“Van a decir que quiero matar a Jesucristo”, afirma líder sindical de Pemex

No soy el diablo, responde Carlos Romero Deschamps, mientras espera para seguir disfrutando sus lechugas. No teme persecución política de AMLO

 Enrique Hernández

  · jueves 31 de enero de 2019

Roberto Hernández

CDMX.- El sindicato le da paz a una empresa como Pemex, dice Carlos Romero Deschamps, líder de los trabajadores petroleros.

Este miércoles por la tarde comía en el Mesón de Puerto Chico, a unos pasos del Monumento a la Revolución. Ensalada de lechuga, higos, otros vegetales y una Tecate cuyo envase sudaba de tan frío.

Tranquilo, masticando lento. Otros cuatro acompañantes en silencio. Le recordamos que esa misma mañana, los reporteros cuestionaron al presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, sobre una presunta denuncia en su contra por robo de combustible. Lo señalan como un huachicolero de grandes ligas. Buscan la reacción del mandatario. Lo que sea.

“Ya se hizo la investigación”, respondió López Obrador a la pregunta. “En todas las denuncias que se han presentado, sólo en una se le acusa de participar en robo de combustible y la denuncia no ha sido ratificada. Se está esperando, pronto les vamos a informar. Quiero dejar también en claro que no vamos a actuar por consigna. No se va a perseguir a nadie si no hay elementos”.

“No tengo miedo”, reviró el sindicalista a botepronto cuando OEM le pregunta por las declaraciones de López Obrador de su mañanera.

Ya lo dijo incluso el Presidente de México antes de cuestionar al líder sindical: “No vamos a utilizar al Gobierno para amenazar, perseguir a dirigentes, a empresarios, a ningún ciudadano. Eso se termina. Al mismo tiempo va a aplicarse la ley, la máxima de los liberales: ‘Al margen de la ley nada, por encima de la ley %nadie’”.

Romero Deschamps deja los cubiertos en la mesa. Dice que somos inoportunos. El responsable del sindicato donde están afiliados unos 93 mil 850 trabajadores de Pemex pide paz, comer tranquilo, en la mesa se hace el silencio y nadie mastica.

—¿Parece que hay una cargada de otros medios en su contra?—, le suelta el reportero.

—No soy el diablo—, responde el exsenador del PRI mientras espera para seguir disfrutando sus lechugas.

Reitera que no tiene miedo, de ser así, no andaría tan tranquilo comiendo en un lugar público como este.

“Después van a decir que quiero matar a Jesucristo”, agrega el secretario del Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana (STPRM) desde el gobierno de Carlos Salinas de Gortari.

El político después estuvo al mando del sindicato petrolero con el priista Ernesto Zedillo, así como en las administraciones de panistas de Vicente Fox Quesada y Felipe Calderón Hinojosa. Y desde hace 60 días le toca trabajar con el primer presidente emanado de las filas de la izquierda mexicana, Andrés Manuel López Obrador.

Carlos Romero respaldó el pasado 9 de enero de 2019 la lucha en contra del robo de combustibles de Pemex, una estrategia implementada por el fundador de Morena.

“El sindicato petrolero se solidariza con el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador en su valiente lucha contra la corrupción en Pemex y se suma a los esfuerzos de su gobierno para terminar con la corrupción e impulsar un nuevo modelo de eficiencia, transparencia y honestidad en la producción, suministro y distribución de combustibles”, dijo Carlos Romero a través de un comunicado.

Después se supo que el líder petrolero solicitó, un día antes de dar su apoyo al plan anti huachicol, una suspensión de cualquier orden de aprehensión en su contra.

Los abogados del líder del sindicato petrolero soltaron la medida legal para tener acceso a las investigaciones en su contra. Sin embargo, el juez federal Jesús Alberto Chávez rechazó la petición, porque no aclaró por escrito, y en un plazo de cinco días, cómo podía comprobar que policías federales habían acudido a buscarlo a las oficinas de sus abogados.

Carlos Romero Deschamps pide al reportero dejarlo en paz, quiere seguir comiendo. No se está escondiendo de nadie, aclara. “Aquí estoy como usted”. No tiene miedo de nada y reitera que no es el diablo. Insiste en que da paz a Pemex y adiós. Poco después aborda su Mercedes Benz y se va, sin que en algún momento se pierda esa sonrisa ni la firme mirada.


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