Durante 50 años, el capitán Antonio Perea Sáenz ha surcado los cielos del país, razón por la cual le entregaron un reconocimiento a su trayectoria en la aviación corporativa. Ello en una ceremonia sorpresa organizada en el hangar del aeropuerto internacional de Chihuahua.
El capitán ha volado para Banco de México, Cydsa Celulosa y Derivados de Monterrey, Airosano, grupo Alfa en Monterrey, Gentor en Monterrey, para los Valenzuela con el grupo Vaza, para José Antonio Vallina y estos últimos 29 años voló para Cementos de Chihuahua con don Federico Terrazas.
Su trayectoria en la aviación corporativa ha sido ejemplo para muchas generaciones, por lo que el capitán Larry Loya fue el encargado de organizar y agradecer al capitán Perea todo su legado, todo ello al aterrizar el avión que tripulaba, por lo que se sorprendió al ver a otros aviadores, a su equipo, a su familia y amigos.
Don Antonio Perea vio la luz del sol en el municipio de San Francisco del Oro, desde muy niño le llamaron la atención los aviones, por lo que se lo dijo a su padre, Salvador Perea, a quien le planteó la posibilidad de estudiar aviación, recibió un rotundo no de su padre quien le advertía que se trataba de una profesión muy riesgosa. Antonio no desistió, estaba decidido a convertirse en piloto aviador. Al fin su padre aceptó y contactó a César Reyes, un capitán piloto aviador con gran reconocimiento.
El instructor llevó a Antonio a Dallas, Texas, con su amigo Tex Berry, un expiloto de la Segunda Guerra Mundial que tenía un centro de entrenamiento Flight Proficiency, pero llegó a destiempo porque el ciclo ya había iniciado, sin embargo, por el buen nivel de inglés, le dijeron que si se comprometía a trabajar mucho y mantener un cierto promedio le darían las clases a él solo. Antonio había logrado su sueño, hasta el día de hoy le sigue apasionando la aviación.
En el hangar número 6 de Comercial Aérea se realizó el sentido homenaje y entrega de reconocimiento, asimismo, se colocaron fotografías antiguas de su trayectoria, una de ellas tripulando el avión más grande en ese entonces en Monterrey, un cuatrimotor Vickers, “El Tololoche”.
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