“Y ahí está el interés otra vez, ¿es o no es el maniquí? Yo personalmente creo que no es, entre otras cosas porque la gente dice que no es, la cambiaron, esa no es Pascualita”, dijo a El Heraldo el escritor Erasto Olmos Villa, vocero de un pequeño grupo que investiga una de las más populares leyendas chihuahuenses.
“Desde el inicio del año empezamos con este asunto, qué nos pasa que aquí en Chihuahua parece no haber mucho interés de las autoridades culturales y de gobierno, cuando que la gente tiene una atracción por el maniquí de Pascualita”, añadió.
Desde hace mucho tiempo, desde que se crea la leyenda por los años 30, se puede ver la gente mirando el aparador de La Popular, la llamada “Casa de Pascualita”, en las calles Ocampo y Victoria, aparentemente hay un culto al maniquí.
“Pascualita es toda una leyenda, incluso viene gente de afuera, de Japón, de China, de Europa, que quiere saber dónde está, quién es, y se van al aparador y se enteran”, declaró.
“La dueña de la tienda, Pascualita Esparza (+), tuvo una hija que murió muy pequeña, se llamaba Encarnación (Chonita). Y Pascualita se queda con la idea, como toda buena madre, de qué pasaría si hubiera crecido, si hubiera sido una muchacha”, contó el investigador.
Según cuenta Erasto, Pascualita era originaria de Zacatecas, llegó de Chalchihuites a Chihuahua en 1930 con su hermana Cuca, ambas costureras. Con el tiempo se convirtió en una gran diseñadora de vestidos de novia, tenía cinco costureras y clientes en todo el estado, su tienda llegó a ser la principal entre los años 30 y 70. La gente de la ciudad, de los ranchos y de la sierra apreciaba sus originales creaciones y vendía mucho.
“Ella tenía un don de ventas muy efectivo, visitaba las regiones, la sierra, ofrecía paquetes de novia que incluían el vestido, el ajuar completo y una petaquilla para guardarlo”, relató.
Y es que la mujer era tan afectuosa y amable que se hizo amiga y comadre de la gente, “era muy buena para las relaciones”.
Siguiendo su narración, dice que Pascualita era cliente de una casa en la Ciudad de México donde se surtía de ropa, telas, encajes y otros insumos. El dueño había adquirido dos maniquís, “lo máximo de ese tiempo, hechos en Estados Unidos, no en Francia, como se decía”, aclaró.
Uno de ellos era muy especial, extraordinariamente bello y le gustó mucho, “hecho con materiales humanos: el pelo, las uñas, las cejas, la cara era de un material blando que parecía humano”, detalló.
Pascualita pidió al dueño que se lo vendiera y al negarse este, la mujer amenazó con dejar de comprar en su establecimiento y el hombre cedió, “era una gran empresaria, muy audaz para decirle eso”, advirtió.
La gente admiraba mucho que la vestían especialmente con los mejores vestidos de la tienda, pero al ver que le limpiaban la cara, que se ablandaba por efecto del calor sobre el material del que estaba hecha, comenzaron a decir que el maniquí lloraba, que se movía, que bailaba y que incluso se salía a la calle en las noches con un admirador que tenía, o que se iba a Catedral, a pocas cuadras de la tienda.
“Parecía humana, eso dio origen a la fantasía, todo eso lo fue creando la gente y las costureras, que llegaron a hacerle creer a la gente que no es un maniquí, sino el cuerpo embalsamado de Chonita, que su mamá la quería tanto que fue a México y no faltó quien le dijera que podía hacerla parecer una mujer de verdad (sic)”, indicó Erasto.
Y agregó que “parte de la leyenda dice que conoció a un gurú o brujo que hizo algunas invocaciones para que ella pudiera ser en momentos humana, es parte de la fantasía y del mito. Eso atrae mucho, porque está muy bien hecho”.
La gente prefiere crear la leyenda, que creer que la novia no existió sino en la imaginación de Pascualita, que quiso mucho a su hija y dejó que creciera el mito, no les decía que no ni que sí. “Chonita murió a los cinco años, la novia Pascualita no existió, es parte del imaginario popular”, insistió.
Sin embargo asegura que Pascualita “sí tuvo un hijo que no forma parte ni del argumento, como si no hubiera existido, estaba enfermo, se volvió loco, tenía momentos de lucidez y de locura. Su madre lo tuvo internado, luego se escapó y ella se lo llevó a México. Ella no decía nada de su hijo. Murió pero para la historia ni existe, porque a la gente no le interesa, le interesa Pascualita”, comentó.
De todo lo que cuenta, Olmos Villa dice tener información de primera mano, de un sobrino que prefiere el anonimato, ya que los sucesores no quieren hablar porque ha salido mucho en los periódicos y temen que los involucren.
Recuerda las “romerías” que se armaban en torno a La Popular, “la gente iba a verla porque oía que no era un maniquí, decían que era un cuerpo embalsamado. Sí es maniquí, otra cosa es que sea este que trajeron”, dijo.
“Todo este mito de Pascualita que viene desde los 30, 40, no acaba, sigue provocando interés general, ahora es el maniquí, es un maniquí, a mí me lo dijo el que la conoció, que los ayudaba a moverla. El señor que me dio la información me dijo que incluso debajo tiene un armazón de fierro con ruedas para moverlo y cambiarlo. Pero la gente decía que ahí se viste y se va moviendo. No, la empujaban. Esa es la historia del maniquí”, explicó.
A finales de octubre del año pasado, la Cervecería Victoria se llevó el maniquí para exhibirla en su Hotel de las Leyendas, esto amplió más el culto hacia Pascualita.
“La gente se preguntaba por qué se la llevaron. Como era prestada la devolvieron, pero ahí salió otro problema: ¿es o no es el maniquí? Porque si usted ve las fotos, aquel maniquí era especial, el mejor de su tiempo, usted ve la cara y se ve muy humana, no se ve el rostro maquillado, acicalado, blanqueado, incluso tiene una tez casi morena, pero no es rubia como está ahora”, reclamó.
“Entonces ¿qué pasó?, alguna gente dice que les gustó tanto Pascualita que la compraron, le dieron dinero a los sucesores para llevárselo, eso es otro (mito) más del imaginario colectivo”, dijo.
Reitera que las costureras fueron creando el mito, “la gente lo cree porque le gusta lo extraordinario, una novia que existe, que la envenenaron pero que vive, que se aparece, que sale en la noche, que tiene un amante desconocido, que se va a la Catedral, que se va sin abrir el candado porque es como un fantasma, le decían la novia del aire. Todo eso a la gente le gusta mucho”.
Erasto cree como la mayoría que si no es el maniquí, deberían traerlo, “porque es de aquí, Pascualita no es de otra parte más que de aquí, ni en México ni en Nueva York ni en ninguna parte”.
¿Qué habría que hacer?, dice, “ni las autoridades políticas ni las culturales, sea quien sea, de nivel estatal, federal – No es grilla - han puesto interés en que si la gente dice que hay que traerla, porque es de aquí, es patrimonio de nosotros, los pobres, la gente común, sencilla, ¿por qué nos la quitan?”, insistió.
“Por qué no hay interés en decir por qué la gente la admira, por qué la busca, por qué permanece tanto tiempo esa leyenda, que es de las más conocidas de Chihuahua y del país, de afuera también viene la gente a verla”, dijo.
Y continuó exponiendo, “la gente dice que la traigan, ese es el grito, porque es de nosotros. Y no traer otra, que nos la cambien. Uno: ¿por qué no la habían regresado, por qué tardaron tanto? Segundo: ¿por qué la cambian? Yo sí creo que la cambiaron, en lo personal, no soy autoridad. Y también otra cosa más: deberían venir especialistas en maniquíes, en leyendas, que digan ¿qué pasó, es o no es, la traemos o no la traemos?”.
Y concluyó diciendo que “el gobierno es muy indiferente al gusto de la gente, le interesan otras cosas, las elecciones, el dinero, las participaciones a los partidos. Pero lo que verdaderamente le interesa a la gente, que es esto, la leyenda, no lo ocupan. Lo que digo es que la autoridad ponga remedio, que indaguen, porque la gente por alguna razón dice que no es, que indaguen y que, de ser posible, la traigan, porque es de aquí, de nosotros”.