Entre los pueblos mágicos de Parral y Guachochi se ubica un viñedo que es el primero en el sur del estado. En una superficie de 15 hectáreas de la comunidad de Valle de Olivos donde antes se cultivaba nogal, este año la cosecha de uva generó 6 mil botellas de vino. El productor Fidencio Vázquez subrayó que esperan llegar a 50 mil botellas con el mejoramiento de la vid. Además se impulsa un complejo turístico alrededor del viñedo, ya que se planea construir un restaurante y cabañas para impulsar la derrama económica de los municipios vecinos de Valle de Rosario, Huejotitán y El Tule.
En el vasto y seco desierto donde la tierra árida parece condenada al olvido surge un milagro: un viñedo de 15 hectáreas que desafía al clima, al terreno y a las expectativas. Este oasis agrícola, una rareza en el sur de la entidad, es el proyecto de vida de Fidencio Vázquez Loya.
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El viñedo ubicado en el municipio de Rosario no es sólo una anomalía en el paisaje desértico; es un símbolo de esperanza y tenacidad. “Cuando comencé muchos dudaron de que este proyecto fuera posible. Aquí no es común ver viñedos, menos de esta magnitud”, comenta mientras observa su obra. La mirada profunda y cargada de historias, refleja no sólo los retos, sino el amor por cada cepa que ha sembrado.
No es un viñedo: es un proyecto visionario nacido de la obstinación de un hombre que no se conforma con los dictados de la geografía ni con las limitaciones que impone la naturaleza. Aquí, además de las viñas, se levantan majestuosos nogales y delicados olivos entrelazando sus raíces con la tierra sedienta. Pero eso es sólo el comienzo.
A lo lejos, entre los surcos de vides perfectamente alineados, el sol acaricia las hojas verdes que contrastan con el tono ocre del suelo. Las plantas, aunque jóvenes, ya prometen frutos exquisitos. A primera vista este lugar parece irreal, casi onírico, como si surgiera de las páginas de una novela. En este espacio un hombre ha decidido hacer algo más que vino, ha decidido crear un legado.
La apuesta por la vid en tiempos de sequía
Desde una perspectiva económica, el proyecto de Casa Vazqueño representa una inversión significativa. Con cada planta de vid importada de Francia que ronda los tres dólares y para sembrar una hectárea se requieren 2 mil 022 plantas, el proyecto se enfoca en cultivos que demandan menos agua que el nogal.
Fidencio y su equipo enfrentan un reto importante: la sostenibilidad del agua, una problemática que aqueja a Chihuahua y a gran parte del norte del país. Mientras que el nogal requiere entre 12 mil y 14 mil metros cúbicos de agua por hectárea, el viñedo apenas necesita entre 2 mil 800 y 3 mil 500 metros cúbicos. Esta diferencia pone de manifiesto la importancia de la reconversión agrícola hacia cultivos más sostenibles en una región en la que los productores enfrentan la creciente incertidumbre sobre la disponibilidad de agua.
Así, este viñedo emerge como ejemplo de reconversión agrícola y aprovecha, la tendencia mundial de expansión de cultivos de la vid en regiones antes inexploradas para el vino. El potencial económico es innegable, se prevé que el turismo enológico en México genere 400 millones de dólares para 2025 y Fidencio quiere que Valle de Olivos sea parte de esa promesa.
El ingeniero agrónomo y viticultor Eduardo Pérez, pieza clave en el desarrollo del viñedo, comparte la misma pasión por este proyecto. Para él este lugar es una prueba de lo que la combinación de la naturaleza y el conocimiento técnico puede lograr en condiciones aparentemente adversas.
"Mientras que el nogal requiere entre 12 mil y 14 mil metros cúbicos de agua por hectárea, el viñedo apenas necesita entre 2 mil 800 y 3 mil 500 metros cúbicos".
“Hicimos un estudio del clima y un análisis del suelo, estuve en otro viñedo en Coahuila, de donde soy, e hicieron un estudio para crecer en Chihuahua, que cumple con las condiciones ideales para los viñedos, incluso hay estudios chilenos que dicen que el 70 por ciento de Chihuahua es apto para este tipo de cultivo”, reveló.
Un recorrido entre vides y sueños
Al ingresar en el viñedo el contraste es notable, entre los tonos marrones del suelo seco las vides se alzan con hojas verdes que reflejan un futuro prometedor. Es más que una plantación de uvas, es la concreción de una visión familiar que Fidencio heredó de sus ancestros y que con esfuerzo ha transformado en realidad. "Este lugar no sólo es para producir vino, es para crear una experiencia que hable del trabajo, de la pasión por la tierra y de la necesidad de innovar para sobrevivir", comenta con humildad.
Las variedades que aquí se cultivan han sido cuidadosamente seleccionadas para adaptarse a las condiciones del terreno y maximizar la calidad de la producción: Chardonnay, Merlot, Tempranillo, Cabernet Sauvignon, Grenache, Cabernet Franc, Shiraz, Malbec y Petit Verdot.
Estas cepas, aunque icónicas en el mundo del vino, requieren especial atención en una región como Rosario, donde el clima extremo marca diferencias que enriquecen el carácter del producto final. Eduardo Pérez, ingeniero agrónomo y viticultor del proyecto, describe cómo el calor diurno intensifica el dulzor de la uva mientras el frío nocturno conserva su acidez, lo que resulta en vinos con complejidad y balance.
Todas las variedades tienen el tipo de clima y de suelo necesarios para una buena producción; sin embargo, dijeron que existen más, pero la variedad que más se adapta al clima del Valle de los Olivos es el Cabernet Sauvignon, aunque cuando acude gente, dicen que el Malbec lo consideran mejor. En realidad, todos los varietales son buenos, pero cada quien elige cuál es el mejor de acuerdo a su gusto.
La producción anual inicial fue de 6 mil botellas, un logro modesto en términos de volumen, aunque impresionante para un primer año en la región. En el último año se produjeron 7 mil 500 botellas al cosechar 29 toneladas de uva. Con miras al futuro, en un lapso de tres años Fidencio y Eduardo planean expandir la producción hasta alcanzar 50 mil botellas anuales, con la cosecha de 150 toneladas de uva, no sólo aumentando el rendimiento, sino invirtiendo en infraestructura con la construcción de una cava y bodega en el propio viñedo, eliminando la necesidad de transportar las uvas a otras instalaciones.
El restaurante Elvira: un homenaje gastronómico a la tierra
El viñedo no es el único proyecto que Fidencio ha impulsado. En honor a su madre, está en construcción el restaurante Elvira, que pretende convertirse en un centro de enoturismo en la región y parte integral de una nueva ruta turística para Chihuahua. Con capacidad para 300 personas, el restaurante ofrecerá una cocina regional auténtica preparada con ingredientes locales y pensada para complementar los vinos que se producen en el mismo viñedo.
Ya se trabaja en un invernadero para cosechar hortalizas que se requieran para preparar los alimentos; también se tiene ganadería para la carne que se requiera, y las nueces que se ofrezcan serán de los nogales que tienen plantados. Buscan que todo provenga de la misma tierra.
"Quiero que la gente venga no sólo a beber vino, sino a conocer la historia de cada botella, a recorrer el viñedo y entender de dónde proviene cada sabor", menciona Fidencio, quien planea que Elvira ofrezca una experiencia gastronómica que conecte a los visitantes con la esencia de Chihuahua.
El proyecto contempla la construcción de cabañas que permitirán a los visitantes alojarse disfrutando del paisaje y el vino, convirtiendo su estancia en una experiencia inmersiva. La propuesta de enoturismo busca atraer turistas nacionales e internacionales y fomentar el desarrollo económico de los municipios como Valle de Rosario, Huejotitán y El Tule, una iniciativa que impulsará el empleo y la economía en una región donde las oportunidades suelen ser limitadas.
Desafíos y futuro: hacia una viticultura sustentable
El camino hacia el éxito no ha estado exento de dificultades. La falta de infraestructura y la dureza del clima han sido retos constantes para el viñedo, y el proceso de adaptación de las vides a la tierra local ha sido exigente. Fidencio y Eduardo están convencidos de que cada obstáculo fortalece el proyecto y lo convierte en un ejemplo de resiliencia y adaptación.
La incorporación de prácticas sostenibles, tanto en el manejo del agua como en el uso de técnicas de cultivo, es una prioridad, ya que busca no únicamente producir vino de alta calidad, sino hacerlo de manera responsable y respetuosa con el entorno.
El proyecto, en esencia, va más allá de la producción de vino. Es un acto de fe en la capacidad de transformación que tiene la agricultura sustentable, una esperanza de que el campo puede diversificarse y no depender sólo de cultivos que demandan grandes cantidades de agua. El sueño de Fidencio es que este viñedo inspire a otros productores de la región a explorar alternativas más sostenibles y menos dependientes de los recursos hídricos.
Más allá del viñedo: una nueva ruta de experiencias enológicas y turísticas
Se pretende formar parte de una ruta enológica que recorrerá el sur de Chihuahua, destacando los paisajes, sabores y cultura. Esta propuesta es una fuente de ingresos para las familias locales y posiciona a Chihuahua en el mapa del turismo de experiencias enológicas, un sector que en los últimos años ha crecido exponencialmente en el país.
Las estadísticas respaldan la tendencia. El turismo enológico ha experimentado un crecimiento del 15 por ciento anual en la última década. Con la construcción de cabañas y el restaurante Elvira, Casa Vazqueño se proyecta como un lugar de descanso, introspección y conexión con la tierra.
Para Fidencio, cada botella que sale lleva el fruto de su esfuerzo, una parte de la historia y del espíritu de Chihuahua, un mensaje que espera inspire a otros a perseverar en el camino de los sueños. "En cada gota de vino está la tierra, el esfuerzo y la historia de mi familia", comenta con un tono nostálgico.
El legado
No es sólo un viñedo. Es una visión que ha echado raíces en la tierra de Rosario. Este lugar, donde pocos pensaban que la vid podría crecer, Fidencio y su equipo han logrado crear un espacio que produce vino, transforma vidas y desafía los límites impuestos por el clima y la geografía. Las vides continúan creciendo y, con ellas, el sueño de convertir a Valle de Olivos en un referente enoturístico y en un símbolo de resistencia y esperanza
En este viñedo Fidencio ha sembrado uvas, ha plantado sueños, y esos sueños han comenzado a florecer en cada copa de vino que ofrece. Porque al final, lo que se ofrece no es sólo vino, sino un fragmento de la tierra, del esfuerzo y del espíritu indomable de Chihuahua. Este es el inicio de una historia que aún tiene mucho por contar.
Nota: El Sol de Parral