[Testimonio de una víctima] ¿Qué viene después de una violación?

“Me golpeó hasta desfigurarme y me violó durante dos horas, a raíz de eso caí en la depresión, adicciones e intentos de suicidio, pero hoy, gracias a mí misma y a la ayuda de muchas personas y de Dios, estoy nuevamente de pie”

Silvia Solís

  · jueves 31 de enero de 2019

“Después de la violación y de permanecer un mes y medio en el hospital debido a las agresiones físicas, vino la depresión, adicción a los fármacos y al alcohol, anorexia, bulimia, obesidad mórbida y los enormes deseos de quitarme la vida, lo cual intenté en tres ocasiones”, compartió Cessna Mariana Valdez, quien vivió el terror de ser ultrajada sexualmente por un hombre que -dice-, en dos horas le robó su alegría de vivir.

El delincuente que la violentó sexualmente y la golpeó hasta dejarla inconsciente sigue libre; luego de 15 años de haber pasado el episodio más difícil de su vida, Cessna aún no se recupera totalmente porque dice “el dolor nunca pasa”.

Ha pasado más de una década de este “accidente” como ella lo llama, era el mes de octubre del 2004, el reloj marcaba las 9:03 de la noche y el hombre entró a la estética donde ella se encontraba, la violentó sexualmente con pinzas para el cabello, tijeras y diferentes utensilios, agregando múltiples golpes que le desfiguraron el rostro.

La víctima no despertó de la pesadilla hasta hace muy poco pues, como ella comenta, luego de la violación y de que las heridas físicas fueron sanando, quedaron las emocionales, “la mente genera un sinfín de escenas que te hacen vivir con un miedo profundo las 24 horas del día. La primera vez que salí a la calle luego del ‘accidente’, fue dos años después y para comprar un kilo de limones, ¿el más grande miedo? Que regresara a atacar lo que yo más quiero, ya que mientras me violentaba dijo ‘lo que te estoy haciendo, se lo voy a hacer a tu hija’”.

Las escenas de aquel día aún la paralizan, afirma Cessna, hay momentos aun y cuando ha pasado tanto tiempo en que se vienen “flashazos” a su mente recordando como si hubiera sido ayer cada instante vivido la noche más terrible de su vida.

No quería vivir, comenta, “no tenía sentido, me trajeron sacerdotes, sicólogos y terapeutas y por ignorancia los rechacé, en ese momento nada me importaba ni siquiera yo misma… lo único que deseaba era morir”.

Los días, semanas, meses y años fueron pasando, luego de mucho tiempo decide regresar a su trabajo y a lo que más le gusta hacer, cantar. Estaba en el escenario cuando recibe un pedazo de papel con una frase escrita que, afirma, “me la dijo el violador en el momento en que me ultrajaba, estoy segura que era él, pero afortunadamente en esa ocasión sólo me vio y se fue”.

El terror se apoderó una vez más de su vida, apenas si estaba reanudado sus actividades cotidianas cuando aparece de nueva cuenta para deshacerla emocionalmente otra vez, pero afirma, gracias al apoyo de las personas que te quieren, empiezas a salir adelante, destacando que quien más te puede ayudar eres tú misma.

Dios está presente en todo momento, comenta la víctima, pero solamente te puede ayudar si permites que lo haga; agrega que primeramente tú misma tienes que salir adelante y el apoyo de la familia y los amigos es fundamental.

Hablar del tema es también muy importante, afirma Cessna, porque te desahogas emocionalmente, no hay que callarse, agrega, el contar una y otra vez la historia te permite ir sanando, aunque dice con voz entrecortada “es un dolor que nunca se va”.

Describir al agresor no es difícil para ella, recuerda esa noche con evidente claridad, era un hombre que traía pasamontañas “pero noté que era una persona culta y con buena posición económica por el léxico que utilizaba al hablar y la forma como vestía… intelectual pero malvado”.

“Quien es violado, viola, inevitablemente leí sobre el tema, busqué perfiles de este tipo de personas y salió esta frase que por mucho tiempo me desquició; ya no quería estar cerca de mis niñas ni de mis sobrinos porque me repetía entonces ‘yo puedo hacerles daño por lo que sufrí’”.

Una locura, así describe Cessna el tiempo que siguió después de la agresión vivida: hospitales, entrevistas con autoridades, múltiples visitas de profesionales de la salud y espirituales que intentaron ayudar, lo cual rechazó una y otra vez por ignorancia, repite, “hoy me doy cuenta que fue un grave error”.

La depresión estaba presente siempre en la víctima, comenta no haber podido controlarlo por más que quería salir adelante, “las pastillas recetadas las usé como drogas, abusé del alcohol, engordé 80 kilos y caí en trastornos alimenticios severos y todo… a raíz de”.

La vida posterior a ser ultrajada sexualmente fue un infierno, su hermano que en ese entonces tenía 14 años –afirma- vivía con el deseo de venganza contra el agresor, su madre cuidándola todo el tiempo para que no se hiciera daño y sus pequeñas hijas sufriendo por la situación que vivía su madre.

El amor nunca llegó de nuevo, es imposible –dice- “jamás me he vuelto a enamorar, me olvidé de la mujer y me dediqué a ser madre de tiempo completo, y es que matan algo dentro de ti, ya jamás vuelves a ser la misma por mucha ayuda que recibas, algo se murió, algo cambió y en momentos sólo estás… sin ser nunca más tú”.

“No sé qué pasó con él, las autoridades no pudieron detener al agresor, unos dicen que tal vez ya murió, pero mi corazón me dice que aún vive y un día va a regresar”.

En la actualidad, Cessna sigue recuperándose, la gente cercana a ella le dice “guerrera” porque en el momento de su agresión se defendió y luchó hasta el final, aunque lamentablemente no pudo evitar la violación y los múltiples golpes; hoy asiste a un centro de rehabilitación donde, comenta, ha recibido ayuda valiosa, comparte su caso, se identifica con personas que asisten al mismo, encuentra consuelo y solidaridad y platica una y otra vez su experiencia a víctimas que sufrieron la misma pesadilla, aunque destaca, “cada situación es diferente pero igual de terrible para todas, jamás puedes decir ‘lo mío fue más que lo tuyo’, hoy estoy con mis hijas y mi familia, vivo el día a día, todos los días mis niñas y yo oramos por que esa persona no haga más daño y por todas aquellas mujeres que sufren el infierno de haber sido violadas, también me digo una y otra vez, él sólo estuvo dos horas en mi vida, no puedo dejar que se apodere de mi vida, sólo fueron dos horas… no lo voy a permitir”.

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LA HISTORIA SE REPITE UNA Y OTRA VEZ

Este año la colonia San Felipe vuelve a ser vulnerada con la presencia del violador serial tal y como se recuerda en los meses de otoño del 2004 cuando un sujeto con aspecto de “hombre de negocios” -descrito así por sus víctimas- quienes subrayan “hablaba como una persona culta y vestía formalmente” al momento de los ataques que realizaba en diferentes tiempos y circunstancias, actuaba con el mismo modus operandi, utilizando objetos para la violación y golpeándolas hasta dejarlas en estado semiinconsciente y, en algunos casos, inconscientes.

Niñas, jóvenes y mujeres adultas chihuahuenses han sido ultrajadas sexualmente por violadores seriales que al cometer este delito mientras abusan de ellas, las golpean de manera brutal y violan con diferentes artefactos; otros inician con el asalto, secuestro exprés, amenazas, tocamientos sexuales y finalmente la violación.

En los últimos años se han elevado las cifras de este delito en Chihuahua colocándolo en el estado con mayor índice de abusos sexuales, según arrojan estadísticas en incidencia delictiva del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública actualizado hasta el octubre del año pasado y con proyecciones de mujeres a mitad del año 2018, obtenidas del Consejo Nacional de Población.

Las víctimas sufren la pesadilla del ultraje y lo que viene después, la lenta recuperación; en algunos episodios física y en todos emocionalmente.


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