PRIMERA PARTE
Nunca se imaginaron que estar al lado como pareja de alguien decidido a dar la vida por la seguridad de su familia y los demás, las convertiría en padre y madre al ser víctimas colaterales de lo que sucede en Chihuahua, ahora esas mujeres valientemente luchan por sus derechos y lo que les corresponde, ellas son las viudas de la violencia.
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Según la información presentada por la Comisión Nacional de Seguridad, en el estado, tan sólo en el 2017, 44 elementos policiacos perdieron la vida, otros 28 en el 2018 y, en lo que va del 2019, han caído 27 elementos de diferentes corporaciones, teniendo una mayor concentración de asesinatos de elementos de seguridad en los municipios de Chihuahua, Juárez, Bocoyna, Valle de Zaragoza, Madera y Gómez Farías.
De acuerdo con el organismo civil Causa en Común, el estado de Chihuahua ocupa el tercer lugar nacional de policías asesinados, esto en el periodo comprendido del 1 de enero al 19 de noviembre de 2019, únicamente por debajo de Guanajuato, que lleva 46, y Michoacán, con 38.
Para una viuda, la lucha comienza después del asesinato, pues de acuerdo con ellas, quienes fueron entrevistadas por esta casa editora, las autoridades no se ponen a pensar en cómo viven las familias, qué oportunidades tienen y si es que se encuentran estables. “Al gobierno se les olvida que nosotros existimos, que somos la familia de quienes dieron la vida por ellos, por su gente”, asegura Sandra, quien afirma que la pensión recibida no conforma ni el 40% de lo que debe ser.
“Es muy difícil superarse cuando estás sola y con hijos”
“Lo mataron… él ya no está aquí y la lucha se quedó para mí”
“Para ellos es muy fácil deshacerse de ti, de una persona, por lo que nos da miedo luchar y luchar solo es muy difícil, así que luchas por ti y tus hijos.”
Sandra Gálvez Rodríguez es viuda del ex policía municipal Rodolfo Iván Flores, quien fue ejecutado hace doce años por la violencia vivida en el estado, la cual en los últimos tres años ha arrebatado la vida a 99 elementos, dejando a cientos de niños sin un padre y a casi cien esposas que quedaron en la espera de un marido que jamás regresó.
La historia de la familia del oficial Flores es dolorosa, al igual que las demás, pues como explica Sandra muchas de las viudas tienen que salir adelante sin el apoyo de las autoridades, pues “hasta pelear da miedo”.
“Para ellos es muy fácil deshacerse de ti, de una persona, por lo que nos da miedo luchar y luchar solo es muy difícil, así que luchas por ti y tus hijos. Tratas de enseñarles valores, porque a raíz de la tragedia, después de haber perdido a su papá, te vas llenado de coraje, de odio, de resentimiento hacia las personas y la sociedad”, explica Sandra.
A raíz de su pérdida, la viuda se refugió en el alcohol por tres años, donde ahogó su dolor, oponiéndose a aceptar que su esposo ya no estaba presente; con un pequeño de dos meses, el oficial Flores fue asesinado por el aeropuerto de la capital, sin que a la fecha existan imputados por el homicidio.
“Cuando mi esposo falleció, nos dijeron que no iban a abandonar a las viudas, que lo que se nos ofreciera, ellos estaban ahí para apoyarnos, pero todo fueron puras palabras. Es muy triste que mi esposo haya dado la vida por su corporación y que ellos se hayan olvidado de su familia inmediatamente”, asegura Sandra.
“Ayudo a los demás porque eso me enseñó mi esposo”
“Hemos tenido que luchar por nuestros derechos, por lo que nos corresponde”
“Mi esposo siempre repetía que él no le debía nada a nadie y que no tenía compromisos con nadie. Nunca nos imaginamos que él también se iría”
Era un día de escuela, el oficial José Antonio Olague Ríos y su esposa Patricia Payán Gómez acompañaron a su hijo de seis años, pues era el festejo del Día de la Bandera, cuando de pronto todo cambió.
Dos balazos acabaron con la vida del oficial, quien fue atacado por un hombre encapuchado que disparó a la cabeza del entonces coordinador operativo municipal, que ese día se despidió del mundo.
“Yo estoy viva de milagro, todo sucedió en la escuela de mi hijo. Cuando yo corrí a ayudarlo para que ya no le siguieran disparando, llegó un carro y se fue”, recuerda con tristeza la ahora viuda Patricia Payán, quien actualmente dirige un grupo conformado por 89 familias víctimas colaterales de la violencia en el estado y quienes han perdido a un esposo, papá o hijo en cumplimiento de su deber.
Hasta la fecha Patricia dice no saber nada de lo sucedido, pues la fiscalía no investigó y ella jamás la llamaron para declarar a pesar de ser testigo de la cruda escena.
“Mi esposo siempre repetía que él no le debía nada a nadie y que no tenía compromisos con nadie. A pesar de haber perdido a muchos amigos y compañeros por la violencia, pero no nos imaginamos que él también se iría”, asegura Patricia.
Al igual que Sandra, Patricia concluye que lo más difícil es tener que luchar con la administración para recibir lo que por ley les corresponde. “No me querían dar una pensión con el puesto de coordinador, anduve mucho tiempo peleando por lo que les correspondía a mis hijos y aun así no logré que se nos diera de manera completa”, comenta la viuda.
Como secuelas de la pérdida, Patricia cayó en una depresión severa, arrastrando con ella a sus hijos, pues durante cuatro años todos los días asistía al panteón a visitar a su esposo, sin importar el clima, ella siempre estaba ahí.
“Ha sido muy difícil para mis hijos, era horrible tener que ir a la escuela donde lo mataron, pues revivíamos la escena. Sufríamos mucho, hasta que mi hijo dijo que ya no quería ir a esa escuela y comenzamos con apoyo psicológico durante tres años”, comparte Patricia.
El grupo que dirige Patricia comenzó debido a que otras viudas, en la misma situación, comenzaron a acercarse a ella en busca de ayuda, pues todas pasan por la lucha de recibir lo justo. “Hay viudas que perciben mil pesos de pensión y tienen tres o cuatro hijos, incluso hay niños que dejaron de ir a la escuela y Seguridad Pública no tiene el acercamiento a las familias, no se preocupan por nosotros”.
La viuda asegura que la actual administración municipal no se ha acercado al grupo, incluso, las viudas han solicitado una cita para hablar, pero siguen sin recibir respuesta alguna.
“Su homicida ya salió, pero la herida sigue ahí”
“A pesar de que los homicidas ya cumplieron su condena y salieron del Cereso, la herida no cesa”
Alejandra López le dijo adiós a su esposo, Omar Flores, hace 12 años; murió balaceado cuando se encontraba en sus rondas habituales. “Lo más difícil fue aceptar que jamás lo volvería a ver”, asegura la viuda, quien tras una llamada en la madrugada se enteró del acontecimiento.
La familia Flores López era pequeña, pues sólo estaba conformada por la pareja y una niña de 10 años, a quien le afectó mucho la pérdida, ya que pasaron a ser sólo ella y su madre.
A diferencia de los otros casos, en este la fiscalía sí dio con los autores, que fueron encontrados y detenidos esa misma noche. A pesar de que los homicidas ya cumplieron su condena y salieron del Cereso, la herida no cesa, se sigue recordando al ser querido como si aún estuviera presente.
Al igual que las otras viudas, Alejandra coincide en que “esta administración municipal nos quitó varios apoyos con los que contábamos, antes nos daban una beca por parte de Fortaseg y nos daban una despensa y ya no; teníamos unas becas que nos daba Municipio y ahora ya se rifan, antes el niño que tuviera el promedio podía acceder a ella, pero ya no. Cada año es un pelear constante con esta administración, hemos batallado mucho en comparación a otras administraciones”.
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