vocero de la Arquidiócesis de Chihuahua, el presbítero Gustavo Sánchez Prieto alertó sobre la desinformación de algunas personas que caen en prácticas ajenas a la Iglesia.
“Tenemos que lamentar que por una deficiente formación en la fe, las personas caigan en prácticas como la adoración a la Santa Muerte, que no tiene nada que ver con la Iglesia Católica”, advirtió.
HALLOWEEN Y COVID, MALA COMBINACIÓN
La cercanía de Chihuahua con Estados Unidos ha provocado que generaciones de chihuahuenses salgan la noche del 31 de octubre a pedir “dulce o truco” a las calles de las colonias, donde los vecinos se preparan con anticipación para dar la dotación de dulces, frutas de la estación, o alguna colación, a los niños que lucen sus disfraces para la ocasión, acompañados de sus padres, quienes desde una distancia prudente los vigilan.
Sin embargo, este 2020, autoridades civiles, sanitarias e incluso eclesiásticas han solicitado a la población abstenerse de la práctica, más allá del riesgo en que se exponen a los niños y adolescentes, por la posibilidad de contagio de Covid y su dispersión, por lo que han hecho un exhorto de modificar la dinámica, o suspenderla definitivamente.
En el caso de autoridades sanitarias, Hugo López-Gatell, subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud de la Secretaría de Salud del gobierno federal, en rueda de prensa alertó sobre el riesgo de exponerse en las calles, durante la noche del Halloween, y del riesgo epidemiológico que podría representar. En el estado de Chihuahua continúa el semáforo rojo, por lo que además, este tipo de actividades se encuentran suspendidas, con la intención de aplanar la curva epidemiológica que mantiene a los hospitales al tope de sus capacidades.
Por su parte, la Dirección de Seguridad Pública Municipal emitió una recomendación a la población para no salir de casa durante la noche de este 31 de octubre, y adelantó que mantendrá un operativo preventivo en las calles y avenidas, para resguardar a la ciudadanía.
Por su parte, el vocero de la Arquidiócesis de Chihuahua, presbítero Gustavo Sánchez Prieto, precisó que no promueve valores auténticos y recomendó no celebrarlo.
“La tradición del Halloween no pertenece a nuestra cultura mexicana. Muchos la relacionan con países nórdicos e incluso ideas de satanismo. En lo que se refiere a niños y jóvenes, no promueve valores auténticos, no conviene secundarla”, señaló el sacerdote.
LOS SEREMOS DE VALLE DE ALLENDE
El sincretismo entre una copla adaptada del Viejo Mundo, y la apropiación de los primeros pobladores del estado de Chihuahua, en San Bartolomé (actualmente Valle de Allende) hace más de 400 años, recuerda el alma de los niños que partieron al Cielo y que la noche de la solemnidad de Todos los Santos, cada 1 de noviembre, bajan del cielo a pedir calabazas y golosinas.
La tradición es uno de los grandes tesoros de la población del sur del estado de Chihuahua, famosa por sus sabrosos persimonios, y que entre sus callecitas empedradas, en la plaza principal o en el exterior de las viviendas, un niño se coloca acostado boca arriba, cubierto de un lienzo blanco, al que le rezan arrodillados alrededor de él un Padre Nuestro, un Ave María para finalizar con la copla “Angelitos somos, del Cielo bajamos, a pedir limosna, y si no nos dan, ¡Puertas y ventanas nos la pagarán! ¡Seremos, seremos, calabacitas queremos!”.
Posteriormente, el dueño de la vivienda donde se realizó el ritual acude con dulces cubiertos, que son frutas cristalizadas en azúcar, cañas jugosas, y en los últimos años, golosinas para todos los niños que participaron de la particular expresión popular.
Como se honra a los niños difuntos, es un niño o niña quienes deben ser cubiertos con el lienzo, y colocar sobre ellos una vela encendida y una cruz de madera, como lo hacían hace siglos en ese mismo lugar.
La tradición es única de Chihuahua, y una expresión de identidad cultural, que forma parte del patrimonio intangible de los chihuahuenses.
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