Parral, tierra de recuerdos impregnados en cada rincón, donde el tiempo parece detenerse para susurrarnos nostalgias. El video que nos transporta a las calles de esta ciudad, nos devuelve a una época dorada, donde las risas de la infancia resonaban en cada esquina y los sueños se tejían entre los adoquines de la historia.
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¿Recuerdas estos lugares?
Comenzamos nuestro viaje visual en la avenida Juan Rangel de Biezma, donde el antiguo edificio de la Coca Cola se erigía majestuoso, testigo mudo de tantas historias compartidas. Hoy, esa imagen ha dado paso a un nuevo horizonte, pero su memoria sigue vibrando en el corazón de quienes la recuerdan.
La estatua del alférez real Juan Rangel de Biezma, con su mirada eterna, nos recuerda que el pasado siempre está presente. Antaño custodiaba la Plaza Principal, donde el bullicio de la vida cotidiana se entrelazaba con la solemnidad del templo colonial de San José.
El templo de San José, con sus puertas abiertas al cielo y sus muros impregnados de fe y devoción, era más que un lugar de culto; era el centro neurálgico de la vida espiritual de la comunidad. Construido por don Simón Do Santos en 1678, este recinto emerge del corazón de la ciudad, siendo hogar de los restos de importantes personajes, como el fundador de San Joseph del Parral, Juan Rangel de Biezma.
La Plaza Principal, engalanada con sus arcos de árboles que bailaban al compás del viento, era el punto de encuentro por excelencia. Entre risas y juegos, entre conversaciones y paseos, allí se forjaban los lazos que perdurarían para siempre en el alma de Parral.
El cine Alcázar, con su espléndida arquitectura y su importancia cultural, era más que una sala de proyecciones; era un santuario donde las emociones cobraban vida en la pantalla. Ubicado estratégicamente en el corazón de la ciudad, este emblemático cine proyectó películas icónicas de la época, convirtiéndose en un refugio para las familias y amistades que buscaban compartir momentos inolvidables.
El Mercado Hidalgo, con su bullicio característico y sus aromas tentadores, era el lugar donde los sabores de la región se fusionaban para deleitar los paladares más exigentes. Era más que un mercado; era el corazón pulsante de la vida comercial de la ciudad.
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El Mercado Hidalgo, arraigado en la tradición desde su inauguración en 1963 frente al templo de San José, fue un tesoro vivo de la historia de Parral. Surgido originalmente como una alhóndiga en 1642, según documentos históricos, este mercado fue testigo de la vida cotidiana de generaciones enteras, manteniendo viva la venta de productos típicos que enriquecen el alma y el paladar de quienes lo visitan.
Publicaciones Espinoza, con sus estantes repletos de historias por descubrir, y "Botas el Tío Pancho", con su calzado que pisaba fuerte en cada paso, eran parte del paisaje urbano que definía la identidad de Parral.
Y cómo olvidar la calle Mercaderes, con sus escaparates que invitaban a soñar despiertos y a perderse entre las maravillas que ofrecía cada tienda. Era el lugar donde la moda se encontraba con la imaginación, creando un universo único en cada mirada.
Parral, con sus calles impregnadas de historia y sus edificios que hablan de tiempos pasados, nos recuerda que el verdadero valor de un lugar reside en las vivencias que atesora. En cada rincón, en cada esquina, late el corazón de una ciudad que vive en la memoria de quienes la amaron y la siguen amando. Porque recordar es volver a vivir, y Parral es eterno en el alma de aquellos que alguna vez llamaron hogar a sus calles adoquinadas.
Nota publicada originalmente en: El Sol de Parral