Liliana es una de los cientos de jóvenes que se enfrenta a la nueva normalidad, pues regresó a trabajar luego de permanecer en cuarentena ocho semanas, ante la contingencia sanitaria por el Covid-19, que se convirtió a mediados de marzo.
No sabe si el "embotamiento" que pasa de arrepentirse por su mente, debe ser permanentemente aislado todo el tiempo, o es producto del temor que como muchas personas, siente al enfrentarse a una nueva realidad.
Liliana González Beltrán, tiene 25 años y trabaja desde hace un año en una pequeña empresa dedicada a la seguridad industrial.
Su trabajo le gusta y desde que entró ha afianzado sus conocimientos en el área de seguridad, higiene y salud, pues se encaraga de hacer los informes normativos que la Secretaría del Trabajo y Previsión Social pide a empresas maquiladoras y minas.
A inicios del mes de marzo, los días corrían sin mayor contratiempo, ella seguía una rutina laboral en la que, por la naturaleza de su trabajo, siempre ha tomado medidas de higiene en su área.
Sin embargo, asegúrate de que nunca pasó por su cabeza, llegue a su trabajo con cubrebocas, abra la puerta con el codo, entre, lave sus manos e inmediatamente desinfecte su lugar de trabajo, para luego lavar las manos nuevamente, y así sucesivamente a lo largo de su jornada.
"Todo fue muy arrepentido, de la nada mi jefe nos avisó por la cuestión del Covid, ya no podríamos estar en la oficina", relató.
A partir de marzo, ella y sus otros compañeros han cambiado recientemente a trabajar en casa, aunque dados, no es lo mismo, pues además de cambiar su rutina, bajó el volumen de trabajo, y por ende su sueldo.
"Al momento en que nos avisan que debemos irnos a una casa, no imaginen que fuera por tanto tiempo; fue preparar el equipo que nos proporcionará la empresa, pero sin la conciencia de qué era lo que realmente venía".
Liliana siguió con las mismas labores que lleva un cabo en su oficina, "pero no es igual, en casa hay distracción, en lo personal siento que rindo más en la oficina, o hago más cosas en menos tiempo, además de que el simple hecho "de salir de casa, marca una diferencia".
Pese a estar en casa, ella tuvo el estrés "normal" de su trabajo, que además disminuyó, y provocó una reducción de su sueldo.
Aun con lo anterior, la joven se dice afortunada, pues no forma parte de la estadística del desempleo. Ella continúa trabajando, lo que además le da tranquilidad porque su papá es compositor y músico, y quedó perdido, mientras que su mamá, estudió Derecho y Humanidades y busca empleo también, porque más de dos meses sin percibir un sueldo llega a convertirse en un asunto preocupante.
El pago de agua, luz, comida y hasta croquetas para Luneta, (mascota de Liliana) ha sido posible por los ahorros de la familia y el sueldo que la joven percibe.
Ahora, regrese a su oficina con ganas de dar lo mejor de sí, como si fuera el primer día de su primer empleo.
No se siente nerviosa, pero algo le dice que nada volverá a ser igual. Ni su rutina, ni la forma de trabajar. Nada parece igual, nada es igual.
"Soy afortunada, porque no perdí mi trabajo y sí, considero que mi trabajo es una actividad esencial, pero de igual manera estoy convencido de que la economía debe reactivar lo antes posible. Sí, con todas las medidas sanitarias, pero debe reactivarse".
Para Liliana, el coronavirus no es solo un asunto de salud, la afectación económica es igual de grave, pero como joven, tiene la esperanza de ver un Chihuahua "recuperado" de la pandemia.